Archivo de la categoría: Talentura

IMG_20240612_232206

La memoria del gintonic (Antonio Báez)

Si Faulkner mostró a través de su personaje Benji que se podía contar una historia mediante los ojos, o los sentidos de un discapacitado psíquico, Antonio Báez, en su primera novela, La memoria del gintonic, anterior a La magia de los días y La radiante edad, erige su narración con la vez de Eulogia, quien frisando los setenta irá perdiendo las facultades mentales, camino del Alzheimer.

Esta manera de irse borrando a sí misma es arrostrada con la original idea de apuntarse a un curso de escritura creativa on-line. De esta manera, mediante su relato iremos conociendo su vida actual: los cuidados que le presta la caboverdiana Palmira, las escasas visitas de sus nietos, su mala relación con su nuera, la ausencia siempre presente de su hermana muerta, los cuidados prestados a su marido hasta su muerte, el deseo explicitado en la figura de Apolo, el tira y afloja con su hijo.

El proceso alquímico que es la escritura será para Palmira un ajuste de cuentas con la vida. Esa es la idea, pero a fin de cuentas es una manera, creo que la mejor, de fijar su existencia, como hacen las fotos, si bien, mientras estas son estáticas, la narración es algo orgánico y se nos presenta aquí con un carácter metaliterario, porque Eulogia a medida que va construyendo su novela, interpela a veces al posible lector de estas letras.

Báez va construyendo su impredecible y correoso personaje con jirones y retazos. Sorprenden algunas palabras en la boca de Eulogia, que toma de los jóvenes a los que dio clase (y seguramente sea una apropiación que el autor, como docente, tan bien conoce), también ciertos latinazos, pues no sabemos tampoco qué cultura atesora Palmira. Lo evidente es que le gusta salsear y tomarse sus gintonics con Palmira, y que cuando le pica el deseo también necesita verterse sobre el papel.

La desmemoria sabemos que causa estragos, altera la percepción de las cosas, como vemos en la relación con Palmira, donde a menudo se levantan falsas acusaciones. Eulogia comienza a desvariar, a hacer cosas raras, y sus palabras y recuerdos (una bruma cada vez más insensata) son el ancla con la vida real, mientras los fantasmas del pasado se ciernen sobre ella.

La memoria del gintonic la leo más como relato que como novela, un relato largo, que para ser novela hubiera necesitado desarrollar más todos los personajes periféricos, y asimismo el personaje de Palmira. Relato que se ve acompañado de otros dos, El regalo y El banquete. Este último, guarda relación con La memoria del gintonic y se sale por la tangente con un final totalmente inesperado.

IMG_20211024_093829~3

La radiante edad (Antonio Báez)

La radiante edad
Antonio Báez
Talentura
2021
184 páginas

La escritura, como las sombras chinescas, permite crear imágenes con las manos de la imaginación, ya sea combinando aquí lo autobiográfico con la ficción, en pos de testimoniar los años de la juventud del autor, yendo hasta su infancia para retratar a sus progenitores, y sus circunstancias a superar, como la emigración laboral paterna en Suiza, la vida en una portería, después de haber abandonado el campo; las familias tan extensas en las que hay primos que no llegan a conocerse, los tíos paternos descritos con aires de película del oeste, cuando el horizonte vital de aquellos hombretones tenía hechuras de western.

La educación sentimental aquí no es tal, porque ya nos advierte el autor de que la vida no es escuela de nada. En todo caso en las manos un Manual de pérdidas, pérdidas de todo tipo, como la muerte del hermano mediano del autor.
La vida entonces va yendo y en la distancia, la que faculta la escritura, corregimos los recuerdos, los creamos, inventamos un pasado, o lo mostramos tan a las claras, de una forma tan desenfadada que no parece real.

El texto no elude la malhadada realidad, bebe en ella, en el asesinato de Miguel Ángel Blanco (sin nombrarlo), los crímenes yihadistas en Las Ramblas, las dos niñas asesinadas y descuartizadas por su padre, impasible. Tampoco descuida el texto aquello que guarda relación, no tanto con la creación literaria, sino con los egos y envidias autorales devenidas tras la publicación, como ese mirlo blanco, siempre inalcanzable y objeto de todas las envidias.

Lo autobiográfico nos expone el paso por el instituto del autor, como docente de lenguas clásicas, pero apenas hay latinajos, a no ser algún sine die, o algún mito griego como Laocoonte, Eneas o las Erinias; sus correrías por Granada, el ambiente en un piso de estudiantes, la querencia por mujeres descuidadas, sus enfermedades o aprensiones urológicas, etc.

