Finalmente he cumplido mi sueño de acudir a un restaurante Japonés (en Logroño lo más parecido es un Teppanyaki sito en la Gran Vía), el Ikura ML. La experiencia resultó muy satisfactoria. Cada uno de los platos, o mejor dicho, bocaditos, que formaban parte del menú estaban a cual mejor. Un estallido de sabores que iban aflorando al paladar a medida que lo ibas ingiriendo.
En resumen, una auténtica maravilla. Al ser primerizos y así hacerlo saber a la camarera que nos atendía, nos ofrecieron una versión más light, menos purista, con menos sushi o alimentos crudos, y casi todo llevaba un golpe de soplete. Las fotos creo que hablan por sí solas. Las veo y me dan ganas de recenar. Tras comer en el Ikura ML, me dan ganas de seguir profundizando en la cocina nipona.
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El Serbal Restaurante Santander
Hay quien en Semana Santa aprovecha para ver todas las procesiones que se le ponen a tiro. El sibarita opta por ir de restaurantes.
En esta ocasión, el restaurante elegido fue El Serbal, en Santander. Uno de los cinco restaurantes cántabros que este año mantienen una estrella de La Guía Michelín. Los otros cuatro son Cenador de Amós (Villaverde de Pontones), El Nuevo Molino (Puente Arce), Annua(San Vicente de la Barquera) y Solana (Ampuero, La Bien Aparecida).
Al parecer y a resultas de la crisis, no nos resultaría difícil conseguir mesa para estas fechas tan señaladas. Fuimos el domingo. El salón donde nos ubicaron estaba al completo.
Este es el aspecto que mostraba el salón donde comimos. Está vacío porque ya nos íbamos, después de tres horas comiendo.
Luego tuvimos que elegir el pan. Hay un buen surtido, como se puede apreciar en la foto. Optamos por uno relleno de tomates y otro de aceitunas. Parece ser que son dos de las últimas incorporaciones en esa miríada de panes.
Tras tomar asiento nos dieron a elegir a probar entre varios vinos. Optamos por un Jerez.
Pasamos de los platos de la Carta y nos decantamos por el Menú Degustación, el cual consta de los platos que se ven en las fotos.
A modo de aperitivo nos ofrecieron una purrusalda con bacalao que funcionaba muy bien como entrante.
Ensalada de queso de Las Garmillas, con achoas del Cantábrico cebolla en tempura y tomate en texturas. Fue el plato más flojillo de todos a pesar de admitir que la tempura de cebolla y la gelatina de tomate son creaciones culinarias muy interesantes. Sigue leyendo
Tajmahall comida India en Logroño
Ya que en Logroño disponemos de pocos restaurantes étnicos la apertura de un presunto restaurante indio, en un local, donde en su día hubo un restaurante chino, que fue uno de los primeros chinos en abrir en la capital Riojana, y también de cerrar, es toda una noticia. Finalmente accedimos al local esta semana.
El restaurante es bastante grande, si bien estaba practicamente vacío. Allí recaló una familia, un americano y nosotros. Agradezco, no solo en los indios, sino en un japonés, que quien me toma nota, me asesore, como te asesoran si vas a una tienda a comprar ropa, un televisor o cualquier otro producto. El vendedor descubre le que te puede gustar y te ofrece un producto acorde con tus deseos. Esto en restaurantes a los que he acudido no sucede. Si vas a un Japonés, parece que tienes la obligación de ir con la lección aprendida, y si les preguntas la diferencia entre sushi, sashimi, te miran mal, como si fueras un ignorante que ha ido allí a hocicar, sin mostrar ningún respeto por su comida milenaria y lejos de verte ayudado te sientes ninguneado (o quizá no pero tengo las defensas bajas y estoy supersensible, que puede ser). En el Indio este de marras, el TajMahall, sucede algo parecido. Tienen una carta muy amplia, pero puestos a pedir auxilio o socorro, alguna recomendación, la chica que atiende, pone voluntad pero eso no ayuda, sino se conoce a la perfección cada uno de los platos. Hay que tener en cuenta sobre todo el picante que en estos platos hace acto de presencia. Si a alguien no le va el picante, y no le advierten y compruebas que tu lengua echa humo salvo cuando bebes cerveza, es posible que no repitas nunca más. Si te advierten o te orientan hacia otros platos que pueden adaptarse a tus gustos el varapalo puede ser menor.
