Archivo de la categoría: Literatura Italiana

La utilidad de lo inútil

La utilidad de lo inútil (Nuccio Ordine 2013)

Nuccio Ordine
Acantilado Bolsillo
2013
173 páginas
Anexo. Ensayo de Abraham Flexner

Recién acabo de leer el ensayo La utilidad de lo inútil del Italiano Nuccio Ordine (Diamante, 1958) y mirando la contraportada del libro dedicada a loas, alabanzas y parabienes de otros escritores hacia este ensayo, uno en concreto, me ha llamado la atención: “Un bálsamo para tiempo de crisis. Una corriente de aire. Un respiro”.

Me gustaría saber cuántos parados de larga duración de nuestro país han leído este ensayo, y a cuántos esta lectura les ha resultado balsámica o por el contrario irritante
. Que Nuccio alabe todo aquello que es inútil, aquello que no rinde beneficios, aquellas actividades ajenas al ánimo de lucro, para todos aquellos que se pasan el día esperando la oportunidad de trabajar, aunque sea por una miseria, leer lo bello y necesario que es hacer cosas inútiles, a fin de ser libres, rompiendo así nuestras cadenas y servidumbres hacia este mercado capitalista que nos asfixia, envilece y alimenta, me parece un chiste malo. Es mejor ser libre y comer tres veces al día y dormir caliente en invierno que emplear tu libertad en morir de frío en el banco de un parque o debajo de un puente mientras escribes poesías exaltando lo bello que es vivir y morir (de frío/hambre/enfermedad/soledad).

Leo este ensayo y pienso en las necesidades de Maslow. Sólo aquel que tiene todas sus necesidades cubiertas puede pensar en la autorrealización personal. Así, creo, aquel que tiene su hipoteca pagada, su trabajo indefinido, sus padres e hijos sanos y fuertes, y el horizonte despejado, se abraza al arte, entonces sí, como un bálsamo, como ese algo refrescante que nos relaja, que nos eleva sobre nuestra monotonía, sobre nuestros días grises y clónicos, es entonces cuando el arte en cualquiera de sus disciplinas nos permite enriquecer nuestras existencias , que nos ayuda a hacernos mejores, toda vez que todas las demás necesidades básicas ya han sido satisfechas en mayor o menor medida.

Nuccio Ordine

Nuccio Ordine

Por tanto, siendo ese el punto de partida para este libro el ensayo de Nuccio, cuyo título es un buen cebo, resulta interesante, ameno, instructivo, donde Nuccio recopila párrafos de escritores (Montaigne, Leopari, García Lorca) y filósofos (Kant, Aristóteles, Séneca) que defienden la idea de que no vale la pena sacrificar una vida en pos del enriquecimiento, del atesoramiento de bienes, sino que más bien se trata de gozar la vida, de exprimirla, de consumirla (y consumarla) y ahí el arte, aunque a menudo no sea lucrativo (hoy todavía menos con la piratería y las descargas ilegales), juega un papel fundamental como surtidor de obras de recreo y esparcimiento.

Al igual que me pasó cuando leí el libro del exministro de cultura Gabilondo, Darse a la lectura, este libro no creo que persuada a aquellos obsesionados con seguir haciéndose más ricos de lo que ya son, para quienes leer y la cultura (salvo la del dinero) son una pérdida de tiempo y de dinero (que dejan de ganar si se ponen a leer este libro durante un par de horas) y a los que disfrutamos y mucho leyendo, yendo al cine, al teatro, con nuestros vinilos, asistiendo a una conferencia, a lecturas dialógicas, contemplando lubricanes, etc, este libro, no surte efecto alguno -de cara a acrecentar mi interés y pasión por lo inútil- al menos en mi caso, reconociendo no obstante el valor e[in]utilidad de este libro, como bloguero que soy, a quien este blog le aportará millones de alegrías, pero cero euros, pues eso, que uno hace todo esto por amor al arte.

desiertotartaro

El desierto de los Tártaros (Dino Buzzati 2005)

Dino Buzzati
Gadir
272 páginas
2005

Al fin.

