Archivo de la categoría: reseña

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Las fieras (Roberto Vivero)

Las fieras es la primera pieza narrativa de Roberto Vivero. Publicada en 2009 en Baile del Sol (la contraportada rezaba así: Abecedea el escritor en los umbrales y límites de la literatura: hospitalidad para el hombre o monadología estética, en las alcantarillas por las que corren las lavazas del alma habitan las fieras) y posteriormente en 2022 en Ápeiron Ediciones.

Para mis cadáveres
y mis asesinos.
No os olvido. A ninguno.

La dedicatoria, el título de la novela y la foto de la cubierta pueden darnos algún pista acerca de la trama de libro.

El libro es un abecedario, 29 relatos sobre ¿niños? o ¿hemos de considerarlos fieras?, de la a, a la zeta, cada relato es un retrato, un aguafuerte, encabezado con el nombre del niño, Alicia, Enrico, Herminia, Teresa, Víctor… pero el nombre no nos dice tanto como lo que los completa: la niña podrida, la niña Tétrica, la niña Desierta, la niña de las Nubes, el niño Ubicuo, etcétera.

Ya en las postrimerías del libro leo “habría que prohibir la procreación durante un tiempo”. ¿Es esta la conclusión lógica a la que hemos de llegar después de haber culminado la lectura?, ¿Son niños o engendros los que desfilan por estas páginas?

Una lectura que no será complaciente ni agradable para el lector, ya que en el texto se suceden acciones por parte de los niños situadas al margen de la moral, pensemos en la zoofilia, la prostitución o el incesto.

Viene la conducta infantil marcada por la violencia, la indolencia, el egoísmo; niños que parecen adultos, y ahí quizás reside el quid de la novela, porque esas acciones talvez no haya que esperar a la edad adulta para cometerlas, y entonces la que nos venden como tierna infancia deviene un territorio hostil, hosco, amenazante, asfixiante para unos, que han de soportar burlas, agravios, agresiones y abusos, mientras otros en su libérrimo proceder hacen sufrir a sus progenitores con su egoísmo, indolencia y soberbia.

Niños o fieras, donde el espacio físico se convierte en un zoo humano y cada cual ha de hacer valer sus herramientas en pos de su supervivencia o de su buscada inacción. A unos los menoscaba la soledad, la introspección estéril, otros salen de sí mismos mediante la experimentación masturbatoria con sus cuerpos a lomos del deseo y hacia la tierra prometida del sexo, otros hacen que las pasen canutas los profesores con su nefasto comportamiento y pienso en Lema, el niño Levantaclases y en los padres subyugados por sus hijos, frente común frente al profesorado, luchando (los primeros) para que la enseñanza se pareciera más y más a una autoescuela.

El gran logro de la novela es que cada niño y niña se nos presentan con cualidades y atributos muy distintos, gracias a un lenguaje rico y en continuo desarrollo que me resulta sorprendente, en la construcción de frases inéditas (esquiva el giorgone de la tempestad de las miradas; se abrazan en un laocoonte de amor hecho puzle; un superbo y protervo elitista del daño y la inanidad; Mortadélico, camuflante, ibañizado por las circunstancias) y en donde la escritura iría trazando distintos retratos al carboncillo de los niños. Lo que veríamos no sería su rostro angelical, más bien su alma negra, abierta entonces la caja de Pandora de las pasiones y las obsesiones, de los deseos inconfesados y las acciones inmorales, de las servidumbres del determinismo, de las inercias nefastas del dejar hacer al educar, gracias todo ello a un narrador que examina (o los describe) con la misma frialdad y objetividad con la que un entomólogo viviseccionaría un insecto.

Empuja al perro hacia su entrepierna, rápido. Hunde su hocico. Saca la lengua, rápida, áspera, mojada. Lame a Llana hasta que la marea sigue subiendo en olas que arrastran trozos de Luna, cristales de luz fría, y con cuatro, cinco, seis golpes secos de cadera, de mero ser, el agua deja en la orilla de sus labios una sal purulenta que, como una droga, corre por su sangre envenenándola de éxtasis.

