Me he pasado una semana por Gales. Ha sido un viaje gozoso. Lo singular del caso es que no ha sido un viaje físico sino literario, donde he estado muy bien acompañado con la escritora Jan Morris. Gracias a su sugerente prosa, pródiga en matices, no solo he conocido los rincones de la casa de esta escritora en Gales (que data del siglo XVIII y estaba destinada, en su origen, al ganado), Trefan Morys, que viene a ser un museo de la memoria, pues cada libro adquirido por Jan, cada escultura, cada rincón de la cosa tiene una historia. Una casa que también puede ser un Museo de ciencias naturales, pues en este tipo de casas tan antiguas, con tantas rendijas, la flora y la fauna campan a sus anchas, no siempre para el gusto de Jan, como se aprecia en las palabras que dedica a los murciélagos.
El texto me ha permitido conocer mejor la idiosincrasia de los galeses, en su pugna contra los ingleses, por mantener sus costumbres, su historia, su identidad, comenzando por su idioma el cymraeg, una lengua celta. Las páginas de Jan dedicadas a lo gaélico resultan muy vívidas e interesantes, pues permitan conocer mejor qué es aquello que Jan quiere preservar y reivindicar.
El texto resulta también autobiográfico pues Jan nos cuenta cosas de su vida como periodista. Estuvo presente la primera vez que se ascendió al Everest, y dio cuenta de ello en un libro suyo titulado La coronación del Everest. Sus múltiples viajes han dado lugar a obras como Trieste o Venecia. Comenta la autora su amor por los coches, su bien surtida biblioteca de más de 7000 libros. Pero aquí prima lo íntimo, lo confesional, aquello que la mirada abarca y recorre; una topografía que nos será desvelada poco a poco. Un espacio donde la poesía abraza los mitos y la naturaleza humana se desvive por ser parte del ecosistema del que forma parte.
Como con Florencia del Campo, también me alegro de Que tenga una casa Jan.
Un libro muy bello.
La casa de una escritora en Gales
Jan Morris
Traducción de Blanca Gago
Gallo Nero
2023
126 páginas