Si hoy en día un empresario anunciase a bombo y platillo su intención de sacar al mercado un nuevo producto, del que se supiera que contiene infinidad de sustancias nocivas y otras tóxicas, que a medio o largo plazo mataría a quienes lo consumiesen o bien que afectaría seriamente a su organismo, lo más probable es que ese producto ni siquiera llegara al mercado.
Del tabaco si embargo se sabe que mata, que contamina, que diversos cánceres están asociados a su consumo, que el número de personas que mueren al año por culpa de él se cuentan por millares, y también que en su elaboración se incluyen sustancias tóxicas, que además de matar generan adicción (nicotina) Ahí es dónde debe radicar su éxito, pues como decía al comienzo nadie en su sano juicio se llevaría algo a la boca algo que le va a matar.
Los cigarrillos modernos tienen mucho más que tabaco. Contienen nicotina, una droga altamente adictiva y que se encuentra en forma natural en la planta del tabaco. Esta droga se maneja con mucha precisión para aumentar su adicción, además se mezclan cientos de aditivos que van desde endulzantes hasta compuestos amoniacales, todo esto, casi siempre, sin controles gubernamentales, ni pruebas de laboratorios, reportes o vigilancia.
Aunque las compañías tabacaleras por lo general alegan que muchos de los aditivos que usan están aprobados para el consumo humano, no mencionan que al someterlos a altas temperaturas, las propiedades químicas de los mismos se alteran, haciéndolos en consecuencia, potencialmente tóxicos y /o activos desde el punto de vista farmacológico. Los aditivos tales como el amoníaco, eleva los niveles de ph en el humo del cigarrillo, generando altos niveles de «nicotina libre» la cual puede absorberse más rápidamente en el organismo que la «nicotina confinada» Se agregan endulzantes y sabores artificiales de manera tal que enmascaran el desagradable sabor del cigarrillo haciéndolo más agradable para los niños o para los individuos que se inician en su consumo. Sigue leyendo