Restitución

Restitución (Mario Martín Gijón)

Restitución
Mario Martín Gijón
2023
280 páginas

En marzo del año pasado leí La pasión de Rafael Alconétar, novelaberinto u obra maestra, como prefieran, por si lo de novelaberinto no les impele a la lectura. En abril del presente año Mario publicó en Pre-Textos la novela Restitución.

Me llevé la novela en un viaje por Italia, a Venecia en concreto. Comienza así:

Fue en medio de una tormenta apocalíptica, mi rostro iluminado por el claroscuro de los relámpagos, que abandoné para siempre la Ciudad de la Belleza. Había estado sesteando en Campo San Polo, mirando a los alemanes tomarse sus Aperol Spritz

La Ciudad de la Belleza es Venecia y durante las primeras páginas me afané por buscar en la ciudad aquello que se iba mentando en la novela. La iba leyendo a paso de proboscidio, embargado además por una sensación extraña, pues creía estar leyendo una novela histórica, aunque luego comprobé que estaba ambientada en el presente, que un episodio, como El hombre del salto con DeLillo describiendo la caída de las torres gemelas, nos sitúa en París en 2019, en el momento en el que arde Nôtre Dame.

El polaco Zbigniew deja Venecia y como se suele decir, no encuentra dónde ahorcarse. Zbigniew es un artista, un escultor afanado en los motivos religiosos; una religiosidad que como la del beato que dilapida su existencia rezando, no parece deparar beneficios notables a sus pares, así nuestro escultor va centripetando, o escu(l)piendo de sí a quien quiere, como a su mujer Madzia, la cual cae en el domicilio de Neumann (en sus postrimerías vitales) como cuidadora, y de rondón Mario nos introduce a Heidegger y a Celan, al pensador y al poeta, al nazi y al judío. Al autor de los Cuadernos negros y al poeta autor de Todtnauberg, el cual decidió suicidarse arrojándose al Sena, quizás porque pensaba que solo la muerte sería capaz de restituirle todo cuanto le habían arrebatado en vida. Antes había intentado asesinar su mujer y luego quitarse la vida, y salió del psiquiátrico para reunirse con Heidegger, quizás con la esperanza de obtener una restitución, a tal fin, para ese encuentro escribió Todtnauberg.

Como todos los personajes de la novela parecen tocados por un espíritu, sino aventurero, sí errabundo (donde los personajes se sitúan en Carratraca, Málaga, Venecia, París, Berlín), los destinos de Sofia y del alemán Jeremy se unen para llevar a cabo una búsqueda, la del libro El fermento, obra de Ernesto Giménez Caballero. Un viaje físico que también deviene espiritual, pues veremos cómo Jeremías conecta con algo atávico, ancestral, en una visita a una cueva, sacando de sí su ánimo más primitivo y belicoso, quizás porque el corsé de la modernidad y el papanatismo del que se alimenta no le han dejado ser él mismo. Jeremías trae también a colación a Celan y a Heiddeger, pensador hacia el que sus afectos pendulean entre la veneración y el odio, pero al que decide leer, para no dejar que las opiniones de los demás condicionen la suya.

La novela se fragmenta y cambia de rumbo bruscamente. Un capítulo, El testamento chileno, nos lleva a 2020, para luego retrotraernos a 1973, al golpe de Estado en Chile. Ahí comparece el escultor Miroslav, junto a Eduardo, convertidos en dos pequeños seres rotos en un país roto. Y todo parece conectarse, y así la violencia de 1973 vuelve en 2020 con el presidente Sebastián Piñera declarando enemigos a los ciudadanos indignados del pueblo de Chile.

Otro capítulo, bajo el título La parábola europea, son las conversaciones que mantienen en un camión un puñado de cabezas que han sido guillotinadas.

Mario consigue un plausible equilibrio entre el qué y el cómo. Siempre hay tensión en el texto y continuas sorpresas, con un lenguaje exprimido en continuos juegos de palabras que tienen sentido, que dan plasticidad a la narración, siempre alimentada esta por el humor, la reflexión, la ironía, la transgresión, los apuntes eruditos y también vulgares.

