Carmela Bousada ha entrado ya al Libro Guinness de Los Récords como la “madre más vieja del mundo». Lo ha sido a la edad de 67 años. Lo hizo en los Estados Unidos donde la sometieron a un tratamiento de fertilidad. Dice que ahora que su madre ha muerto, a los 101, ha querido cumplir su sueño.
Pues bien, creo que hay sueños que deben ser precisamente eso «sueños», pues de llevarse a la práctica el sueño se convierte en un problema y gordo. Esta señora mintió sobre su edad para que le hicieran el tratamiento. Ahora casi en la setentena decide traer dos hijos a este mundo. No tiene marido, ni padres, no sabemos si hermanas o familiares. Cuando los hijos tengan diez años esta señora tendrá, si vive para entonces, 77.
¿Ha pensado Carmela en ella o en su hijos?. Me parece que este es un claro ejemplo de egoismo, de cumplir un sueño, y luego ya veremos. Creo que lo de esta mujer es un claro ejemplo de «maternidad irresponsable». No basta con traer un hijo al mundo, luego hay que darles una vida, más allá del parto y esta señora por la edad que tiene, les está privando a sus hijos, no ya de conocer a su abuela, sino de perder a una madre en pocos años, por algo tan simple y natural como tener una «edad avanzada». Ahora dice que buscará un marido, para supongo dejar «el tema atado». Si no encuentra a ningún marido joven como ella desea que quiera casarse con ella y asumir la paternidad de estas dos criaturas, ¿qué vida les espera a estos recién nacidos?.
Las mujeres de cincuenta años largos, tras vivir su «vida» a tope, sin privarse de nada, ni renunciar a nada, quieren luego pasados los cincuenta, cuando les llega la depresión y no saben en que ocupar su tiempo libre, ser madres, para vivir de nuevo, otra vida «a través de sus bebés». Para mi atiende a un egoismo a una opción personal que solo atiende a sus fines y deseos sin tener en cuenta la vida de sus hijos que traen a este mundo. Lo de Carmela es ya rizar el rizo.