Archivo de la categoría: Mármara ediciones

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La herencia (Vigdis Hjorth)

¿Cuántas familias se rompen a consecuencia de una herencia? ¿Cuántos hermanos dejan de hablarse a raíz de las disputas generadas por las herencias cuando los ojos de los herederos se dilatan cual emoticones con el símbolo de dólar -aquí kroner- impresa la codicia en sus pupilas? ¿Por qué la concordia, el afecto, se transforma en algo viscoso, impregnando sus acciones de un chapapote que les impide ver de nuevo sus manos blancas, ya envilecidas?

Mucho de esto parece tener en mente la escritora noruega Vigdis Hjorth (Oslo, 1959) cuando concibe La herencia, editada por Nórdica y Mármara, novela en la que a lo largo de más de cuatrocientas páginas irá desplegando ante el lector las hostilidades familiares creadas en el seno de una familia cuyos herederos, tres hijas: Astrid, Åsa, Bergljot y un hijo, Bard (objetivo en su niñez de la violencia paterna), tendrán sus más y sus menos al hacer valer sus derechos sucesorios. Algo que viene de atrás porque antes de la muerte del padre, Berjlot ya se había distanciado, poniendo tierra por medio, rompiendo los lazos familiares en la esperanza de salir del influjo de la férula paterna y materna, pero a la cual le tocará volver al redil, a su pesar, cuando la herencia esté encima de la mesa.

Los tejemanejes jurídicos son la punta del iceberg. Lo que hace avanzar la historia, sin apenas resistencia, es el presunto suspense generado acerca de lo que Berjlot sufrió cuando era joven, a manos de su padre. Algo que se califica como innombrable, mi historia, etc, que la autora va demorando durante cientos de páginas (hasta la 240) y que lejos de crear algo parecido a un clímax, a fuerza de un estilo indirecto y unas cuantas machaconas repeticiones (la película Celebración, su viaje a San Sebastián en dónde se cifra a la perfección la escasa capacidad de Vigdis para la descripción, además Hjorth no es Bernhard y en su caso las reiteraciones cansan) traban la lectura, impidiendo que esta coja vuelo, recreándose la narración en detalles perfectamente prescindibles que rebajan la tensión hasta convertirla en algo raquítico, sin el mordiente de otras novelas, como por ejemplo Caballo sea la noche, que generaba una tensión muy bien resuelta despachada en menos de cien páginas. No precisaría mucho más La herencia si Vigdis Hjorth hubiera ido al grano desde el minuto cero en vez de andar mareando la perdiz, “distrayendo” al lector con una psicología de todo a cien y una escritura mortecina y tan de andar por casa que lo sencillo acaba abandonado, sin retorno, en brazos de lo simple, sin dotar a la historia de Berjlot de la hondura que precisa, rascando apenas la superficie en su empeño por desentrañar la problemática que sufre la víctima de abusos sexuales en el entorno familiar, en el que el acosador (el padre), la acosada (la hija de siete años), la esposa del acosador (la madre), las hermanas de la acosada, abordarán la violación como algo presunto, puesto en tela de juicio, que ha de ser demostrado, sin ser creído a pies juntillas, lo que le supone un trauma a Berjlot (su verdadera herencia) que no contará con el apoyo de nadie de su familia, que como mucho la escuchan pero sin aliviar ni reparar su dramática situación (ni antes ni ahora), tildándola de fantasiosa, como si todo esto fuera una forma como cualquier otra de llamar la atención. Lo único rescatable es confirmar cómo los lazos familiares a veces se convierten en cepos, celadas sentimentales de las que resulta casi imposible evadirse.

Mármara Ediciones & Nórdica libros. 2019. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. 444 páginas

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Mirar con un ojo cerrado (Julio Pérez Manzanares)

Sirva esta sucinta entrada como una suerte de anexo fotográfico al interesantísimo ensayo de Julio Pérez Manzanares editado en Mármara ediciones, que lleva por título Mirar con un ojo cerrado.

El ensayo adolece de fotografías, de tal manera que si conocemos los cuadros, las fotografías o los performances de los artistas mentados vamos bien, en el caso contrario, creo que viene muy bien tener a mano la fotografía o el cuadro en cuestión, para entender lo que afirma el autor sobre la misma o sobre la obra del artista.

En estas lides siempre es necesario hacerse la pregunta ¿qué es el arte?. Cuestión irresoluble. El ensayo se centra en la mirada del que mira el cuadro (paisajes, bodegones…), del que es mirado desde el cuadro, del que es mirado mientras mira un cuadro, se reflexiona acerca de aquello que entendemos por transgresor, cómo se relaciona con lo pornográfico, lo abyecto; el papel que la mujer ha desempeñado a lo largo de todo este tiempo en el arte, siempre orillada, restringida, y de la misma manera que nos vendieron que no existían las flâneuses, lo cual desmiente Anna Maria Iglesia en su ensayo La revolución de las flâneuses, el autor del ensayo se pregunta ¿Quién dijo -debería ser la pregunta hoy en día- que el pensamiento abstracto le está vetado a la mirada femenina? Que las mujeres no podían ocupar -recuperarlo, incluso, en una revisión de la Historia- su lugar y su contribución como artistas a la Historia del Arte? Historia del Arte escrita así, con mayúsculas, de la que hablan los libros de texto, la que se cuenta tradicionalmente; la narración creada como si fuese una historia unique contada de un modo natural, como si no fuese la Historia que alguien ha escrito por medio de una selección de excepciones positivas que, paradójicamente, han dado forma al relato y han dejado fuera todas aquellas historias del arte otras, múltiples, tangenciales y sesgadas (como la de los artistas) que, afortunadamente, están volviendo a contarse desde hace unas cuantas décadas.

