Archivo de la categoría: Relatos

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Abecedé (Juan Pablo Fuentes)

Comienzo el año saludando a una nueva editorial: Ediciones Letraheridas, que ha puesto en el mercado el atractivo libro de relatos, Abecedé, de Juan Pablo Fuentes (Logroño, 1975). Autor del que había leído anteriormente Palomitas. Responsable asimismo del indispensable blog Cuchitril Literario.

Aquí se dan cita 27 relatos, uno por cada letra del abecedario. Más otro de propina, bonus track que versa sobre el signo de puntuación punto y coma. A destacar la fértil imaginación (a riesgo de incurrir en un pleonasmo) del autor, que se dispara en todas las direcciones y que como lector curioso, agradezco mucho.

Juan Pablo maneja la mitología, ya sea Yo¿casta?, para hablarnos del incesto, en la M; Poseidón o Ulises en la P, para encarecer el valor de las palabras, del lenguaje, del universo que supone una enciclopedia; O Dánae en la B, cediendo el texto al empuje seminal, al placer licuante, al desbordamiento, al poder que la mirada ajena ejerce en nosotros, o al menos, en un pequeña parte de nuestra anatomía ; otro relato me evoca a Kafka, a K, el personaje de El proceso, en su lucha (perdida) contra las compañías telefónicas; abreva el autor en el imaginario común para con la Z llevarnos al Zorro, a un mundo quimérico en el que los matones, los malotes, los pegones, recibirán lo que se merezcan; la J nos aboca a la jota, a las 5J, al jamón serrano, al castellano, a San Millán de la Cogolla, a Gonzalo de Berceo, al vino: al cáliz de las letras; la Ñ, conduce a Juan Pablo a sus raíces, y juguetea con el nombre de su ciudad de nacimiento, que también es la mía; Un juego que nace desde las primeras páginas, en la dedicatoria: A B., C. y D. Se filtra la ternura entre las páginas, en la C, con el puto Cáncer que nos sustrae de los seres queridos, como acontece a la niña del relato con su madre; En V, con la inopinada salida del armario en la adolescencia y la importancia de las cadenas de la amistad, que lejos de atenazarnos sirven para conectarnos a los demás y para impedir que cedamos al nihilismo; En X, donde la vista erizada por la desnudez cede el turno al tacto, al tesoro, al milagro del seXo; Hay erotismo, carnalidad, voluptuosidad, en A, B, G, I. La G, nos lleva al punto G, letra que supone una abertura, una salida, un cambio de aires, como se ve. En I vemos que las apariencias engañan; Hay humor, Q es un relato desternillante de impactante final. Hay elementos futuristas: viajes en el tiempo (hacia el futuro), mezclados con la violencia ciega, el ánimo de venganza, esos traumas que nacen en la niñez para no morir nunca –pobre Ramón Ramírez-, jóvenes perturbados -una horda- que parece eviscerada de la película Funny Games. Hay elementos históricos en T.

En resumen, un feliz ingreso en el mundo de las letras para Letraheridas y su autor.

Escritores riojanos en Devaneos |

Adriana Bañares
Diego Lázaro
Jorge Alacid
Pascual Martínez
Juan Pablo Fuentes
Elvira Valgañón
Ánjel María Fernández
Sonia San Román
Luis Martínez de Mingo
Marta Alamañac
Ánjel María Fernández
José Ignacio Foronda

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Empate a diecisiete (Sonia San Román)

Cogí la línea 3 de autobuses, tomé asiento a la derecha del conductor y al girarme, lo que pensaba que serían unos folletos publicitarios, resultaron ser libros de la colección Libros sobre ruedas.
Era un relato (editado por siníndice editorial), Empate a diecisiete, de 18 páginas bien cundidas de Sonia San Román, ambientado en un pueblo de la Rioja, con un lenguaje local delicioso. Una exaltación de la amistad entre Mari (aficionada y practicante de la pelota a mano y sentenciada por ello como Mari Marimacho) e Isi, dos chicas adolescentes y también de un amor inconfeso en un ambiente familiar hostil. Y no puedo contar el desenlace pero sí decir que me ha encantado.

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Historias de la Artémila (Ana María Matute)

Historias de la Artémila de Ana María Matute, escrito en 1961, comprende 22 estupendos relatos.
Artémila es un territorio ganado a la imaginación, pero muy vinculado, no obstante, a los recuerdos infantiles de Ana María, a los años que pasó de niña en el municipio riojano de Mansilla de la Sierra, pueblo que fue anegado a principios de los sesenta.
La mirada de la autora no supone un canto bucólico a lo rural, más bien al contrario. Aquí importa más el paisanaje que el paisaje. No son fáciles las condiciones de vida en los pueblos: prima la escasez, y la miseria, menudea la enfermedad, y como colofón la muerte, que se ceba a menudo, en varios relatos con los niños.
Hay un hombre que fantasea con escapar, pero al final se queda junto a su mujer, otro que una vez fallecido el cónyuge experimenta un gran vacío que le obliga a exiliarse a una residencia de personas mayores.
Los niños deberían encarnar la pureza, la inocencia, pero no hay tal (o no como debiera), ya maliciados, apalizados, convertidos en correa de transmisión de la violencia recibida de sus progenitores, se enzarzan entre ellos, se toman la justicia por su mano, hacen sufrir al prójimo (otros niños), entregados a rencillas y venganzas.
En el ambiente hay una mezcla de tristeza y alegría. La de la madre que no ha superado la muerte de su hijo pequeño, la del niño que quiere huir con los foráneos, las jóvenes que mueren repentinamente de tristura, también el rayo de luz en la imaginación infantil, muy capaz de sortear gracias a ella la mostrenca realidad.

Mis relatos favoritos: El ausente, El gran vacío, El rey, Bernardino.

Ana María Matute| Pequeño teatro