El autor crea un entramado que requiere una lectura atenta, que recompensa al lector, pues el texto es compacto, sin párrafos ni marcas que nos adviertan quién habla, ni cuando el espacio y el tiempo han cambiado, ni dónde la realidad deja de hacer pie para sumergirse en la fantasía, o bien abrazar la ficción. Novela dotada entonces de un ritmo vertiginoso, subyugante.

La radiante edad es una puesta en práctica del zoótropo, una película de palabras, con final abierto, porque la vida sigue, suma (aunque haya que echarle arrestos) y se consuma, y espero que Antonio siga ahí fajado sobre el papel, con su luminosa prosa, dando cuenta de ella.

Estantería libros

Lecturas y editoriales

He puesto los enlaces a las editoriales que han publicado los libros que he leído estos últimos años. Una lista que no deja de crecer y que ya supera la centena de editoriales.

Acantilado
Adriana Hidalgo
Alba
Alfabia
Alfaguara
Alianza
Altamarea ediciones
Alrevés
Anagrama
Ápeiron
Ardicia
Árdora
Ariel
Atalanta
Austral
Automática
Avant editorial
Baile del Sol
Bala perdida
Balduque
Barataria
Barrett
Base
Belvedere
Berenice
Blackie Books
Boria
Bruguera
Caballo de Troya
Cabaret Voltaire
Candaya
Carmot Press
Carpe Noctem
Cátedra
Círculo de lectores
Comba
Cuatro Ediciones
Debolsillo
Demipage
De Conatus
e.d.a
Ediciones Casiopea
Destino
Ediciones del Viento
Ediciones La Palma
Ediciones La piedra lunar
Edhasa
El Desvelo
Eneida
Errata Naturae
Espuela de Plata
Eterna Cadencia
Eutelequia
Fragmenta>
Fórcola
Franz Ediciones
Fulgencio Pimentel
Gadir
Galaxia Gutenberg
Gallo Nero
Gatopardo
Gredos
Grijalbo
Hermida
Hoja de Lata
Hueders
Huerga & Fierro
Hurtado & Ortega
Impedimenta
Jekyll & Jill
Kalandraka
KRK
La Discreta
La línea del horizonte
La Navaja Suiza
La uña rota
Las afueras
Lengua de trapo
Libros de Ítaca
Libros del Asteroide
Los Aciertos
Los libros del lince
Lumen
Lupercalia
Malas Tierras
Malpaso
Mármara ediciones
Minúscula
Muchnik
Nórdica
Olañeta editor
Paidos
Páginas de Espuma
Pálido fuego
Papeles mínimos
Paralelo Sur
Pasos perdidos
Pengüin
Península
Pepitas de calabaza
Periférica
Pez de Plata
Plaza Janes
Playa de Ákaba
Pregunta Ediciones
Pre-Textos
Random House
RBA
Reino de Cordelia
Sajalín
Salamandra
Sapere Aude
Seix Barral
Sexto Piso
Siruela
Sloper
Stirner
Talentura
Tandaia
Taurus
Témenos
Trama
Tránsito
Tresmolins
Trifoldi
Trifolium
Tropo
Tusquets
Turner
WunderKammer

51E5ssUtSfL

Abre la puerta (Alena Collar)

Abre la puerta de Alena Collar (Madrid, 1960) publicado por Talentura, recoge 30 relatos cortos en poco más de 180 páginas.

La lectura viene a ser como un paseo por la desgracia ajena, algo parecido a Piscinas vacías de Laura Ferrero pero sin tantas dosis de dramatismo. Una desgracia ajena que siempre deviene propia. No se nos hurta la enfermedad, la muerte, los niños robados, los trabajos precarios, los sueños incumplidos, las víctimas de la violencia machista, la necesidad de abandonar un hogar, la incomprensión familiar, las consecuencias de la guerra civil… y también hay algo de luz cuando se abre la puerta a la camaradería, la amistad, el afecto.

Aquí la escritura vendría a ser como esa manguera que en manos de la escritora decide empapar al lector de realidad y lo hace con relatos que beben de lo cotidiano y lo prosaico, con diálogos que parecen sacados de cualquier patio de luces, del bar de la esquina, de la carnicería del barrio, de la charleta con un familiar, de un vagon de metro; son vidas funcionariales y experiencias tan normales como humanas a las que Alena Collar quiere dar voz y relieve; relatos cuyo planteamiento dista mucho, por ejemplo, del de las Vidas minúsculas de Pierre Michon, cuyo tono era más elevado, el lenguaje más alambicado y más sugerente su estilo; aquí hay como cierta urgencia por contarlo y describirlo todo y ahora, de llevar a cabo una taxonomía de la realidad menos complaciente, de abrir los ojos a ciertos temas incómodos que le sirvan de catarsis al lector, si bien yo prefiero huir de lo explícito, no estrangular nunca la sugerencia y finalizar los libros o los relatos como hacía Williams en su espléndido Stoner.