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Totalidad sexual del cosmos (Juan Bonilla)

Cada vez me resulta más interesante la lectura de biografías. Digo esto después de haber leído: Señor de las periferias de Jesús Montiel; Valéry. Tratar de vivir de Benoît Peeters con traducción de Mateo Pierre Avit; Maupassant y el otro de Alberto Savinio o Abandonar Costa Boacii. Ciorán una época de fragmentos de Oriol González, por citar solo algunos títulos que me han interesado.

Juan Bonilla, en Totalidad sexual del cosmos, recupera la figura de la mejicana Nahui Olin (1893-1978).

Biografía novelada con la que irá desbastando a Nahui, sacando su figura de la piedra marmórea del olvido, devolviéndola corporeidad y atributos, cara y cuerpo, la figura de una artista: poeta y pintora. Mujer que hizo de su capa un sayo, llevando más allá los límites que la sociedad imponía a toda mujer, y aquí: a la hija de un militar, a la esposa de un marido homosexual, a la madre de un niño prontamente muerto y por eso fue criticada, vilipendiada, cubierta de insultos.

La novela trata de limpiar su nombre de tanta mugre e ignominia sobre ella vomitada. Una prueba de amor.

Juan ofrece un relato hipnótico, cadencioso, una historia que me resulta voluptuosa, para contarnos una vida fragmentada en capítulos briosos, que se abren con un Ahora; presente en el que se irá cifrando la metamorfosis, el decurso de una existencia tan intensa, vívida como vivida.

Agradezco como lector la recuperación de mujeres como Nahui (una perfecta desconocida para mí), a quien Juan resucita en toda su complejidad y totalidad (aún a sabiendas de que esto resulta imposible) de un cosmos sexualizado.

Muy bueno.

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El peligro de las buenas compañías (Javier Gomá)

Ayer vi en el Teatro Bretón de los Herreros de Logroño, la obra de teatro escrita por Javier Gomá (al que además tuve el gran honor de conocer), filósofo al que he dedicado parte de mi tiempo para leer y reseñar libros suyos como Ingenuidad aprendida, Razón portería o Ejemplaridad pública.

El peligro de las buenas compañías (la obra tiene retranca desde el título) es la tercera obra de teatro de Javier Gomá y supone la adaptación de su libro Quiero cansarme contigo.
Quiero cansarme contigo
Tras devanarse los sesos en ensayos con conceptos como el de la ejemplaridad, la obra parece la puesta en práctica de dicha ejemplaridad, para ver qué efectos tiene la misma, aquí encarnada por un cuñado bondadoso al que resulta imposible pillar en un renuncio y que trae por el camino de la amargura a Tristán (un magnífico Fernando Cayo), quien está a un tris de cumplir los cincuenta, sufre la crisis de pareja, la desatención de sus hijos y el éxito laboral (por la vía de la promoción), el cual parece incapaz de remedar todo lo que ha ido dejando descuidado por el camino.

El acusado contraste entre Tristán y su cuñado, entre la bondad y la malicia, y una serie de enredos, ya sean sobre enfermedades reales u operaciones quirúrgicas inventadas, abonan el terreno para el humor que germinará en continuas carcajadas, porque ¿esta obra es de las que puede uno clasificar como de humor inteligente sin apartarse de la verdad? Creo que sí.

Soy un hombre, nada humano me es ajeno, dijo Terencio y Gomá creo que no rehuye lo prosaico, al contrario, lo asume para analizarlo y voltearlo, para mostrar que todo es más proteico de lo que pueda parecer, y más complejo, y como en uno de sus artículos aquel que decía Lo quiero todo, creo que cualquier ser humano se debate en esta tesitura, queremos una cosa y la contraria y crecemos avanzando en nuestras contradicciones.

Así, Tristán que es un crápula también desearía ser bondadoso, aunque fuera un rato, y su cuñado también desearía dejar de ser tan bondadoso, para maliciarse, porque siempre tenemos que elegir y mantener nuestras convicciones a pesar de que vayamos cambiando, nosotros y cuanto nos rodea.
Hay cariño hacia los cuatro personajes, a los que el autor salva, buscando ese punto intermedio, de encuentro, en el que personas tan dispares son capaces de quererse.

Elenco: Fernando Cayo, Carmen Conesa, Ernesto Arias y Miriam Montilla
Dirección: Juan Carlos Rubio.

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El rayo verde (Julio Verne)

Un amigo residente en Dublín me hizo conocedor de este podcast acerca de Julio Verne y su relación con Vigo. En el podcast se menciona El rayo verde, obra de Julio Verne no tan conocida como otras, tales como 20.000 lenguas de viajes submarino o Viaje al centro de la tierra.

Caminando días atrás entre los puestos de la feria del Libro en La Coruña, vi uno de la editorial Eneida, y allí estaba a la vista El rayo verde, novela que adquirí. Creo que es la primera novela que he leído del autor galo.

El rayo verde es una novela de aventuras, una singladura marítima de cabotaje, en la que Helena, una joven huérfana e intrépida al cuidado de sus dos tíos, se empecina en ir en busca del rayo verde, ese destello, el último rayo que el disco solar lanza antes de hundirse en el mar, cuya contemplación depara al espectador el verdadero verde de la esperanza, tal como Helena lee en un artículo en el Morning post.

A la joven Helena sus tíos la quieren desposar con un científico erudito, Aristobulus, que es tan plasta como pretencioso. Inopinadamente conocen a otro joven, un pintor, Olivier, que tamiza la realidad con la poesía y a quien ir en busca del rayo verde se le antoja también una aventura muy ilusionante.

El periplo los hará descender por el río Clyde, ir al golfo de Corryvreckan, arribar a Oban, Iona, Staffa, por las Hébridas escocesas (archipiélago de 500 islas, de las que 400 están deshabitadas), en un recorrido topográfico, histórico y etnológico. No hubiera venido nada mal después del índice, un mapa en el que situar las localidades y lugares que se mencionan.

La narración, publicada en su día por entregas en el periódico francés Le Temps en 1882, resulta alegre, divertida, romanticona, interesante, pues le suceden un montón aventuras como la acontecida en la gruta de Fingal, y vence el amor.

Julio Verne (1828-1905), muy aficionado a la ciencia y precursor de muchos inventos que luego se materializarían, ridiculiza bastante a ese científico presuntuoso y prosaico, cuya erudición solo le sirve al poseedor de la misma. En contraste, el pintor Olivier es fantasioso, valiente, un hombre de acción, capaz de cualquier cosa, incluso ofrecer su vida por salvar la de su amada.

Me ha gustado leer a Julio Verne y me ha picado el gusanillo por leerlo más, después de escuchar este podcast (el episodio cuatro) de Bruno Galindo en La biblioteca de Julio, creo que seguiré con 20.000 leguas de viaje submarino.

¿Cuál es vuestra novela favorita de Julio Verne?