Dirección: Agustín Díaz Yanes.
País: España. Año: 2006.
Duración: 147 min. Género: Aventuras.
Interpretación: Viggo Mortensen (Alatriste), Elena Anaya (Angélica de Alquézar), Javier Cámara (Conde Duque de Olivares), Jesús Castejón (Luis de Alquézar), Antonio Dechent (Garrote), Juan Echanove (Francisco de Quevedo), Eduard Fernández (Copons), Francesc Garrido (Saldaña), Ariadna Gil (María de Castro), Enrico Lo Verso (Malatesta), Cristina Marcos (Joyera), Eduardo Noriega (Duque de Guadalmedina), Blanca Portillo (Bocanegra), Unax Ugalde (Íñigo Balboa).
Guión: Agustín Díaz Yanes; basado en las novelas «Las aventuras del Capitán Alatriste» de Arturo Pérez-Reverte.
Producción: Antonio Cardenal y Álvaro Agustín.
Música: Roque Baños. Fotografía: Paco Femenía.
Cuando una película levanta tanta expectación antes del estreno, se convierte en un arma de filo que a veces acaba con la película al poco de su estreno. En el caso de Alatriste, al escritor Arturo Pérez-Reverte mucha gente se la tiene jurada, quizá porque pasó de ser un reportero de guerra, luego presentador televisivo en Código Rojo,para más tarde dedicarse a escribir y vender millones de libros.
Finalmente entró en la Real Academia de la Lengua, lo que fue ya la puntilla para quienes Reverte no les cae nada bien. Estos sentimientos encontrados hacen que la inquina hacia el escritor Cartagenero, se traduzcan en una crítica a la película antes de su visionado. A unos los libros de la saga de Alatriste. Son cinco y en total se han vendido más de siete millones,les parecen una mierda. Quizá porque su cerebro no vaya más allá de Códigos secretos, templarios, sangres reales, cenas secretas, catedrales del mar, occitanos….
Aunque Reverte cuando se estrenó la película haya dicho a todo que sí, y haya mostrado su conformidad con el resultado de la película, pienso que internamente, no le debe haber convencido demasiado.
Por una parte, merced a la película, los que no habían leido antes los libros, ahora conocen su existencia, y la popularidad de Reverte irá al alza, y el número de ejemplares vendidos también. Eso en teoría, porque una vez vista la película, lo cierto es que quedan pocas ganas de leerse ningún de los libros de la saga, pues cabría pensar que son igual de inconexos, aburridos y faltos de emoción como lo es la película. Algo imperdonable porque los libros son infinitamente mejores que la película y el único parecido entre el Alatriste del libro y el de la película es el mostacho y el sombrero de ala ancha, desgraciadamente.
Esta producción es la más cara del cine Español. Cuatro mil millones de las antiguas pesetas. Lo que no tengo clara es donde se ha invertido todo ese dinero. Buena parte se habrán dedicado a los sueldos de los actores (Viggo Mortensen el que más). Digo esto porque esperaba algo más espectacular. Las peleas sobre los barcos se ruedan en cubierta, no se ve agua por ningún lado. Cuando a Iñigo lo liberan de remar en galeras, se ve un espacio cerrado que recrea las galeras, pero no el barco en su totalidad. Esto se hace cuando alguien quiere fardar, y dispone de poco presupuesto, pero con 24 millones de euros en el bolsillo, esperaba mayor número de tomas areas, unas escenas a campo abierto mucho más espectaculares. Aunque quizá el propósito de Agustín Díaz Yanes era precisamente otro, huir de la espectacularidad y contar la guerra como algo carente de cualquier tipo de heroicidad, algo absurdo y patético, como la escena de la trinchera en la rendición de Breda.
En lo que todos coincidimos es que la factura técnica de la película es de diez. Tanto la música, fotografía, sonido, iluminación, vestuario… Pero eso parece ser una manera de justificar la película de algún modo. «No es un peliculón pero la fotografía y el vestuario están muy bien». Ninguna película se convierte un clásico, por sus bonitos vestuarios, y su preciosista fotografía, sino más bien, por unos personajes con empaque, unos diálogos chispeantes, o unas escenas sugerentes que capten nuestra atención y nos hagan vibrar, emocionarnos, partirnos el eje, llorar a mares…
Alatriste cuya duración es desmedida ( no porque en la historia no haya cosas que contar, que las hay, y darían no para dos horas y media sino para media docena), es una sucesión de escenas de poco fuste, en el que se presentan unos personajes de los que nada sabemos y de los cuales por culpa de un desdibujado guión, nada llegamos a saber. Las intervenciones de la mayoría de los personajes: Quevedo, Conde Duque de Olivares, Bocanegra, Gualterio Malatesta, Angélica Alqueza, Duque de Guadalmedina, son fugaces y forzadas.
Parece que como en los libros estas figuras están presentes en la película también deben «aparecer», porque a eso se reduce su trabajo actoral a «aparecer», a ver una sucesión de rostros conocidos, de populares actores-actrices vestidos de época, soltando las cuatro frases que les han tocado en suerte. Solo tres actores, Eduard Fernandez, Antonio Dechent y Echanove están creibles, el resto parecen bustos parlantes. Tanto Ariadna, Noriega, Ugalde, Anaya resultan caricaturas de cartón piedra, incapaces de transmitirnos nada, ni con su voz, ni con sus miradas.
En cuanto a Viggo Mortensen, el actor lo da todo, pero su acento y la indefinición del guión crean un personaje, que al contrario del libro, no tiene el mínimo carisma ni atractivo en su relaciones, ni con su protegido Balboa, ni con las mujeres, pecando de lánguido, arrastrando las palabras por el barro al hablar.
Alatriste desperdicia además la oportunidad de haber retratado la España del Siglo XVII, que tan bien plasma Reverte en sus libros, dejando un pequeño papel para Quevedo, obviando a otros como Lope de Vega y Calderón. Sólo de refilón hace mención la película a las intrigas palaciegas, a los corrales de comedias, al ocaso de España, a los Reyes inútiles, en ese reinado en el que nunca se ponía el sol.
Lo que vemos es a Alatriste yendo y viniendo de combatir de Flandes, cumpliendo encargos del Rey, trinchando con su espada a todo aquel que le injuria y le afrenta, metiéndose bajo las sábanas de la gélida María de Castro, burlando repetidas veces el aliento de la muerte.
Quizá había depositado tantas esperanzas en Alatriste, que ahora solo y desconsolado, vago como un alma en pena, lamentando que se haya desperdiciado una ocasión única para haber hecho una película con letras mayúsculas, porque esta parece hecha con tinta china. En unos meses y me duele en el alma creo que «Nadie hablará de ella».
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