La violencia explícita está presente en los medios de comunicación, en los videojuegos, en las calles, en las aulas. Basta ver un telediario para darse un atracón de muertos, vísceras, coches incendiados, explosiones, cuerpos seccionados en accidentes de tráfico, mujeres defenestradas o con los rostros desfigurados por el ácido, palizas escolares, etc.
El cine palomitero actual, radiografía la convulsa realidad, mostrando al complaciente espectador, una violencia refinada, coreografiada, frívola, donde el «asesino» es un artista, un maestro conceptual que se expresa matando, mientras los espectadores vemos su quehacer diario, con total naturalidad. Series de televisión como CSI han hecho de «la muerte» un espectáculo, avalado por audiencias millonarias. Así, no pueden faltar forenses de relumbrón que acometen su trabajo con fruición, dando gracias a Dios de que haya gente perversa, asesinos que les hacen esmerarse, superarse día a día en su cometido. No basta con matar a alguien, debe pensar el criminal, sino que hay que buscar el método más retorcido e inverosimil. Esa es la naturaleza humana: atroz, sucia, revanchista, insaciable. El Diablo no existía hasta que el hombre lo creó a su imagen y semejanza.
Somos bestias, animales, peor. Mucho peor que ellos. Los leones no van por la selva, torturando a sus víctimas, colgándolos de los árboles, reventándoles los sesos, mutilándolos, o profiriendoles escabechinas con toda suerte de hierros. Estos animales, dan alcance a sus víctimas, los matan y se los comen para subsistir, no por placer, o buscando un regodeo malsano.
Todos los días aparecen cuerpos mutilados en Irak. No basta pues con «despachar al contrario«, con quitarlo del medio, su exterminio debe ir acompañado de torturas, violaciones, mutilaciones, delante de sus familiares, haciendo aún mayor su dolor, en las antípodas por tanto de lo que podríamos entender como una «muerte digna». La que no ha recibido Sadam, por ejemplo. Donde ha prevalecido el morbo y un interés mediático que explica muy bien lo anterior.
Que cien jóvenes en una localidad Madrileña se lien a mamporros, navajas en mano, sea objeto de coñas marineras en programas de humor, es un síntoma de que esa «violencia de baja intensidad» ya ha sido asimilada por nuestra naturaleza. No debemos alarmarnos nos dicen. «Eso pasa en Madrid cualquier día y no pasa nada, ha dicho el Alcalde». Ese es el virus que ha infectado ya nuestra visión de la relidad. No interesa ir a la raiz del problema, buscar las causas, las motivaciones que han llevado a los jóvenes a esa algarada. Como en otros lugares también pasas cosas ocurridas, no hay entonces de qué preocuparse. Ya saben «mal de muchos consuelo de tontos».