Taurus
2014
235 páginas
Aquiles en el Gineceo
Vol 2. Tetralogía de la ejemplaridad
No doy crédito a lo que me está sucediendo últimamente pues desde que tengo la Tetralogía de la ejemplaridad de Javier Gomá en mi mesilla de noche he pasado de leer novelas a leer ensayos filosóficos con una facilidad pasmosa. Mucho tiene que ver en todo esto que los textos de Javier Gomá son asequibles para los no expertos en filosofía como yo, entretenidos, amenos, jugosos y que su mensaje llega tras un pequeño esfuerzo, y que además en sus textos siempre aparecen escritores, en esta ocasión, con especial primacía Goethe y Rousseau, los dos grandes educadores europeos en los orígenes de la Modernidad, a mediados del Siglo XVIII, con dos obras capitales: Emilio y Wilhelm Meister.
A tal llega mi fervor hacia estas lecturas filosóficas de Javier que estoy todo el día embebido en ellas, habiendo pasado ya del estadio estético al estadio etílico sin pasar por el ético. Bromas a parte este ensayo, mejor, esta tetralogía resulta ejemplar.
¿De qué va este ensayo?. A grosso modo va de esto: Aquiles era hijo de una Diosa, medio inmortal, salvo por sus talones y su madre como temía por su vida después de lo que le había dicho un oráculo decide esconderlo en un gineceo. Allí pasa Aquiles su adolescencia travestido sin pegar un palo al agua, disfrutando de su inmortalidad, enamorándose de una joven con la que tendrá un retoño, hasta que un día aparece por allá Ulises, que va tras su pista, haciéndose pasar por mercader, dueño de joyas, alhajas y demás baratijas de relumbrón. Entonces hace sonar una trompeta que llama a filas a los Griegos para ir a la guera de Troya y rescatar a Helena. Y Aquiles se desprende entonces de sus ropas, desata su ardor bélico y decide ir a Troya a luchar, a sabiendas, pues se lo ha dicho un oráculo, de que si va los griegos ganarán la guerra, pero él, Aquiles morirá, como un héroe.
¿Por qué Aquiles decide dejar de ser inmortal y convertirse un mortal laureado?. A eso se dedica Gomá durante 235 páginas rizomáticas.
Si la lectura de un libro se asemeja las más de las veces a un plano secuencia o a una sucesión de flash-backs y flash-forwards, este ensayo es más algo parecido a pintar un cuadro. Gomá hace el esbozo, plantea la pregunta que he citado más arriba, y a partir de ahí, va dando capas de significación, acercándose una y otra vez a la cuestión, a la almendra filosófica: ¿por qué querría un ser inmortal ser mortal?. Aquiles elige ser mortal porque la mortalidad es el precio que debía pagar para llegar a ser verdaderamente individual y merecer el título del mejor de los hombres.
Para ello Gomá emplea la Teoría de los estadios que todo ser humano debe experimentar de forma secuencial. Un estadio estético-subjetivo, donde nos creemos divinidades, únicos, irrepetibles, donde prima la subjetividad y donde en definitiva sólo miramos por nosotros mismos sin ir más allá de nuestro ombligo y luego el estadio ético-objetivo, donde levantamos la vista y nos enamoramos, nos comprometemos, nos especializamos en el amor, fundando un hogar y en el trabajo, mediante la especialización laboral, con la división del trabajo. Ese paso, ese fundirnos en la masa, nos individualiza, y nos aliena, nos obliga a desprendernos de nuestro yo en pos de un colectivismo social, donde pasamos de ser universos individuales, a partes insignificantes de un todo. Este cambio de estadio nos pone de cara frente a nuestra finitud, frente a la muerte que nos igualará a todos, una muerte (nuestro único destino individual) que debe alentar en nosotros la emoción de ser mortales, de vivir cada cual su experiencia de la vida, para lo cual es preciso dar el salto, cambiar de lo estético a lo ético, asumiendo el sacrificio de llevar una vida normal, formando parte de la polis, pero no asentados en un nihilismo lúdico y deportivo, donde el gineceo sea reemplazado por el gimnasio, sino a través de la virtud y de su ejercicio a través de la ejemplaridad.
Resulta paradójico que esos dos padres de la educación, Goethe y Rousseau, siendo ambos geniales escritores y habiendo elaborado fabulosos tratados morales, luego en sus vidas personales, en el ejercicio práctico, en su dominios éticos fueron dos fracasados, para quienes su potente subjetividad nunca llegó a entrar en el reino finito de la polis. Rousseau convivió con Thérèse Levasseur una mujer corta de luces con la cual no se dejaba ver en público y los cinco hijos que alumbraron los dieron a un orfanato. Goethe por su parte vio como todos sus hijos se morían y sólo único llegó a cumplir 40 años mientras la relación con Lili Schönemann su verdadero amor nunca llegó a cuajar por la falta de compromiso de Goethe que quería dilatar hasta el infinito su estado estético y su vida acomodada.
A fin de cuentas, todos, dice Gomá hacemos ese trayecto que va del gineceo a Troya, aprendiendo a ser mortales para ser individuales. Y dicha mortalidad e individualidad son prerrógativas que la polis sólo otorga al ciudadano virtuoso, que imita al heróe griego, paradigma de la ejemplaridad humana.
Sin más demora, me despido ya, comenzando la lectura de Necesario pero imposible, cuarto y último título de la tetralogía de la ejemplaridad.
Javier Gomá Lanzón | Ingenuidad aprendida | Razón portería | Ejemplaridad pública (Tetralogía de la ejemplaridad vol. 3)
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