Al final siempre tienes la opción de pedir un menú variado y así probar el mayor número de cosas a las bravas, que es lo que hicimos. Por la mesa desfilaron entrantes a bases de verduras y legumbres, que pecaban de aceitosos, un arroz mediocre (quien come sushi sabe que un pescado mediocre tiene arreglo pero un pescado excepcional con una arroz malo no tiene remedio. No lo digo yo lo dice un cocinero japonés cuyo nombre no recuerdo que lo explicaba el otro día en un reportaje estupendo sobre el Sushi en la 2), un pan, que era una torta aceitosa, y luego dos cacerolos de bolsillo, uno con pollo, una salsa de curry, coco y nata líquida y otro de cordero, flotando en una salsa con cilantro y demás hierbas. De postre nos ventilamos un batido de mango y una tarta con azafrán, que resultó ser lo mejor de la comida. Para beber cerveza india.
Al final de la sala había un televisor, encendido. Cuando la camarera nos tomó nota y una de nuestras hijas, como el oráculo que habla dijo «no se come viendo la tele«, la camarera entendió lo que quiso entender y lejos de apagar la tele, quitó el canal de Antena 3 y puso Clan (los que tienen hijos saben de sobra que Clan+Disney Chanel+Boing=Santísima Trinidad). Así las niñas mientras se ventilaban su arroz basmati con pechuga de pollo, echaban un vistazo a Bob Esponja y a Calamardo. El televisor se veía y se oía.
Uno sale de su casa para recibir nuevas sensaciones, entra en un restaurante, como el que entra un templo, gastronómico, en este caso, con idea de desconectar y dejar los sentidos a merced de los alimentos que ingiere y te das cuenta de no hay escapatoria, que los restaurantes, ya sea con televisores o con música a todo volumen, que también sucede, hacen que la experiencia gastronómica, no sea tal.
Si a la hora de pagar, te sueltan en todo el morro, a quemarropa, que no admiten tarjetas (lo cual no está escrito por ninguna parte, ni dentro ni fuera del local), y tienes que ir a buscar un cajero por la zona, el resultado de la cena es pésimo y tienes claro que no volverás, o quizá sí, porque como dice el refrán no podemos afirmar que «De este Indio no comeré».
A finales del 2013, el restaurante después de un año abierto ha cerrado. Fin de la historia. Ahora el que quiera comer comida india, o lo que sea que hagan en sus cocinas, tendrá que ir a la Calle Chile, que hay otro restaurante indio.
Restaurante Indio TajMahall en Logroño
En la Avenida Gonzalo de Berceo, en la ciudad de Logroño, donde hace unos años abrió sus puertas el restaurante La Gran Muralla, un restaurante chino, pionero en la ciudad, tras llevar unos cuantos años cerrado, finalmente, han decidido darle algo de vida al local. Se trata de un restaurante. El Restaurante Indio TajMahall. (el nombre del restaurante es de chiste, tanto como esas tiendas de ropa chinas que se llaman Fara). Cuando vi el cartel, ingenuo de mí, me emocioné, pues que yo sepa creo que no tenemos ningún restaurante Indio en Logroño. Lo inauguran hoy viernes. Me acerqué a la entrada a consultar los platos, y me llevé un chasco, dado que no se distingue en nada de un Kebah convencional. Unos días después he visto que además de la comida típica de un kebah hay otros platos, al parecer indios, pero según indican preparados a la manera occidental.
Si alguien lee esto y come en este restaurante que comente qué le ha parecido. De esta manera mejora la oferta culinaria de la zona oeste, un tanto desguarnecida, dado que salvo El Cid, El Egües y la Bodeguilla, no hay restaurantes hasta que llegas a la Gran Vía y te topas que un «Japones» y un «Wok«. El Tapelia cerró y no han vuelto a abrir nada en ese local.