Archivo de la categoría: Opinión

Eloy Tizón Editorial Anagrama 1992

Velocidad de los jardines (Eloy Tizón 1992)

Eloy Tizón
143 páginas
1992
Editorial Anagrama

Técnicas de iluminación es un magnífico libro de relatos de Eloy Tizón publicado el pasado año. En 1992 Tizón publicó con 28 años, otro libro de relatos, éste, Velocidad de los jardines. No sé la repercusión que tuvo entonces (entre la Expo y las olimpiadas), pero es un libro que hay que reivindicar y sobre todo leer.

Once relatos conforman la Velocidad de los jardines. Relatos variopintos y preciosos. Tizón desconcierta y apasiona al mismo el tiempo: hete ahí la alquimia. Sus relatos parecen estar al otro lado de la lente de un microscopio, a través de la cual, arrimamos la pupila para ver un mundo fragante, copioso, desconcertante y maravilloso, poblado de personajes singulares, donde los terrones de tiempo, nunca recuperado, se van espolvoreando, teñidos de algo parecido a la melancolía, y Tizón en cada relato obra el milagro, en unas pocas páginas, levanta un artefacto potente, inteligente, con unos puñados de palabras que cristalizan en el nucleo de las emociones, y así podemos perdernos de la mano de un viajante en la habitación de un hotel, en el aula 3ºB de un colegio, en un parque romano o en la mente de un personaje que viaja con la imaginación, y cada párrafo es fruta madura y jugosa, una ristra de frases para el recuerdo (bombillas mutiladas, hemorragias de serrín, el cielo iba cobrando el aspecto de una aguada presentada a concurso y rechazada, poseía esa piel descolorida y el dibujo de la cara era un triángulo cabeza abajo, rasgado por la boca muy escarlata y los ojos confiados y sin pintura, porque ahora sabemos que la única forma posible de morir sería la abolición de la memoria), porque Tizón aúna con brillantez el qué se cuenta, con el cómo, y el resultado es una lectura y relectura gozosa, un territorio fértil en el que uno desea perderse, porque este libro logra, lo que muy pocos consiguen, que es: evadirnos del mundo durante unas horas, darnos un respiro, amorrarnos a la literatura para beber de su pezón cálido hasta quedar ahítos, convencidos de que leer es una ganancia de tiempo.

Tizón, gracias.

Eloy Tizón en devaneos | Técnicas de iluminación

Lucía Puenzo, Duomo ediciones, 2013

Wakolda (Lucía Puenzo 2013)

Lucía Puenzo
2013
217 páginas
Duomo Ediciones

Lucía Puenzo (Buenos Aires 1976) es directora de cine, guionista y escritora. Wakolda la publicó en 2010, aquí en España, el año pasado. Después de los nazis, surgieron los caza nazis, siguiendo el rastro de los primeros, por todo el globo terráqueo. Muchos de estos nazis tras la II Guerra Mundial, recalaron en Argentina, donde no tenían apenas interés los lugareños en concretar las causas de la huida de Alemania de aquellos hombres y mujeres, a quienes agentes del Mosad y luego otros tantos tratarían de ajusticiar.

Uno de estos nazis, José, (el famoso personaje real Josef Mengele) un científico de prestigio del III Reich, tras acabar la Guerra, huye a Buenos Aires. Convertido en fugitivo, siempre está al acecho, evitando que sus captores le den caza. El libro comienza con el viaje que José emprende hacia el sur de argentina, por el territorio de la Patagonia, arribando a Bariloche. En su travesía conocerá a una familia. Con la hija menor de esta, Lilith entablará una relación libidinosa, a lo que ayuda que la niña es un espíritu rebelde y lolita en ciernes.

El lector sabe más cosas que las que familia conoce del siniestro personaje: un alemán atildado y educado, veterinario, médico y antropólogo para más señas, a quién los acontecimientos convertirán en una presencia necesaria.

De por medio el padre de Lilith, Enzo, a quien José manipula, como al resto, para tenerlo comiendo de su mano, toda vez que el dinero que José posee lo convierta en inversor, a fin de que Enzo, pueda llevar a cabo sus sueños.

La historia está narrada con eficacia y mantiene el suspense hasta el final.

Daniel Kehlmann

Yo y Kaminski (Daniel Kehlmann 2005)

Daniel Kehlmann
178 páginas
Editorial Acantilado
2005

Despido el año 2013 con este libro del alemán Daniel Kehlmann. Un valor en alza (junto a Geiger, Glavinic o Haas) de la novela alemana. O eso dicen. El libro me ha gustado escasamente.

