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Hasta Nóvgorod. Crónicas de un divisionario (Víctor Barba)

Las crónicas del divisionario son la del extremeño Teodoro Recuero, nacido el día que estalló la Primera Guerrera Mundial. Su madre y sus dos hermanos mueren antes de que cumpla ochos años. Solo le quedará a su vera su padre que cuando conozca a una mujer el hijo será enviado a vivir con unos familiares e su madre.

Tuvo luego Recuero que hacer la guerra civil. A pesar de abrazar este el ideario comunista, se alistó en la Falange (antes había sido declarado inútil para el servicio de armas por su corta estatura) para no acabar ejecutado como otros muchos, delante de un paredón y ser enterrado en cualquier parte.

Crónicas de un divisionario

En la Falange causa baja en enero de 1937 y se alistará luego en La Legión, donde pasará tres años. Tendrá la oportunidad de viajar, conocer el Norte de Africa y al acabar la guerra civil, una vez licenciado en enero del 40, pasados dieciocho meses, formará parte de la División azul para sortear así la miseria rampante. Allá luchará junto al ejército alemán en su guerra contra los rusos. Son enviados desde España en tren. En la frontera oriental de Polonia descenderán y tendrán que caminar casi 900 kilómetros hasta Moscú. Pero en Somolensk recibirán la orden de dirigirse al frente norte (cerca de Leningrado) y cambiando de rumbo irán hacia Vitebsk, y luego en tren hasta Nóvgorod.

Todas estas contiendas bélicas de las que Recuero formará parte no le impedirá aborrecer las acciones emprendidas contra los civiles, como tendrá ocasión de comprobar cuando vea las vejaciones que se comienzan a realizar a los judíos en Lituania, como la masacre del bosque Polnary, a 10 kilómetros Vilna, donde fueron asesinadas 100.000 personas, la mayoría judías.

Crónica de un divisionario

En el ejército todos luchan codo con codo, brilla la camaradería, matan para no ser ellos los muertos y son movidos por el tablero de la historia como peones que acabada la segunda guerra mundial serán olvidados.

Cuando Hitler pierda la guerra, su aliado Franco se desentiende, a los miembros de la División Azul se les considera voluntarios sin relación directa con el Estado y son olvidados. A Recuero le queda como recuerdo de aquellos días la Cruz de Hierro recibida por la valentía demostrada en el frente.

El cómic de Víctor Barba está muy bien documentado y narrado. Hay un apéndice final con documentación y notas muy valiosas. Y es el resultado del diario real de Teodoro. Por eso respira verdad y expone al lector frente a las contradicciones de cualquier conflicto bélico.

Crónicas de un divisionario

Los estupendos dibujos de Barba te meten de lleno, con toda su crudeza, en las terribles contiendas bélicas que se desarrollan (aquí las bajísimas temperaturas del invierno ruso y el deshielo luego, convertido el terreno en fango, por el que será muy difícil desplazarse, comidos además por legiones de mosquitos), y a pesar de tanta muerte, consigue Teodoro no echar a perder su humanidad.

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