Archivo de la categoría: Relatos

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Rip Van Winkle (Washington Irving)

Rip Van Winkle
Washington Irving
José J. de Olañeta
76 páginas
2012
Prólogo y traducción de Carmen Bravo-Villasante

Relato breve de Washington Irving con prólogo y traducción de Carmen Bravo-Villasante, cuyo protagonista es Rip Van Winkle, el cual ha de lidiar con una mujer que según él es una arpía. Como escudero su perro Wolf.
Una caminata fuera del poblado acarreará consecuencias impredecibles, abonando el terreno para el misterio y la fantasía. Bien equilibrado, la sensación al leerlo de que no sobra ni falta nada. Ambientado en los días previos a la guerra de la independencia de los Estados Unidos, escrito en 1819 es considerado el primer cuento de la literatura norteamericana. Literatura que permite jugar con los planos temporales y sus anomalías.

Cartilla de redención (Purificació Mascarell)

Cartilla de redención (Purificació Mascarell)

Purificació Mascarell
Cartilla de redención
Alta marea Ediciones
Año de publicación 2021
144 páginas

Cartilla de redención supone el sugerente debut en la ficción narrativa de Purificació Mascarell (Játiva, 1985). Son siete relatos: La córnea, La imperfección, El patio, Una historia inglesa, El alumno, Solo es agua, La visita. Algo más de 120 páginas.

Lo primero que me llama la atención del libro es la dedicatoria: A mis estudiantes, porque saben que todo podría ser de otras maneras.
Quizás porque la enseñanza es el contagio de una pasión.
Quizás porque nos es difícil, no solo a los jóvenes, entender la proteica realidad.
Quizás porque conviene abordar esta realidad desde distintos puntos de vista.
Quizás porque los errores son redimibles o abrigamos la esperanza.

Los relatos, en mayor o menor medida, abordan temas de actualidad, como puede ser una agresión física en un aula en La córnea; los efectos que pueden derivarse de la grabación de un vídeo sexual sin el conocimiento de los implicados, agravada la circunstancia audiovisual por la relación profesora-alumno en El alumno; el dar el visto bueno o no a esa oferta de ser el plan b (amatorio) de alguien en El patio (que deseo tenga más luces que sombras); las secuelas de una violación reciente en Solo es agua; la apropiación de la obra ajena que acaba convirtiéndose en propia y exitosa al tiempo que exige una confesión, un descargo en La imperfección; una presencia funnygamesca que romperá el limbo voluptuoso de una casa apartada cuando aparezca de la nada un quinqui que pondrá todo patas arriba en La visita; o un relato algo diferente al resto dotado de cierto aire misterioso, gótico, victoriano en Una historia inglesa.

Hay cierta exigencia intelectual que se verá correspondida cuando el lector sepa que transita por un paraje conocido, y a su manera reconfortante, cuando aparezcan en el texto referencia a a escritores, poetas, escultores, pintores, compositores: Max Ernst, Josef Hartwig, Otto Dix, Gabriel Fauré, Marisa Röesert, Elizabeth Taylor, Emilia Pardo Bazán, Satie, Lluís Vives, Christine Angot, Conan Doyle, Fiona MacCarthy, Elizabeth Siddal

La vindicación del feminismo que exige una toma de conciencia sobre una misma:

Recordamos cuando nos dio por jugar a la gūija y estudiamos el tablero en una casa abandonada cerca de las vías del tren adonde nos escabullíamos para dejar que los tíos nos sobaran a su antojo. Ellos, para calentarse; nosotras, para subir nuestra precaria autoestima. No había teoría feminista, ¿la conocen ahora las adolescentes?.

Leyendo el último relato La visita, parece que el intelecto y la sexualidad son rectas paralelas:

Tras años de relaciones intelectuales ya casi había olvidado el deleite de una boca fresca, unos dedos hábiles y un cuerpo presto.

Un alumno me recuerda a la secuencia de Días de vino y rosas cuando ella le dice a él que ojalá todo fuera como antes. Ella se lo dice a sí misma: cuánto quisiera volver para atrás. Y aquí no se trata del regreso a un pasado etílico en común, sino a esa vida muelle burguesa y cómoda que necesita ser espoleada con la infidelidad, para constatar luego que no hacía ninguna falta, para cosificar de paso al otro, y para evidenciar los distintas varas de medir según el sexo del infractor.

En definitiva, en Cartilla de redención, se dan cita temas de actualidad sobre los que la autora proyecta una mirada sagaz.

Y nada mejor para maridar la lectura de estos relatos que acompañarla de fartons y horchata bien fresquita, no granizada (que no solo fortifica las entrañas, sino que es buena también para los vértigos y los aturdimientos de cabeza), en uno de esos lugares con solera que tanto complacen al lector sibarita.

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Tierra fresca de su tumba (Giovanna Rivero)

Tierra fresca de su tumba
Giovanna Rivero
Candaya
Año de publicación: 2021
174 páginas

Seis relatos componen Tierra fresca de su tumba, escritos por la autora boliviana Giovanna Rivero (Montero, 1972).

Uno de los muchos alicientes de los relatos son sus tramas, muy variadas. Los personajes se sitúan en la periferia, viven en comunidades religiosas como la menonita, en una colonia japonesa en Bolivia, encuentran amparo en la música, en el gospel en una iglesia canadiense (en Piel de asno), parecen querer huir también de sí mismos, de sus miedos, sus traumas, de las garras del pasado. Los elementos perturbadores se manifiestan a través de la violencia, la violación (en Mansedumbre y Socorro), la enfermedad, el alcoholismo, los abusos sexuales, la familia, la ciencia, cuando emplea humanos como cobayas codiciosas (en Hermano ciervo), etc, pero todos estos elementos, debido a la extensión de los relatos, permiten trascender la mera anécdota y dan lugar a algo mucho más consistente.

Leyendo a Giovanna es evidente la capacidad de la autora para amasar las palabras, que uno lee y paladea y también para amansarlas, pues a pesar de lo que hay en juego, no se abunda en el tremendismo, en la vacua sensiblería pirotécnica. La realidad y la fantasía, las podemos ver como una puerta giratoria, evidenciada por ejemplo, con toda la sutileza, en el relato Cuando llueve parece humano. El terror puro se logra no tanto por lo que se muestra, como por lo que no se sabe, y queda oculto, pero se intuye, en el diálogo entre una madre que ha perdido a su hijo en el mar y el testimonio de quién estuvo a su lado en el naufragio, en Pez, tortuga, buitre.

La prosa delicada, matizada y bella, a pesar de la crudeza de lo expuesto, me remite a la técnica del origami de uno de los relatos, es en esa delicadeza del papel, deslumbrante por su plástica belleza -si se quiere, aquí convulsa- donde cristalizan los méritos de estos espléndidos relatos, muy capaces de remover y conmover y pienso, por ejemplo, en el primer relato La mansedumbre, que me trae ecos de Enero, de Sara Gallardo, si bien aquí la sequedad, no es tal, más bien, tierra húmeda en las manos, cuyo contacto al rastrillar nos trae la memoria de nuestro ser material, orgánico, natural.