El protagonista es el joven y muy pagado de sí mismo, Sebastian Zöllner, que espero y deseo no sea un trasunto de Kehlmann, pues resulta bastante despreciable. Kehlmann, en esta novela corta da su particular visión del mundo del arte. Para ello echa mano de un joven ambicioso, Zöllner y de un pintor venido a menos, conocido de Picasso y Matisse, de nombre Kaminski, a quien muchos creen ya muerto.

Kaminski tuvo sus días de gloria, y luego, medio ciego, desapareció entre las montañas de los Alpes. A su encuentro va Zöllner que trabaja como periodista, que piensa que una biografía de Kaminski, a quien le queda poco tiempo de vida, se vendería muy bien una vez acontezca el inevitable y deseable deceso.

Kelhmann busca el humor (inexistente) en la llegada de Zöllner al terruño de Kaminski, donde muchos lugareños desconocen de su existencia. Tras el recibimiento, la historia avanza cuando Zöllner decide llevarse a Kaminski, de paseo, para ver a una antigua novia, a quien el pintor cree muerto.

Convertido el libro en road-movie el resultado apenas mejora, los diálogos no tienen chispa alguna y la prosa de Kehlmann es plana, funcional y mortecina, hasta un final crepuscular.

Arno Geiger, El Aleph editores, 2013

El viejo rey en el exilio (Arno Geiger 2013)

Arno Geiger
157 páginas
El Aleph Editores
2013

El autor austriaco Arno Geiger (1968) aborda en su última novela (publicada por El Aleph editores) El viejo rey en el exilio la demencia de su padre August. Arno da por bueno lo que en su día afirmó Derrida -que se escribe, entre otras cosas, para pedir perdón- y el tono que adopta este relato autobiográfico viene a ser un homenaje al padre presente/ausente.

En los albores de la enfermedad del padre y al no disponer de toda la información, ciertas conductas del mismo, le resultan a Arno y al resto de su entorno familiar, apenas comprensibles y muy a menudo frustrantes y reprobables. Una vez que todos tomen consciencia de que su padre sufre una enfermedad degenerativa; demencia, alzheimer, es cuando tratan de organizarse y hacer las cosas de otra manera, a fin de coger el toro por los cuernos. Arno, va entonces al encuentro de su padre, del cual se había distanciado con el paso de los años, un encuentro no exento de tensiones, fricciones, desaliento, tristeza, alegría y esperanza. En resumen, un torbellino de sensaciones que experimenta todo cuidador que se faje en las atenciones dedicadas a un enfermo de larga duración y cuya mente es una cantera al aire libre, donde cada día es una detonación que la irá barrenando, hasta su extinción.

El libro, al tiempo que va constatando los progresos de la enfermedad en la mente de August, hasta verse obligado a dejar su casa para ser ingresado en un asilo, donde se cuestione a diario su falta de rendimiento y su escasa utilidad, va arrojando datos sobre la vida del mismo, sobre el efecto devastador que la guerra tuvo en su persona. August sobrevivió a la guerra, pero se llevó al futuro un trauma, que le impediría, de manera voluntaria, volver a salir de su pueblo y ver mundo, ceñido a un esquema mental que le impelirá a buscar la tranquilidad, el confort de lo cotidiano.

Arno nos habla del matrimonio de su padre, condenado éste al fracaso, de los hijos que tuvieron, de la separación, todo ello con la voluntad de comprender a su padre, de saber cómo fue su vida, y quizá un libro sea una buena forma de dejar por escrito, cómo, y a pesar de todo, las personas que nos rodean a menudo se nos muestran incompletas, apenas iluminadas, con pasados mutilados, o nunca narrados. Arno, por ejemplo, descubrirá unos papeles escritos por su padre donde explica cómo fue su regreso a casa, desde Bratislava, tras debatirse durante cuatro semanas entre la vida y la muerte, hechos de los que Arno no tendría conocimiento (más allá de una foto) si su padre no lo hubiera escrito en unas cuartillas que luego guardaría en unos cajones.

El libro está escrito desde el cariño, desde el reconocimiento, entendida la proximidad de la muerte y la estación anterior, la enfermedad, como una lección de vida y creo que si el libro resulta bastante emotivo y enriquecedor, éste queda perfectamente resumido en una foto, la de la solapa, en la que se va al padre y al hijo al aire libre, caminando. La mirada que el hijo destina a su padre y lo que ésta contiene, lo dice todo.

Lecturas periféricas
| La presencia pura (Christian Bobin) | No he salido de mi noche (Annie Ernaux) | Manual de pérdidas (Javier Sachez)