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La tempestad (Giorgione)

Salterio de París
Salterio de París

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Alegoría del Buen Gobierno (Ambrogio Lorenzotti)

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El jardín del Edén (Brueghel El Viejo)

Las Meninas
Las meninas (Velázquez)

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El reverso de un cuadro (Cornelius Gijsbrechts)

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Sopa Campbell (Warhol)

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La ejecución de Saigón (Eddie Adams)

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Lygia Clark

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Lygia Clark

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Morimura

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Dios dando a luz (Monica Sjöö)

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El origen del mundo (Courbet)
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Olympia (Manet)

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Orlan posando ante su obra

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Las señoritas de Avignon (Picasso)

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Bodegón de manzanas y naranjas (Cézanne)

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Bodegón con gato y raya (Chardin)

A través de la noche

A través de la noche (Stig Sæterbakken)

Mi Boris @pistolar particular me puso en la pista de esta novela. Aunque la novela empieza con un capítulo titulado PUTA MIERDA DE LOS COJONES, la novela no es un chorreo de tacos ni nada parecido, sino que más bien es un sentido y muy logrado intento de expresar con palabras ese nudo que atenaza el estómago cuando le toca a Karl arrostrar como padre la muerte en la carretera de un hijo adolescente, el sentimiento de culpa de poner los cuernos a su mujer por otra que resulta ser un espejismo, un error colosal, un volver a casa con el rabo entre las piernas, escaldado, menoscabado y ninguneado y un volver a coger la puerta después para estar a un tris de seguir cometiendo los mismos errores, buscando sin descanso la casa de los horrores en la cual quizás pueda purgar sus equivocaciones o directamente ultimarse, toda vez que sin su amado hijo Ole-Jakob la vida sea una PUTA MIERDA DE LOS COJONES. Rachel, la hermana de Karl, le dice a este que “a menudo se escribe mejor de lo que menos se conoce”. No sé qué hay de cierto en esta afirmación, pero cuando leo párrafos como este:
Una pareja de jóvenes había ocupado los dos asientos delante de mí, la chica apoyaba la cabeza sobre el hombro del chico, mientra que este, de vez en cuando, se echaba hacia adelante para mirarla a la cara. Noté lo mucho que los envidiaba, a ambos. Había en ellos algo bendito y apacible, una despreocupación respecto a un entorno que aún no era lo bastante fuerte como para sacudir los cimientos de su felicidad y su enamoramiento. A estos dos, pensé, el mundo no tiene nada que decirles. Nada puede alterarlos. Está en equilibrio. El amor y el deseo están repartidos por igual, todavía no se cuestionan quién de los dos echa más de menos al otro. Al salir, me di la vuelta y les dije: !Acordaros de este momento!. El chico dio un respingo, parecía aterrado y, cuando el autobús volvió a arrancar, los vi un instante al otro lado del cristal: me miraban como si hubiera intentado hacerles algo, aunque no comprendieran exactamente qué.
Y otros muchos de la novela, no sé si Stig, el autor, conoce o no conoce de lo que habla y si escribe de oído, pero la novela ha conseguido removerme como pocas.

Mármara ediciones. 2017. 296 páginas. Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Øyvind Fossan.

A través de la noche

A través de la noche…y hasta entrar el día

Ando leyendo el libro de Stig Sæt[…]ken y me está gustando. Sacadas fuera de contexto, las frases boquean y mueren como los peces fuera del agua. No obstante, ahí va un fragmento.

Una pareja de jóvenes había ocupado los dos asientos delante de mí, la chica apoyaba la cabeza sobre el hombro del chico, mientra que este, de vez en cuando, se echaba hacia adelante para mirarla a la cara. Noté lo mucho que los envidiaba, a ambos. Había en ellos algo bendito y apacible, una despreocupación respecto a un entorno que aún no era lo bastante fuerte como para sacudir los cimientos de su felicidad y su enamoramiento. A estos dos, pensé, el mundo no tiene nada que decirles. Nada puede alterarlos. Está en equilibrio. El amor y el deseo están repartidos por igual, todavía no se cuestionan quién de los dos echa más de menos al otro. Al salir, me di la vuelta y les dije: !Acordaros de este momento!. El chico dio un respingo, parecía aterrado y, cuando el autobús volvió a arrancar, los vi un instante al otro lado del cristal: me miraban como si hubiera intentado hacerles algo, aunque no comprendieran exactamente qué.