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Ednodio

El amor es más frío que la muerte (Ednodio Quintero)

Desoigan los desencantos de sirenas malnacidas que hablan del final de la novela. ¿Qué novela? ¿Qué final? !Busquen! (no es éste uno de esos ladrillos con los que hacen columnas proteicas en la mayoría de las librerías) El amor es más frío que la muerte del venezolano Ednodio Quintero, (Las Mesitas, Venezuela, 1947) suban a bordo, paseen, escalen y descalábrense por sus páginas, sientan la sacudida de la digresión, el rechinar de sus cojinetes mentales, la tímida risa que estallará en impetuosa carcajada, abran los ojos a modo de asombro y asómbrense, sí, sin recato alguno, pasen del asombro al estupor si es lo que el cuerpo les pide, sientan también la sacudida del deseo (aquí los Coños son mucho más salaces que los de Don Juan Manuel) ante páginas donde éste se hace carne y capaz de expulsar auténticas lechadas, y no se echen las manos a la cabeza –en todo caso a la entrepierna- porque todos sabemos que el sexo es vida -habla (la) memoria: y salen en tropel un centón de lolitas- y también muerte, por supuesto, y párense un momento a pensar cómo Ednodio nos presenta un Caronte liliputiense para casi sin transición meternos de matute una canción de Björk o el gato de Ches(h)ire -que me aboca sin remisión a párrafos de Predicciones catastróficas- cómo asoman en el texto Bellatín, Villoro, Pitol, Faulkner, Hemingway, Cioran, Borges, Homero…, libros de Gombrowizc, Bolaño, de Yasunari Kawabata como La casa de las bellas durmientes -que pasa a engrosar sin miramientos mi Nikon Oriental- aunque podamos pensar también en determinados momentos en Cervantes, en eriales rulfianos, devenidos en paisajes pastoriles y más tarde en urbes (que no ubres) niponas, donde Ednodio ya no escribe, sino que hace sonar su caramillo para entretenernos, cual juglar, con aventuras disparatadas, fantásticas, fascinantes en su inverosimilitud (sobre lo cual ya el narrador da su parecer: Y en cuento al verosímil que tanto atormenta a los escritores realistas, a mí me tiene sin cuidado), donde caben brujas, drones, elfas, inviernos nucleares, y todo lo que de sí da –aquí siempre en beneficio del lector- una imaginación (la psiquis deteriorada) hiperexcitada y en estado de gracia y/o de cachondeo y/o choteo permanente.

Ednodio ha escrito un libro acojonante, ante, ante, ante. Pero, ¿a quién coños le importa?

Háganse un favor, léanse a Ednodio.

Albricias a esa editorial –nominalmente cervantina- que tantas alegrías librescas me va deparando: Candaya