Vengo comprobando las alegrías lectoras que el presente año me están proporcionando escritores latinoamericanos, centroamericanos o mejicanos: Eduardo Ruiz Sosa (Cuántos de los tuyos han muerto), Eduardo Halfon (El boxeador Polaco), Ednodio Quintero (Cuentos Salvajes), Evelio Rosero (Cuentos completos), Valeria Luiselli (Desierto Sonoro), Mercedes Halfon (El trabajo de los ojos), Nona Fernández (Chilean Electric), Magalí Etchebarne (Los mejores días), Pilar Quintana (La perra), Ariana Harwicz (Degenerado).
Otro tanto podría decir de los autores españoles, a saber: Roberto Valencia (Al final uno también muere), Susana Sánchez Aríns (Dicen), Sònia Hernández (El lugar de la espera), Luis Rodríguez (8:38), José María Pérez Álvarez (El arte del puzle), Pablo Andrés Escapa (Fábrica de prodigios), Anna Maria Iglesia (La revolución de las flâneuses), Gabriel Insausti (En la ciudad dormida), Tomás Sánchez Santiago (El murmullo del mundo), Diego Luis Sanromán (Pornmutaciones), Gonzalo Hidalgo Bayal (La escapada), Alejandro Morellón (Caballo sea la noche) Javier Moreno (Null Island), Cristian Crusat (Europa Automatiek), Antonio Soler (Sur).
Títulos detrás de los cuales hay editoriales, que permiten su difusión, como Candaya, Sexto Piso, Libros del Asteroide, Minúscula, Las afueras, Random House, Anagrama, La navaja suiza, De Conatus, Acantilado, Trea, Páginas de Espuma, Wunderkammer, El Desvelo, Stirner, Sigilo editorial, Galaxia Gutenberg, Tusquets, Atalanta.