Llevaba ya un tiempo queriendo leer este libro de Buzzati (con una t) y merced a una onomástica reciente, la mía, me han caído en gracia un aluvión de libros, no digitales, así que estoy gozoso y exultante, aunque si me tocan los hue… me pongo insultante.

Para hablar de El desierto de los Tártaros (publicado por Gadir, editorial que va traduciendo y publicando poco a poco muchas obras de Buzzati) me veo en la obligación de explayarme acerca del argumento, así que todo esto, sea lo que fuera, es un spoiler de cabo a rabo, avisado(s) quedá(i)s.

Quizá sea bueno dejar reposar ciertos libros, decantarlos poco a poco en la memoria, pero si hago esto luego no me acuerdo de la mitad de lo que he leído y las sensaciones buenas o malas se pierden, así que mejor entrar a matar en caliente.

El protagonista de esta historia es Giovanni Drogo un joven militar quien una vez que aprueba los exámenes, entra en el ejército, como oficial y es destinado a la Fortaleza. Aquello ya pinta de forma misteriosa. Camino de la misma, a lomos de un caballo, Drogo se las ve y se las desea para dar con ella, pregunta a los parroquianos y nadie sabe de su existencia. Cuando ya estamos al borde de pensar que todo es una broma, la Fortaleza (infernal) aparece en el horizonte. Antes de llegar a la misma Drogo disfruta, es un decir, de la compañía de otro militar, un tal Ortiz que va camino de la misma.

Cuando Drogo llega a la Fortaleza según asoma el morro tras los muros ya está pensando en marcharse, porque aquello le parece un castigo, un coñazo monumental. Entre una cosa y otro le vienen a decir que como mínimo cuatro meses debe estar pudriéndose por allí y luego podrá coger la puerta e irse a la ciudad de la que vino, si es esa su voluntad.

El caso es que a Drogo le pasa lo que a casi todo ser humano (no a todos afortunadamente), que al ser un ser de adaptación y no de transformación, decide adaptarse a las costumbres de la Fortaleza, a los ruidos de las cisternas, al paisaje desolado, a las partidas de cartas, al paso de las estaciones, al tedio como estado vital. Y una vez que le coge el gusto a todo eso, no quiere, ni puede ya, prescindir de todo aquello. Y los cuatro meses se convierten en 48 meses y ahí sigue Drogo, echando alguna cana al aire en alguna población vecina, dilapidando su vida, esperando al Enemigo, a los Tártaros, al Ejército del Norte, el cual nunca acaba de llegar.

Dino Buzzati
Dino Buzzati

Cuando el relato se remansa, y me comienzo a amodorrar, Buzzati, me despereza primero con la muerte de un militar que sale de la Fortaleza buscando su equino y luego al no saberse la contraseña recibe unos balazos por parte de un disciplinado compañero y mejor tirador, regresando con los pies por delante. Más tarde, en otra excursión fuera de la Fortaleza, al ir al plantar una banderín en una cima, cae la nevada padre y uno de los militares, terco como una mula muere de frío, a la intemperie.

A fin de que el periplo de Drogo por la Fortaleza no nos resulte aburrido a más no poder, a modo de contrapunto, Drogo obtiene cada mucho tiempo permisos y regresa entonces a la ciudad, y comprueba que sus amigos no le echan de menos, que su madre se ha habituado a su ausencia y que la chica por la que bebía los vientos antes de partir, toda vez que la tiene frente a sí, constata que entre ellos hay un abismo, que la complicidad ha desaparecido, y que ahora la cortesía ha reemplazado la camaradería. Así que Drogo deja la ciudad con el rabo entre las piernas y vuelva a su Fortaleza, donde podrá seguir perdiendo el tiempo, ascendiendo en la jerarquía castrense, por el mero hecho de esperar, sí, siempre en estado de espera.

Y así pasan los años y las décadas y cuando finalmente parece que aquello se anima, que hay movimiento de militares frente a la Fortaleza, que se va a liar la Marimorena, a Drogo le obligan a dejar el recinto, pues debido a su estado de salud (está pachucho), no sería de ninguna ayuda.

