Tiene cierta gracia esta comedia centrada en el glamouroso mundo de la moda. Entre sus alicientes ver a Meryl Streepen una comedia, si bien, ella que interpreta a Miranda, la directora de una afamada publicación de moda, a la que todos temen, por su carácter árido y desabrido, nada tiene de cómico. A la revista llega una chica licencia en periodismo, que pasa olímpicamente del mundillo de la moda, pero que tiene la inmensa fortuna de trabajar como segunda adjunta de Miranda.
El camino a recorrer es arduo, duro, no exento de socavones y ofensas, en un entorno hostil e inhóspito en el que Andrea se tiene que armar de paciencia para no hundirse y sacar la cabeza a flote, aguantando la presión y los malas maneras de Miranda, de cuya boca nunca salen palabras de reconocimiento. El diablo viste de prada es una comedia que peca de ñoña, con un humor bienientencionado y amoroso, indoloro, en las que los desplantes de Miranda no consiguen hacérnosla ver como una mujer odiosa y aborrecible, pues al final de la cinta tenemos ocasión de comprobar que los poderosos también lloran, y que bajo esa capa de hormigón hay un corazón que sufre y late, como el de los demás.
La elección de Anne Hathaway como Andrea es todo un acierto, pues esta chica a la que algunas voces ven como la sucesora de Julia Roberts, le da a su papel la ternura y candidez necesaria, para algodonar más la trama. El «happy end» moralizante en el que finalmente Andrea abre los ojos, y retoma su vida anterior, junto a sus amigos y su novio, es la guinda de este pastel azucarado no apto para hiperglucémicos. No creo que Meryl Streep se lleve su tercer Oscar por este papel. Prefiero a Kate Winslet en Juegos Secretos.