Hace un tiempo mantuve, a su paso por Logroño, una amena conversación con un amigo y uno de los temas abordados fue el de los talleres de creación literaria y el modo en el que un escritor puede adquirir la formación necesaria para poder escribir.
No puedo estar más de acuerdo con esto que Szymborska escribió en su Correo literario en respuesta a U. T.;Cracovia.
Un joven músico se forma en el conservatorio, un joven pintor en la academia de bellas artes, y un joven escritor en ningún sitio, lo cual, a usted, le parece una injusticia. ¡Buf! Las escuelas para músicos y pintores les proporcionan sobre todo un conocimiento técnico difícil de adquirir por cuenta propia en poco tiempo. ¿Qué se supone que debería aprender un escritor yendo a una escuela? Para tocar el violín hace falta una preparación especial, para dejar correr la pluma sobre una hoja de papel basta con ir a una escuela normal. La literatura no tiene ningún misterio técnico; en todo caso, ningún misterio que no pueda descifrar un profano con algo de talento (porque a uno torpe de poco le va a servir ningún diploma). Es el oficio menos profesional de todas las actividades artísticas. Uno puede llegar a ser escritor tanto a los veinte como a los setenta años, ya sea autodidacta o catedrático de universidad, haya acabado la escuela secundaria o no (como Thomas Mann), o sea doctor honoris causa de varias universidades (como el mismo Thomas Mann). El camino al Parnaso está abierto para todo el mundo. En apariencia, claro está, porque, a fin de cuentas, lo que decide aquí es la genética.