Leo que ha surgido un movimiento mundial cuyo lema es este: «Contra el agobio pereza«, que abogan por la conquista del tiempo. Libros como «Elogio de la lentitud» se venden como churros lo mismo que «Elogio de la pereza«, un manifiesto contra la enfermedad del trabajo. En Italia ha surgido también el «slow food». En España ya hay tres ciudades que andan detrás de esa catalogación como Cittá Slow como son Pals, Begur y Munguia. Palafrugell va camino de conseguirlo, que viene a ser como la ciudad lenta, algo parecido a vivir tranquilamente sin prisas y agobios (para ello la ciudad debe cumplir unos requisitos en cuanto a actitudes cívicas, poblacionales, etc..)
Estos movimientos «pro-pereza o pro-lentitud» está claro que son propios del primer mundo, donde gente forrada que quiere dar un cambio a su vida, deja la ciudad y se va a una casa en el campo bien equipada para ir enhebrando las horas con pausa.
La vida real es otra, como constataba hoy viendo las noticias: a un hombre por pedir reducción de jornada para cuidar de su hijo recién nacido lo han echado a la calle, de buenas a primeras. La empresa está a producir, a obtener beneficios. Lo que quiere el empresario es ver a su empleados sus ocho horas sin moverse de sus puestos de trabajo, luego si rinden, mejor. Se asocia permanencia en el puesto con productividad, cuando España uno de los países de Europa donde más tarde cierran los comercios y donde la gente más tarde llega a casa de trabajar, es de los menos productivos. En muchos países de Europa a las cinco de la tarde la gente está en sus casas con su familia.
Si el Estado, los poderes públicos y la masa empresarial tomasen iniciativas en el sentido que permitieran conciliar la vida laboral y la familiar, no sería necesario abogar por el «slow life» o «vivir sin prisa». Pero estas urbes en las que vivimos, el perder dos horas al día para ir y regresar del trabajo, los atascos y embotellamientos, el caos sonoro y el incivismo no hacen que el «vivir sin prisa» sea compatible con la «vida real», tal como está montada la cosa.
De todos modos una buena manera de comenzar con ese estilo de vida basado en el «vivir sin prisa» podría ser echarse una siesta después de comer, si el volumen del televisor, los cláxones de los coches, los ronquidos del cónyuge, la lavadora del vecino o las rabietas de sus vástagos se lo permiten.
Me encanta el grupo Pereza. yo también lo vivo con tranquilidad, llevo un añito en el pero y no me estreso la verdad. me vi el mundial de futbol, el tour, la vuelta, roland garros, ahora la liga. Esta claro la vida hay que disfrutarla. Que trabajen otros.
Gora el slow food.
Pues yo voy a mirar de cojerme un año sabático e irme a una ciudad de estas a disfrutar más y trabajar menos y si me gusta, me quedo porque la vida en las ciudades cada día es más estresssssante.
No hace falta escribir libros ni colgarse la etiqueta de slow cittá, en buena parte de los pueblos de España la gente vive muy tranquilamente sin sufrir agobios, caos circulatorios, ruidos infernales propios de las grandes urbes. En los pueblos pequeños la vida se pasa de otra manera, si agobios. Te puedes pasar la tarde sentado fuera de casa pegando la hebra con la vecina.
Qué egoísta lo tuyo Pereza!!
O sea que te parece bien gastar tu dinero (que seguramente has heredado y no ganado con el sudor de tu frente) mirando futbol y tenis, mientras «trabajan otros»…
Total… para eso está el tercer mundo, donde los trabajadores cobran menos de un dólar por hora, trabajan 20 horas diarias y ni siquiera así llegan a darle de comer a sus hijos.
Futbol y tenis? Con qué se come? Eso es para los ricos egoístas como tu! Los trabajadores juegan a dormir 3 horas después de tomar un té hecho con saquito usado, para poder volver a trabajar.
¿Deberían adherir al «slow life»? Y quién trabaja para que tu mires tenis, egoísta maldito?
La filosofía slow es hermosa. Merece ser tratada con respeto. Y la merecen TODOS, no solo los que se cagan en los trabajadores, como haces tu!