Archivo de la categoría: Literatura Brasileña

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Entierre a sus muertos (Ana Paula Maia)

Sabemos del tesón de Antígona por enterrar a su hermano, también las consecuencias derivadas de aquel acto. Hemos oído cantar que se nace y se muere solo. En Entierre a sus muertos, Ana Paula Maia (Nova Iguaçu, 1977) plantea el día a día de Edgar Wilson, un enterrador de animales, en un territorio afincado entre la ferocidad selvática y los perjuicios respiratorios pulmonares derivados de una cantera caliza, quien se extralimita cuando se ve en la obligación, autoimpuesta, de dar sepultura a dos cadáveres que corren el riesgo de ser devorados por los buitres. Junto a Tomás, un excura, ambos experimentarán su particular odisea, a fin de darles cristiana sepultura, bajo el presupuesto de que nadie debe morir insepulto (recuerdo los trajines mentales que se traía Manuel Vilas en su novela Ordesa a cuenta de la cremación paterna), que ser abandonado a la intemperie equivaldría a una vejación. Pienso aquí en la extraordinaria El hijo de Saúl.

Ana Paula Maia crea un plausible ambiente enfermizo, no por la ineludible presencia de la muerte (que no se nos presenta aquí con la intermitencia saramaguense, sino con un caudal muy fluido), tanto de animales como de humanos, sino por la gestión que se hace de los mismos: los cadáveres de los animales encontrados en la carretera irán a parar a una tolva, convertidos sus cuerpos inertes en compost orgánico, algo parecido sucede con los humanos, quienes al no ser reclamados en un plazo de 72 horas, en depositos de cadáveres, centros aquí similares a desguaces de autos (lean el estupendo relato El dolor los vuelve ciegos de Eduardo Ruiz Sosa), se verán despiezados en toda clase de tejidos, músculos, huesos, pieles, órganos, vísceras…

En esta situación despiadada e incontrolable algunos humanos piden ayuda y encuentran alivio tormentoso en Cristo, en la religión y en sus variantes o desvaríos, tal que los representantes de aquella entidad divina solo les hablarán de muerte, destrucción, pecados, aherrojados todos ellos a unos destinos infaustos, bajos cielos poblados de negras nubes girostáticas que solo la muerte parece poder aliviar.

Eterna Cadencia. 2019. 128 páginas. Traducción de Cristian De Nápoli.

Otra vida Rodrigo Lacerda

Otra vida (Rodrigo Lacerda 2014)

Rodrigo Lacerda
Editorial Libros de Pizarra
2014
184 páginas

Si este libro de Rodrigo Lacerda titulado Otra vida se llevó el premio al mejor libro de ficción el año 2010 por parte de la Academia Brasileña de Letras, no quiero ni imaginarme como serán el resto de las novelas publicadas en Brasil. Si sabéis de algún escritor/a de ese país, aunque no esté premiado, que valga la pena, hacérmelo saber, para quitarme el mal sabor de boca de esta lectura nefasta.

La historia va de una familia en crisis, porque a él que es un funcionario público corrupto lo han trincado y ha decidido dejar la gran ciudad para volver a su casa herido en su pundonr, mientras que su mujer lo de regresar lo hace a regañadientes, porque en la ciudad se encontraba realizada en su trabajo. La hija que han tenido juntos atiende al deseo del marido y a la falta de supervisión de la madre, que una noche no se da cuenta de que él tras quitarse el condón eyacula dentro de ella y la embaraza, lo cual a ella le resulta doblemente embarazoso porque no entraba en sus planes ser madre.

Él es un trasunto de Rompe Ralph: grande, corpulento, manazas, de gran corazón y gracias a su mujer, cornudo.
Sí, ella, le pone los cuernos a su marido con su jefe, y luego no sabe si dejar al marido, si dejar a la hija, si dejar a los dos, si irse con su amante, o qué coño hacer con su vida.

Sí, todos estamos perdidos. No es verdad, pero es una de esas frases que dan el pego.

El trío (contando a su hija que es una niña de corta edad) están en una estación de autobuses de mala muerte esperando que llegue el bus que los saque de ese infierno. Entre medias la niña se despista y los padres se ponen como locos buscándola, hasta que al final aparece y la hija se va con su padre y la madre se queda en tierra, liberada de las esposas del matrimonio que la impedían ser feliz.