Drogo pasa entonces de esperar al enemigo durante más de tres décadas a esperar la muerte, una muerte heroica en todo caso, exiliado, en soledad, sin nadie que cante sus gestas heroicas, su vida de sacrificio, entrega y abnegación.

El libro presenta una historia tan absurda y surrealista que te llega a poner los pelos de punta, porque ese absurdo que describe con maestría Buzzati es real, existe y son muchos los que se pasan la vida esperando -ora un enemigo, ora un referendum, ora un advenimiento-, y así se les va la vida, en un visto y no visto, esperando, contemplando una vida que ante sus ojos no es otra cosa que un río seco.

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Mi Carso (Scipio Slataper 2013)

Scipio Slataper
Editorial Ardicia
2013
138 páginas
Traducción: Pepa Linares

En ciertos libros viene bien reconocer el terreno que se pisa, que se lee. Si hubiera estado alguna vez en Trieste, seguro que la lectura de este libro del triestino Scipio Slataper me hubiera causado, aún, mayor efecto.

Scipio (Trieste, 1888-1915) habla por ejemplo de la bora, y uno sabe lo que es, pero nunca la ha sufrido, de ahí que por mucha bora que haya por aquí o por allá, para mí es un término huero. De la misma manera, la lectura del libro de Scipio no es fácil para quien no conozca al dedillo el entramado político, social, cultural y empresarial de Trieste, no de comienzos del siglo XXI, sino de los años en los que está escrito el libro, a comienzos del Siglo XX.

El relato rompe la estructura narrativa y el protagonista, el propio Scipio, echa mano de sus recuerdos, que irá insertando en su presente, mezclándolo con sus ideas y pensamientos, dando lugar a un prosa fragmentada, a ratos enfrebrecida, dotada de una gran potencia narrativa y lírica (gran labor la traducción de Pepa Linares), donde está presente una tensión verbal sostenida y unas ganas de vivir y de morir, consecuencia del dolor y la angustia ante la pérdida de su amada, por parte de Scipio, con las que como lector cuesta poco conectar y prendarse.

Scipio Slataper
Scipio Slataper

Algunos de los párrafos de este libro, que Scipio escribió con 23 años, son deliciosos. Ahí va uno.

Me conocía la tierra sobre la que dormía mis noches profundas, y el cielo grande y resonante de mi grito de victoria, cuando saltaba con las aguas bajando los torrentes quebrados o me despeñaba por los cerros con un torbellino de piedras y de mantillo y, frenando con el pie, interrumpía la carrera para arrancar un florecilla azul celeste.

Corría con el viento, expandiéndome por el valle, saltando con alegría los muros de cerca y los enebrales, recorriéndolo todo; hondazo sibilante. Arrojándome de la rama al tronco, aterrizando de pie en los tocones y en el suelo, daba un salto furibundo y atronaba el bosque como un río que excava su lecho. Y desmelenando con rabia la última rama obstaculizadora, me precipitaba afuera, el cabello erizado de palitos y de hojas, el rostro arañado, pero el alma fresca y ancha como la blanca huida de las palomas atemorizadas por mis ásperos gritos de azuzamiento.

Jadeante, me tiraba de cabeza al río para quitarme la sed de la piel y empaparme de agua la garganta, la nariz y los ojos, casi ahogado por los sorbos enormes que tomaba nadando bajo el agua con la boca abierta como un lucio. Iba a contracorriente, aferrando en la brazada los regolfos que tropezaban espumeantes contra mi cuerpo, mordiendo la ola avispada, como los matojos de hierba florecida cuando subía a la montaña. (pág 46-47)

Tras Doctor Krupov, Vigilia Inquieta o Los Caníbales, otro interesante título más, de la joven editorial madrileña Ardicia Editorial

Editorial Alfaguara 
2013
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Mar de mañana (Margaret Mazzantini 2013)

Margaret Mazzantini
Editorial Alfaguara
2013
136 páginas

Después de haber leído y comentado Bagheria, novela de Dacia Maraini, hablo ahora de Mar de mañana, la última novela publicada por Margaret Mazzantini (italiana de adopción nacida en Dublín en 1960). Esta es la primera novela que leo de Margaret. Sin embargo sí había visto dos películas basadas en novelas suyas: Non ti muovere y Venuto al mondo. Ninguna de las dos me gustó especialmente.

