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Los abrigos de pieles de bisón

Ahora los bisones son noticia porque en Galicia hay quien se dedica a ir a los lugares donde los tienen criando y los suelta. Luego, estos mueren atropellados o se extravían por ahí. Los que recuperan, la mayoría de las veces hay que sacrificarlos. La vida del bisón es una putada con todas las letras. El fin hoy por hoy en nuestra sociedad de estos animales es ser criados para luego desollarlos y que las mujeres pueden ir todo flamencas por la Gran Vía o por la calle del pueblo alardeando de abrigo, acreedora de las miradas de sus vecinas.

A los bisones se les cría en jaulas extremadamente apretadas, en filas y filas de celdas, en condiciones deplorables, llenas de orina y heces fecales. Estos animales son tratados genéticamente para conseguir ejemplares de varios tonos, las hembras son inyectadas para producir mas crías y los machos reciben descargas eléctricas para producir más esperma. Pasan su vida privados de libertad, deprimidos, enloqueciéndose, llegando a atentar contra su propia vida. A la hora del sacrificio a los visones se les rompe el cuello o se les inyecta herbicida. Se requieren unos 100 ejemplares de bisón, oía hoy en la radio, para hacer un abrigo.

La vida de un bisón es similar pues a cualquier otro animal dedicado al consumo humano: pollos, cerdos, conejos…sólo que estos en vez de comérnoslos lo que nos interesa de ellos son sus pieles.
Si las mujeres no llevasen abrigos de pieles los bisones no tendrían razón de ser en cautividad y los peleteros se tendrían que dedicar a otra cosa.

Fuente | Verdadera compasión

La hormiga bala

Hormiga bala que mata en 24 horas A resultas de una exposición sobre insectos que he visto esta tarde me ha entrado curiosidad por saber más acerca de una una hormiga, denominada la «hormiga bala«.

La tucandeira (Paraponera clavata Fabricius) es una hormiga gigante muy extendida por toda América Central y del Sur, especialmente en las regiones selváticas. Mide una pulgada de longitud (30-33 milímetros) y la reina es aún mayor. Siempre la he encontrado en mis viajes por la selva tropical tanto en Panamá como en Colombia, Venezuela, El Darién o Brasil y en las selvas de Veraguas, donde los indios y hombres del campo las temen más que a las culebras. En Venezuela las llaman cumanagato, en la Guayana británica munuri, en Brasil tucandeira o tucandira o tocanguira. En Costa Rica la llaman hormiga-bala, y falofa en Panamá. En otras partes de Centroamérica y Brasil le dicen hormiga-24-horas para indicar que su picadura puede matar a las 24 horas de haberla realizado.

Suelen vivir en colonias de hasta 500 individuos, aunque es más frecuente encontrarlas en grupos de 12 a 20 siempre en la base de los grandes árboles de la selva. Basta irritarlas o molestarlas dando unas patadas en el suelo cubierto de hojarasca para que salgan de su hormiguero, y entonces hay que ponerse fuera de su alcance. Por eso capturarlas no es fácil y tiene sus riesgos, y fotografiarlas es aún más difícil a menos que se haga en cautividad.

Los campesinos de Panamá saben que cuando les clava el aguijón sufren dolores violentos en la parte afectada y sus alrededores, elevada temperatura, fiebre que puede durar tres días y a veces una zona de necrosis en torno a la picadura que tarda mucho en cicatrizar. El peligro radica en la sensibilización que puede producir y en que una segunda picadura puede provocar el choque anafiláctico mortal.