En esta película de cine negro y tipos duros, se dan cita un boxeador al que la vida pone contra la espada y la pared, al estar en el lugar erróneo,con la mujer equivocada, policías corruptos que quieren ocultar hechos delictivos, otros policías que quieren desenmascarar a los anteriores, una prostituta condenada al fracaso y la distancia que les separa a todos ellos y da título a la película.
El boxeador sale de la cárcel tras cometer dentro de ella un crimen, despachando a un preso que regenta un puticlub, cediendo al chantaje que le hace un policía corrupto. El boxeador quiere boxear de nuevo, así que se pasa por el gimnasio para que su entrenador le de la bienvenida, muy fría, pues éste piensa que su chico pudo cometer el asesinato por el que lo enchironaron. El entrenador es Federico Luppi que pareciera haberse jartado de polvorones porque no se le entiende una palabra al hablar, pero da lo mismo porque tiene cuatro frases y un papel irrelevante.
El boxeador conocerá «a fondo» a la viuda del hombre que se ha cargado en la cárcel y tras unos cuantos encuentros sexuales, se declararán su amor mutuo. Uno de los policías corruptos, interpretado por José Coronado, parece ser homosexual, o eso se intuye, pero este aspecto es intrascendente, porque su buen corazón y su desanteción de las órdenes que recibe nada tiene que ver con su condición sexual, que de paso sirvió para vender la película. Pensé que habría alguna escena de alto contendido erótico en el que Coronado y el boxeador, un fornido Miguel Angel Silvestre que luce un cuerpo bien definido y musculado, tendrían un «affaire» en las duchas, donde Coronado sería alzado en volandas por Silvestre que le daría lo suyo. Pero nada de esto sucede, así que ese potencial contenido erótico homo-hetero sexual se queda en muy poca cosa, más allá de algún revolcón de Silvestre con la prostituta, en las que se les ve retozar en cueros.
Los policías buenos también cogen al boxeador por banda para hacerle unas preguntas. Quieren que hable con la prostituta y esta le diga donde escondió su marido unas cosas que les interesan a unos y a otros. Unos para salvar el pellejo y otros para incriminar a los responsables.
Silvestre no me ha gustado en el papel. En Motivos personales me agradaba más, pero en esta película ha musculado su cuerpo y ahí se nota que se lo ha currado de lo lindo, pues está cachas y tiene músculos hasta detrás de las orejas, pero luego al oirlo hablar, lo veo muy verde, y para nada transmite a su personaje la garra, la desesperanza, la bravura que precisa para hacerlo creíble. Tres octavos de lo mismo diré de Belén López.
Los mejores de la función son Lluis Homar y José Coronado, como sendos policías.
La distancia que separa al espectador de lo que ve, se ve minorada por algunas interpretaciones bien logradas, las de Coronado y Homar, un bonito envoltorio, con una cuidada fotografía y ambientación, una historia que puede dar mucho juego, pero cuya resolución, su fallida pareja protagonista y unos diálogos sin mordiente en los más de los casos, propician que lo que vea me resulte falso, impostado, emulando los clásicos americanos con frases lapidarias que Silvestre parece tomarse a broma.
Iñaki Dorronsoro director y guionista seguró que irá puliendo los defectos de esta ópera prima en sus próximos trabajos y logrará mejores resultados, pues La distancia, me ha dejado igual de frío que la negrísima «Hormigas en la boca».