Colette

La gata (Colette)

Houellebecq dijo de su fallecido perro Clément. «Tal vez, el ser vivo al que más haya querido«. Esa relación tan especial que existe a veces entre los seres humanos y los animales de compañía es sobre lo que versa está novela de Colette. Alain tiene una gata de la cual está «enamorado» (un amor aparentemente platónico, porque en ningún momento se nos hace ver que haya tratamiento carnal) y cuando éste se casa los celos entre las dos hembras (así las ve Alain) de la casa parece inevitable. Tanto que parece que el asesinato de la gata por parte de la celosa esposa sea la única manera de desmantelar ese triángulo amoroso. Por lo demás la novela me ha resultado bastante simplona y aburrida, a pesar de ciertos apuntes voluptuosos que en su día tendrían cierto morbo. He leído una amarillenta edición de Plaza & Janés de 1963.

Y hablando de gatos recupero esto que leí recientemente en Socotra, la isla de los genios de Jordi Esteva.

Según Heródoto, cuando los persas quisieron conquistar la ciudad egipcia de Pelusium, su general, que sabía de la veneración de los egipcios por los felinos, ordenó a sus hombres que capturaran a todos los gatos que encontrarán y los hizo soltar en el campo de batalla. Horrorizados, los egipcios prefirieron entregar la ciudad antes que hacer daño a los felinos. Incluso tenían una divinidad que era un gato. Era Bastet, la diosa protectora del hogar. Se la representaba con la figura de un gato o de una mujer con la cabeza del felino. Se comportaba como la gata que era, pacífica y bondadosa, pero si se la contrariaba, podría volverse más feroz que Sejmet, la diosa leona. A Bastet le dedicaron varios templos, donde vivía una multitud de gatos sagrados que, cuando morían, eran embalsamados...

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