Los muros de la vergüenza

El otro día el programa de TVE, Informe semanal, emitió un estupendo reportaje titulado Los Muros de la Vergüenza, cuyo nombre como sugiere hace mención a los muros que se levantan hoy entre diferentes países con la idea de frenar la llegada de los que viven al otro lado de los muros y cuyas economías precarias les obligan a buscarse la vida allá donde puedan subsistir ellos y sus familias.

Tomando como referente el Muro de Berlín, que finalmente caería en 1989, se demuestra de nuevo que el ser humano es muy poco imaginativo y así continuamente se repiten los errores del pasado. Tras el holocauso judío, cúspide del horror y de la ignominia se han seguido repitiendo limpiezas étnicas. Sin ir más lejos hace diez años hubo una en los Balcanes. En África también resuelven sus problemas con el uso de la violencia y las bandas locales alcanzan la supremecía a hachazo limpio, aunque ello conlleve exterminar a un millón de personas.

Ahora en este mundo globalizado que permite a nuestras sociedades modernas y desarrolladas encontrar productos de cualquier parte del mundo, en el ámbito humano la cosa es distinta. Los países levantan muros para frenar el avance de los que quieren llegar a sus territorios. En Ceuta y Melilla la solución a los problemas no pasa por el diálogo, el entendimiento, la solidaridad, no. Se levanta un muro y problema resuelto (o eso creen los que lo levantan, pues la gente seguirá entrando). Lo mismo que la relación entre Israelitas y Palestinos que se soluciona con «cemento» y misiles teledirigidos (que cuando matan a treinta personas, civiles inocentes, se achaca a «fallo técnico» o «daños colaterales»)

Bush, el presidente americano de las ideas brillantes ahora quiere hacer un muro que separe la frontera de los Estados Unidos y México. Un muro de mil kilómetros. ¿Es eso lo único que se puede hacer para mejorar las relaciones entre dos países vecinos que están condenados a entenderse?. Levantando ese muro quizá aspiren a la máxima esa que dice «Ojos que no ven, corazón que no se sufre». Así lo que que quedé fuera de la vista, al otro lado del muro, para los americanos será como si no existiera.

Como decía el escritor José Luis Sampedro ,al final, los muros acaban cayendo, pero no los tirarán quienes los promueven, fomentan y levantan, sino las próximas generaciones. Así las cosas debemos esperar por tanto unas cuantas décadas, para que estos muros se vengan abajo, al tiempo que otros nuevos surgirán, por todos los rincones del planeta. La globalización así entendida, a la vista de las medidas que adoptan los gobiernos, resulta un camelo.

Ya como anécdota comentar que en el Sáhara hay otro muro, el llamado Muro del Sahara Occidental de 2.500 km de longitud. Nunca había oido hablar de él. Lo que no sale en la televisión, no existe.

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