Después de una buena tunda caminando desde Busto, pueblo próximo a Luarca, hasta el Cabo de Busto, atravesando un bosque que impedía que a pesar de estar barruzando no acabáramos calados hasta los huesos, sin apenas disfrutar de la vista de los acantilados, dado que se cernía la niebla, al regresar al pueblo nos encontramos con la pastelería Cabo de Busto. Veni, Vidi, Vici. Más que ver lo que hicimos fue deleitarnos con los pasteles que elaboran. Una delicia.
La vida es dulce
Acantilados desde Cabo de Busto

Dulce al fin y al Cabo
Deja una respuesta