Después de haber leído estas Historias y relatos de Walter Benjamin, con traducción de Gonzalo Hernández Ortega, me quedo con su labor ensayista, con libros como Iluminaciones, con sus ensayos sobre Badeaulaire, o con lo escrito en el Libro de los pasajes. Es precisamente cuando Benjamin exhibe su vena más ensayística cuando mejor es el relato, como cuando se explaya en cuanto al arte de la narración.
Los relatos son variados, abordan todo tipo de temáticas (el juego, el arte de los nudos, los carnavales…), se sitúan en diversas partes del globo terráqueo (Marsella, Ravello, Ibiza….), hay artistas, escultores, escritores, jugadores, enanos, fumadores de hachís…, todos ellos con muchas ganas de hablar y expresarse, de entregarse a la oralidad, a narrar sus peripecias. Los textos son cosmopolitas, eruditos. Algo que es de esperar en alguien tan viajado y leído como Walter Benjamin. Pero todo esto no funciona. La chispa no prende. Se pregunta uno de los personajes en un relato qué significado tiene todo eso que comprende la historia que le refieren. Eso mismo me pregunto yo al leer algunos de sus relatos e historias, cuando la clave quizás consista aquí precisamente en eso, en dejarse llevar, en poner el oído y escuchar, sorprenderse o simplemente bostezar, sin que el hilo de la narración logre atraparme con alguno de sus múltiples anzuelos, y a fe que Walter lo intenta y se aplica en cada historia y relato.
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Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza (Vicente Valero)
Los que hemos leído la estupenda novela Los extraños sabemos lo bien que escribe el poeta, novelista y ensayista ibicenco Vicente Valero (Ibiza, 1963). En Experiencia y pobreza Valero recoge el paso del escritor y filósofo alemán por la isla de Ibiza en dos ocasiones, en 1932 y en 1933.
Como hacía Valero en El arte de la fuga con otras figuras como San Juan de la Cruz, Hölderlin o Pessoa, aquí reconstruye a modo de semblanza cómo fueron esos meses que Walter Benjamin pasó en Ibiza, isla mediterránea a la que llegaría por casualidad, al aceptar la invitación que un día le hiciera en una calle de Berlín Felix Noeggerath.
Benjamin atravesaba entonces una crisis personal tras su separación y llegar a la remota y desconocida isla de Ibiza sería una experiencia balsámica y cauterizadora (me recuerda a lo que vivió Alex Munthe en su estancia en Capri). Allí, a pesar de no tener apenas recursos, que le daban lo justo para pagar una habitación y las tres comidas diarias, se embelesa con el paisaje virgen, la contemplación del mar, el clima benigno -un mundo arcaico, ancestral, primigenio que lo subyuga-, y pasa las semanas despreocupado, dándose un baño en el mar al despertar, luego otro baño de sol y ocupando el resto del tiempo en leer y escribir. Su obra Libro de los Pasajes ya estaba en marcha desde 1927 y escribía entonces Infancia en Berlín. Obtenía ingresos con las reseñas de libros que publicaba en la prensa alemana y con colaboraciones radiofónicas, aunque su situación económica empeorará al llegar Hitler al poder, y por su condición de judío pasará de ser un viajero a un exiliado o un fugitivo, como le sucede al final de sus días.
A través de sus diarios y de las cartas que escribe Benjamin, vemos su día a día en la isla, los contactos que irá haciendo -su relación con Walther Spelbink, Jean Selz, Felix Noeggerath, Verspohl, Jokish, su infructuosa relación amorosa con Toet ten Cate…-su mezclarse con los lugareños, su ansia por escuchar sus relatos, por entender sus costumbres, una suerte de topografía física y humana que pasmaría en sus Discursos interrumpidos I; lo provechosos que le resultan sus caminatas por la isla (modelo para otros andariegos como Walser), lo mucho que le gustan la arquitectura local y esos porxos (las funcionales y sencillas casas ibicencas), la manera en que ese mundo arcaico en el que está inserto y que tanto disfruta va dejando paso irremediablemente al progreso, con la construcción del primer hotel en San Antonio de la mano de José Rosselló, ya que a pesar de que Benjamin se adecúa bien a su día a día austero (el miserable le apodan los del lugar) donde no cuenta en su vivienda ni con luz eléctrica ni con agua corriente, algunos ya ven que el turismo puede ser una fuente de ingresos que proporcionaría a la isla el progreso económico y social que necesita, como tendrá ocasión de comprobar Benjamin a su regreso en 1933 donde hay muchos más turistas que la primera vez, sobre todo alemanes y americanos, se han construido muchas casas, el precio de los alquileres va al alza, y no consigue la serenidad y placidez de su primera vez.
