Archivo de la categoría: Literatura Rusa

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Crimen y castigo (Fiódor Dostoievski)

Decía Rafael Sánchez-Ferlosio respecto de Crimen y castigo que a pesar de los estupendos diálogos con el juez no pasaba de ser un mediocre folletón, no como Lord Jim, que según él era una obra maestra, porque en esta última funcionaba exclusivamente la moral de Lord Jim y sólo él era responsable y agente de su propia redención, mientras que en Crimen y castigo, la redención de Raskólnikov, es algo a todas luces querido y dirigido por Dostoievski.

Dicho esto, esta novela, deseaba leerla hacía años, y no se me ocurrió otra mejor para despedir el año pasado y comenzar este.

Dostoievski abunda en la introspección, entrando en la mente de un asesino, Raskólnikov, que lo es por partida doble, y sobre ese acto trágico, luego viene el deshojar la margarita: me entrego, no me entrego, me pillarán, no me pillarán y así se nos van casi 700 páginas, donde la maestría de Fiódor, logra mantener la tensión, el suspense, con una prosa muy potente, incendiaria, delirante y febril, entre otros muchos epítetos que podemos emplear.

Más allá de desmadejar el porvenir de Raskólnikov, siempre pendiente de un hilo que se devana, se narran otras historias folletinescas, que no carecen de interés y que le permiten a Fiódor abordar con humor y mordacidad un sinfín de temas que nos permiten conocer mejor la sociedad rusa de mediados del siglo XIX.

Como dice Ferlosio, en su final, el personaje busca la redención, llevar su propia cruz, recorrer su particular calvario, y creo que ahí la historia decae algo, hasta un final que me parece un rompe y rasga con todo lo anterior y que no me acaba de convencer, a pesar de lo cual, es una de las mejores novelas que he tenido la suerte de leer.

El año pasado se cumplieron 150 años de la publicación de Crimen y Castigo y este artículo de Jaime Fernández es de lo mejor que he leído sobre la novela.

Penguin Clásicos. 2015. 752 páginas. Traducción de Rafael Cansinos Assens

9788494044144

El cocodrilo (Fiódor Dostoievski)

Fiodor Dostoievski desata su vis más cómica en El cocodrilo para ofrecernos un relato donde el absurdo toma el mando, tal que un fulano, sin darse cuenta es absorbido por un cocodrilo, sin que la historia devenga gore. Una vez instalado cómodamente el okupa forzoso dentro del animal, quiere éste aprovechar la coyuntura para sacar de ese ingerimiento algo provechoso, entregado al estudio y a sus pensamientos, porque lo que le sobra en esa caverna animal es tiempo.

A su alrededor, su amigo hace lo posible por sacarlo de allí, mientras se suceden las escenas a cual más absurda, como considerar la posibilidad de que la nueva situación laboral del engullido adopte la forma de una comisión de servicios o incluso llegar a valorar la posibilidad de empadronarse allí dentro.

Mientras, los periódicos se hacen eco de la noticia -a su manera-, y se preocupan más de salvar al animal, que tras ingerir a un humano se muestra agotado, !incluso se le saltan las lágrimas del esfuerzo!, que de preocuparse por el estado del humano devorado.

La mujer del desaparecido -ante una situación que parece no incomodarla en demasía- ya ocupa su tiempo libre con otros pretendientes, mientras el dueño del cocodrilo y su mujer, una pareja de alemanes devorados por su afanes crematísticos, sólo están dispuestos a abrir en canal a su mascota a cambio de una cifra astronómica, propiedades inmuebles e incluso rangos militares.

Dostoievski se mofa de los funcionarios, de los periodistas, de la codicia, de la inhumanidad, de ese beneficio económico que se antepone a cualquier otra circunstancia -la vida humana, por ejemplo-, todo ello narrado con mucha ironía y gracejo pero sin dar los zarpazos lacerantes que soltaba por ejemplo en El jugador.

El final queda abierto a cualquier posibilidad.

Lo edita Gadir con traducción de Enrique Moya Carrión e ilustraciones de Eugenia Ábalos.

Antón P. Chéjov

Una historia aburrida (Antón P. Chéjov)

«Sus alumnos se someten de buena gana a la influencia de cualquier escritor contemporáneo, incluso de los mediocres, pero se muestran totalmente indiferentes a autores clásicos como Shakespeare, Marco Aurelio, Epicteto o Pascal, y esa incapacidad para distinguir lo grande de lo pequeño manifiesta ante todo su desconocimiento ante la vida».

Entre esos autores clásicos tenemos que incluir a Antón P. Chéjov, y tenemos que incluir este relato, magnífico, el favorito de Thomas Mann -según confesaba en Ensayos sobre música, teatro y literatura, buen conocedor de la obra de Chéjov.

Salvando las distancias, el protagonista del relato -Nikolái Stepánovich- me recuerda a Stoner, por su agudeza, por su sensibilidad, por sus acer(t)adas reflexiones y también a Gúrov, el protagonista de otro relato de Chéjov, La dama del perrito, alguien que ya peinando canas, echa un vistazo panóptico y comprueba que su mujer ya no es su mujer -o no es la mujer de la que se enamoró-, que su hija ya campa a sus anchas, fuera ya de la férula paterna, al tiempo que se enamora de un tipo despreciable, que dar clase ya no lo excita como antaño, sino que lo frustra y lo aburre y que su prestigio, parejo al de una gloria nacional, de poco le sirve cuando se espera la inminente llamada de la parca y la posibilidad de vivir otra vida es ya algo irrealizable, tanto como no saber qué responder a Katia, su amiga, su confidente, su pupila, cuándo ésta le pide qué hacer, y él, tan sabio, tan docto, tan leído, tan erudito, se encoge de hombros, porque la vida le exige otro tipo de conocimiento, que él desconoce.

Merece la pena sustraerse a las novedades editoriales y dedicar un par de horas a leer este relato o novela corta de Chéjov, muy, pero que muy GRANDE. No hagáis caso del título porque la novela de aburrida no tiene nada. Una novela que te desarma página a página.

La novela forma parte del libro Cinco novelas cortas -esta es la primera de ellas-, editado por Alba Editorial con traducción de Víctor Gallego.

Lev Tolstói

¿Cuánta tierra necesita un hombre? (Lev Tolstói)

Nórdica
Traducción de Víctor Gallego
Ilustraciones de Elena Odriozola
2011
66 páginas

Dijo Joyce que este era el mejor relato -escrito por Tolstói en 1886- que había leído nunca (aunque he leído también que para Joyce era el mejor de Tolstói, no el mejor de todos, así que a saber). Exagerando Joyce o no -creo que sí exagera- el relato es espléndido.

Necesita muy pocas palabras Lev Tolstói -en su vis más moralista- para cifrar los anhelos humanos, nuestra codicia, el afán de riquezas, expresado en algo tan terrenal, como el deseo de ser dueño y señor -precisamente- de unas tierras.

Elena Odriozola

Pahom, que ha trabajado duramente toda la vida, no tiene tierras en propiedad, hasta que un día se le presenta la ocasión de hacerse propietario, luego terrateniente. ¿Cuándo parar? ¿Cuánto terreno es suficiente? ¿Dónde acaba la ambición, si es que hay freno?

El relato mantiene y acrecienta la tensión hasta un final memorable y por otra parte esperado.