Las vidas extraordinarias si no existen se crean, para eso tenemos el lenguaje. Martín Olmos pergeña un libro descacharrante, puro fuego e ingenio, que me recuerda a Camba y también a Espinosa en su Escuela de mandarines y a Quevedo en lo grotesco, también a Umbral que aparece mucho, pero no hay que quedarse en el umbral, sino acceder a su interior, a la sustancia del libro, a la materia viva del que está hecho, para leerlo con asombro y gana y cachaza y a pequeños arreones. Trasciende la prosa plana Martín, crea un cuervo que nos picotea el hígado.
El título me recuerda a una obrita de William Beckford, «Memorias biográficas de pintores extraordinarios», que leí hace algún tiempo y me gustó (no tanto como «Vathek», claro). Un saludo.