La novela de Lacerda es un coñazo de comienzo a fin con sus rollos clasistas, con los devaneos sexuales de ella, las reflexiones Turnerianas de él sobre el apego emocional padre-hijo, sus pensamientos sobre la función pública y los tejemanejes políticos y su necesidad de justificar todo lo que hacen o dejan de hacer, son en un palabra insufribles, a lo que en nada ayuda una prosa la de Rodrigo, lineal y plana, gris y mortecina, plagada de clichés y escasamente imaginativa que provoca la carcajada cuando el autor trata de ponerse serio y trascendente.

Me gustaría saber la opinión que sobre esta novela tienen las mujeres que la lean, si se da el caso, porque la visión que de la protagonista da Lacerda no puede ser peor, reducida la mujer a un objeto sexual para el hombre, para quien cuando la belleza declina, todo se ha acabado.

El libro contiene párrafos inolvidables, que tardaré espero que poco tiempo en purgar de mi mente.

Otra vida

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¿Que le parecía complicado un libro?, ¿pero qué lee esta buena mujer?, ¿La broma infinita, Ulises, Los Reconocimientos, Contraluz, Underworld, El Archipiélago Gulag?

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Y de regalo este párrafo. Mucho ojo a la tercera línea, porque acabo de descubrir al leerlo que peinarse es un acto de dignidad, de ahí que los calvos estemos abocados a la indignidad o directamente al suicidio.

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Diario de una caída (Michel Laub 2013)

Diario de una caída Michel LaubSi Francisco Umbral hubiera estado en un campo de concentración y hubiera sido escritor es seguro que al visitar cualquier plató nos hubiera dicho «Yo he venido aquí a hablar de Auschwitz«. A sus 40 años el brasileño Michel Laub escribe Diario de una caída para saldar deudas con su pasado, con su herencia y para reconciliarse con su padre, a quien va dedicada la novela. No quiere hablar Laub de Auschwitz, pero al final como judío que es, lo lleva en la sangre.
Nos dijo Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». Laub parte de la base de que él existe porque antes vino a este mundo su padre y antes su abuelo. Un abuelo que sobrevivió a Auschwitz, pero que como tantos otros supervivientes, Primo Levi, (cuya obra magna Si esto es un hombre, está muy presente) por ejemplo, quizá atormentado sine die, por el hecho de haber sobrevivido él y no otros, trataron de conjurar esta condena a través de la única liberación posible: el suicidio.

Laub nos presenta a su abuelo dejando el campo de concentración y poniendo rumbo hacia Brasil, donde se afincará, donde se casará y tendrá un hijo, al padre de Laub.
Ser judío se convierte para Laub en una maldición. Acude a colegios judíos donde sus profesores le recuerdan cada día las perrerías que les han hecho pasar a los judíos a lo largo de la historia, sin la menor intención de querer olvidar el asunto y teniendo siempre muy presentes quienes han sido los verdugos.
Laub acaba la niñez y la preadolescencia, a sus 13 años, hasta el copete de los nazis, de los judíos, de su padre y de sus compañeros de su colegio hasta el momento clave en el que en el, bar mitzvan, un rito judío por el que se accede a la edad adulta, los amigos del homenajeado, João, lo lanzan al aire y lo recogen tantas veces como años cumple (13), pero en el la decimotercera vez que lo lanzan, lo dejan caer y estrellarse con el firme. Ese hecho atormentará aLaub durante un buen periodo de su vida y encontrará a esa pronta edad un refugio en el alcohol, al que se aferrará luego durante décadas.

El objeto del libro es que el hijo de Laub, recién nacido, sepa algo más de su padre, de su abuelo y bisabuelo y hacia él dirige Laub sus palabras, reconociendo sus errores, tratando de desprenderse a toda costa de la herencia recibida.

El punto de inflexión en la vida de Laub tendrá lugar cuando la tercera mujer de Laub le obligue a dejar el alcohol, al tiempo que a su padre le diagnostican Alzheimer, esa muerte a cámara lenta, que no deja escapatoria, porque tanto el que se irá como los que se quedan tendrán tiempo, si quieren, de arreglar las cosas, si creen que vale la pena.

Laub toca todo estos temas familiares, exponiéndose, sin guardarse nada en la manga, convirtiendo su escritura en una expiación, abierto al optimismo, a la posibilidad de cambio y de mejora, en pos de ese borrón y cuenta nueva, ilusionado con un horizonte luminoso y brillante, donde el amor hacia su esposa, hacia su hijo recién nacido lo inunda todo.

Un libro, el de Laub, que es muy difícil no leerlo del tirón, porque su prosa transparente y vibrante engancha y emociona.