Casualmente Benjamin está allá cuando Franco visita la isla en mayo 1933 como Comandante Militar de Baleares y pasa por delante suyo. Una guerra civil española que marcaría en parte el trágico destino de Benjamin, dado que en 1940 tras haber dejado ya Benjamin Ibiza, recalar en París y hacer varias visitas a Bertol Brecht en Skovsbostrand (Dinamarca), quiere entrar en España cruzando los Pirineos siguiendo la ruta Lister y en el puesto fronterizo de Portbou le impiden el paso, al no tener el visado de salida del gobierno francés. Ante la perspectiva de ir a parar a un campo de concentración en Francia la noche del 26 de septiembre de 1940 decide quitarse la vida con unas píldoras de morfina.
Recorrer la vida de Benjamin y esos años capitales y convulsos comprendidos entre 1932 y 1940 de la mano de Vicente Valero me ha resultado una experiencia muy gozosa. No solo porque Valero sea ibicenco y conozca de primera mano de lo que habla (Valero se ha encargado también de la correspondencia ibicenca de Benjamin en Cartas de la época de Ibiza), sino porque su prosa, al igual que me sucedió cuando leí Los extraños me ha seducido de tal manera que al igual que a Benjamin su primera estancia en Ibiza su lectura me reconforta y alimenta.
El libro lo publicó en 2001 la editorial Península. Periférica lo reeditó en 2017 y desconozco si difiere en algo del anterior, porque no se hace ninguna mención al mismo.
Walter Benjamin en Devaneos | La tarea del crítico
La tarea del crítico (Walter Benjamin)
Walter Benjamin (1892-1940) se propuso ser el mejor crítico de la literatura alemana. La editorial Hueders pone a nuestra disposición, en La tarea del crítico, algo más de veinte reseñas de Benjamin sobre libros publicados entre 1925 y 1940. La lectura de estas reseñas no creo que nos aporte suficientes elementos de juicio como para afirmar que Walter cumplió el propósito arriba enunciado. Un libro de estas características exige conocer los libros reseñados, así como a los autores que los escribieron, conocer en definitiva, muy bien la Alemania de la segunda a la cuarta década del siglo XX, aunque Walter también fije su estilete en autores como Dostoievski (Cuando termino un libro de Dostoievski, primero tengo que regresar a mí mismo, restablecerme. Debo orientarme, como al despertar, tras haberme percibido vagamente durante la lectura, como durante un sueño. Pues Dostoievski entrega mi conciencia maniatada al horroroso laboratorio de su fantasía, exponiéndola a sucesos, visiones y voces que me son ajenas y en donde se diluye. Hasta el más nimio de sus personajes está abandonado a su suerte, fue entregada a ella con las manos atadas) o Léauteaud. En el texto encontraremos interesantes reflexiones filosóficas, históricas, sociológicas, lingüisticas…, pues la labor crítica de Walter trasciende el enjuiciamiento crítico de las novelas, hacia postulados más universales, que nos permitan conocer el pensamiento de Benjamin sobre el pacifismo, la guerra, la crisis de la novela, el humanitarismo, la relación entre la palabra y la imagen, sobre el origen del lenguaje, etc.
A la hora de ejercer su labor crítica Walter seguía esta premisa:
«La crítica debe ser una crítica aniquiladora. Debe dejar de ser eso inofensivo en lo que se había convertido. Tampoco podrá limitarse a la buena voluntad de la enunciación de un juicio del gusto; eso la restringiría al ámbito subjetivo, el de una opinión«.
Me resulta curioso que Walter se negase a publicar la reseña escrita en 1934 de «La novela de los dos centavos» de Brecht, pues los honorarios que le ofrecieron le resultaron insuficientes. Reseña inédita que apareció en 1966. Es evidente, como se ve, que la crítica literaria en particular y los bienes culturales en general, no dejan de ser otros artículos de consumo más, que se rigen por las leyes del mercado.
Una lectura que bien puede situarnos ante el umbral de sus Obras Completas, con las que seguir abundando en Benjamin.