En 1994 tuvo lugar en Ruanda una carnicería de proporciones escandalosas. Ese año a “machetazo limpio” un millón de personas perdieron la vida (más que durante la Guerra Civil Española) en la guerra mantenida entre los hutus y los tutsis. Es sabido que las guerras en África importan poco o nada, de ahí que aún habiendo muerto un millón de personas en menos de un año, lo que arroja un saldo de 2.800 muertos diarios, apenas tuvo eco en la televisión, salvo alguna conexión en directo en la que se veían cuerpos mutilados desparramados por los suelos . ¿Cuántos libros se han escrito al respecto, sobre esa guerra civil acaecida en Ruanda?.
Está claro que no todos los muertos son iguales. No es lo mismo, y así se constata todos los días en los medios de comunicación, la muerte de un marine americano en una “misión de paz o preventiva” que la de mil negros en África.
Una Tribunal de la ONU condenó ayer a Athanase Seromba un sacerdote católico, a 15 años de prisión, por ordenar que unas máquinas excavadoras aplastaran una iglesia en la que se escondían 2.000 personas de etnia tutsi que eran perseguidos por milicias de etnias hutus que les asediaban fuera con machetes.
El cura genocida habló con el conductor de la excavadora, diciéndole cuando comenzar la demolición y que partes eran las más débiles.
Tras derrumbarse el tejado, los hutus remataron a machetazos a los supervivientes.