Con Mamut (traducido por Nicole d’Amonville Alegría) Eva Baltasar cierra la trilogía iniciada con Permafrost y Boulder. La protagonista aquí es una joven que quiere quedarse embarazada ¿para qué? Esto lo sabremos más adelante. La lectura me traía en mentes otras dos novelas, Un amor de Sara Mesa y Los asquerosos de Santiago Lorenzo. La joven decide abandonar los trabajos precarios de la gran ciudad, Barcelona y como las cabras tirarse al monte o abrazar lo campestre. Ahí pienso también en la novela de Irene Solà, Canto yo y la montaña baila.
La soledad es una lucha por la supervivencia. Soledad minorada por la presencia de un pastor. Soledad que es viaje hacia el interior de su ser.
Los personajes de Eva Baltasar van por libre, se apartan del rebaño, cometen actos capaces de horripilar a los lectores, se mueven por instinto animal. Curioso el comportamiento de esas ovejas que una vez paren a sus crías las abandonan.
Hay cabida en el texto para lo arbitrario.
Eva maneja en Mamut una prosa eficaz, disparada y disparatada.
Su personaje busca desaprender para aprender lo necesario para sobrevivir y volver a la cueva, a un estado más primitivo, ¿más animal?
Recuerdo algo que leí ayer en un libro de Clara Obligado:
«Animal: del latín, animal, animalis. Que tiene alma. El soplo de la vida, que nos une».
Pues eso.