Si están buscando una novela para dejar la mente en blanco, o para “no pensar”, Restitución es la peor opción posible.

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Fondamenta degli incurabili (Iosif Brodskij)

Dejaba Venecia sin querer irme, y la manera que tenía más a mano para seguir habitando la ciudad era conectarme a ella a través de la lectura. Así recurrí a Fondamenta degli incurabili de Iosif Brodskij. Leí los 51 fragmentos, las 108 páginas, en italiano y el libro cumplió su propósito. Me permitió seguir habitando en la ciudad, al menos mentalmente. Brodskij como tantos otros, y pienso en Nooteboom, cuando hollaron por vez primera Venecia sabían que querían volver. Y lo hicieron en innúmeras ocasiones. Brodskij regresó cada año (durante 17 inviernos) y a su muerte quiso que sus cenizas estuvieran en Venecia. No logrando el estatus de venecianos quisieron conocer los secretos de la ciudad, ser testigos de su magia, ver cómo la luz incide en el espejo de la laguna, o la manera en el que la historia -más de 1600 años- han ido conformando una ciudad que parece brotar del agua, como un tesoro propio de las novelas de piratas.

El autor lograr sustraerse a los lugares comunes, pero comparecen, no obstante, las góndolas y los canales, la basílica de San Marcos, la Iglesia de San Zacarías, el cementerio de San Michele (donde está enterrado Igor Stravinski), el trazado laberíntico, los leones alados y San Marcos, los edificios lamidos por el agua convertidos en su interior en neveros, en invierno, la acqua alta que obliga a los lugareños a echar mano de sus botas de agua. Un clima que es del gusto del ruso Brodskij.

Lo que eleva el texto es la calidad poética del mismo, la capacidad que tiene para evocar, para describir una ciudad siempre inasible, fantasmal, visitada en otoño e invierno por la niebla y la lluvia, y en la que el viajero, siempre en continuo movimiento (caminando o en vaporetto), no dejará de elevar la cabeza y moverla a hacia los lados tratando de asimilar tantísima belleza.

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Venecia. El león, la ciudad y el agua (Cees Nooteboom)

Cees Nooteboom lleva visitando Venecia desde 1964. Lo ha hecho en reiteradas ocasiones, alojándose en distintos barrios y en diversas estaciones del año.
Su libro sobre Venecia, con traducción de Isabel-Clara Lorda Vidal, va más allá de lo que hacen otros en estos libros de viajes, es decir, sobrevolar un poquito la bibliografía de la que se nutren con alguna vivencia personal.

Cees anhela mimetizarse con el paisaje y el paisanaje veneciano, ser parte de la ciudad, y para amarla como él lo hace, necesita conocer su historia, escuchar los secretos que la ciudad atesora, por eso en cada viaje que acomete va acompañado de un buen número de libros que le permiten abundar en este propósito.

Le sirve la Historia de Venecia de Norwich, Las piedras de Venecia de Ruskin, los poemas de Brodsky, el relato de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, si entendemos Venecia como un dédalo, las novelas de Donna Leon para poner negro sobre blanco la rampante corrupción y también recurre Cees a ensayos más recientes como Papeles falsos de Valeria Luiselli. Al final, cada viajero sigue las huella de los viajeros anteriores. Digo viajeros y no turistas, en una ciudad como Venecia que recibe 30 millones de turistas al año y tiene censadas 55000 almas.

Cees deambula por las calles sin tráfico, visita iglesias, analiza cuadros bajo su erudición en la materia, repara en detalles que en otras ocasiones le pasaron inadvertidos, y se deja empapar por la historia de Venecia, por sus más de mil años de historia. Quiere conocer Cees más sobre la vida de los dux, acerca de quienes son los rostros hoy convertidos en estatuas y el viaje que el lector emprenderá con Cees será un viaje moroso, porque no hay prisas, pues se trata de un deambular despreocupado que facilita el hallazgo, la sorpresa, el gozo de la estancia, al salir del vórtice de la Plaza San Marcos para descubrir otras zonas no arrasadas por las hordas turísticas, en donde poder dejar la mirada fija en el horizonte, mecido por la cuidad flotante conquistada a las aguas.