Mar de mañana es una novela breve e intensa. En menos de 140 páginas, con una prosa acelerada, lacerante y fragmentaria la autora aborda muchos temas y varías décadas de la historia reciente de Italia y Libia.

Libia e Italia
Italia y Libia dos países y el Mediterráneo por medio

En la primera historia una madre y su hijo, Jamila y Farid, al morir el marido/padre abandonan su poblado en el desierto cuando Libia se convierte en un polvorín. Juntan todos sus ahorros, llegan a la costa y montan madre e hijo en una patera rumbo a la costa italiana. Con cuatro pinceladas la autora se las ingenia para mostrar lo precario y contingente que es la vida humana cuando todo el futuro pende de un hilo, a lomos de un puñado de astillas con forma de barca, rumbo a la nada o la salvación, porque todo es tan inconsistente y frágil como la evanescente espuma marina.

Al otro del lado del Mediterráneo están Vito y su madre Angelina. Angelina es hija de aquellos italianos que cruzaron el mar rumbo a Libia a finales de los años 30 cuando este país era una colonia italiana. En Trípoli se labraron un porvenir, vivieron en paz con sus vecinos, revedercieron el árido terruño. Después de alcanzar Muamar Gadafi el poder tuvieron que dejar el país como deportados, en los años 70, regresando a Italia como parias, Tripolinos pobres entre los pobres. Su historia es la historia del desarraigo, viviendo desde entonces entre dos aguas, a lomos de dos orillas, sin pertenecer a ningún sitio, viviendo siempre en un pasado truncado.

Margaret Mazzantini
Margaret Mazzantini

Quien se ha ido siempre sueña con volver y Vito vuelve a Trípoli con su madre y su abuela para actualizar el pasado, levantar acta de que mueren las personas, desaparecen las playas debajo del asfalto, las catedrales se reciclan en mezquitas, que aquel amor que se prometía único en la adolescencia, no lo era para nada, más allá de promesas incendiadas de romanticismo, como comprueba y sufre Angelina en su ánima demudada.

Mazzantini aborda el sufrimiento de los que emigran, de los deportados, de los que se juegan la vida en el mar buscando otra vida, de los que regresan de un exilio forzado y no encuentran acomodo, de los que dejaron
sus recuerdos en otra parte y saben que ir en su busqueda será su perdición y salvación.

Mazzantini escribe como si tuviera un látigo en la mano, a restelladas, haciendo surco en las carnes del lector. Escribe como un tigre que se defiende, que muestra las garras dando zarpazos y lo hace con una prosa sulfurosa: puro aceite hirviendo.

A veces a Mazzantini se le va la mano con un tono apocalíptico, trágico, calamitoso y quiere dotar de tanto significado y mordiente las palabras que maneja que algunas frases (El óxido de la nostalgia arañaba entre los dientes como arena, pag 37, Se quedaron solos como monos abradasados por aceite hirviendo pag 75, No hay nada peor que una vieja dinamitera. Sigue colocando mechas en tus pensamientos, pag 85, Era extraño aquel estancamiento, aquella cabina presurizada que atravesaba inmóvil el mar de sus vidas, pag 89, Estaba gordo y siempre quería comer y beber y chupar algo. Sin embargo tocaba el violín de manera ¿¿notablemente prodigiosa?? pag 94.>>) más que impactar producen hilaridad.

No sé si lo que leo en esta novela es todo puro humo y oportunismo: un acto de rebeldía y solidaridad con las víctimas de la injusticia, reducido a una pose, o sí por el contrario hay algo más profundo y sincero en estas historias apiñadas en un relato breve, historias complejas y profundas, como si lo que nos da Mazzantini fuera sólo el entremés para el bacanal que podemos darnos después, al finalizar el libro, para ir luego por nuestra cuenta tirando de todos esos cordeles que Mazzantini deja a nuestro alcance y desovillar la Historia, la nuestra, la tuya.

Tendré que leer algo más de Mazzantini para salir de dudas.