Cuando leí la estupenda biografía de Robert Richardson sobre Thoreau descubrí que éste fue un lector voraz y curioso que dedicaba palabras a los clásicos (a los que tenía en gran consideración) como las que siguen:
No conozco estudios más formativos que los clásicos. Cuando nos sentamos con ellos, la vida parece tranquila y serena, como si quedase muy lejos, y dudo mucho que exista un lugar desde el que se vea tan real, tan poco exagerada, como a la luz de la literatura. En las horas serenas contemplamos el recorrido de los autores griegos y latinos con mayor placer que el viajero que observa los paisajes más bellos de Grecia o Italia. ¿Dónde podríamos encontrar una sociedad más refinada? Ese camino que lleva desde Homero y Hesíodo hasta Horacio o Juvenal es más inspirador que la Vía Apia. Leer a los clásicos, o conversar con esos griegos y latinos del mundo antiguo a través de sus obras, es como caminar entre las estrellas y las constelaciones, un sendero elevado y tranquilo para viajar. De hecho, el verdadero erudito tendrá mucho de astrónomo en sus hábitos. No permitirá que las preocupaciones y distracciones obstruyan su campo de visión, pues las regiones más altas de la literatura, al igual que la astronomía, están por encima de la tormenta y la oscuridad.
Thoreau. Biografía de un pensador salvaje (Robert Richardson) Errata Naturae. Traducción de Esther Cruz Santaella
Qué claridad, qué maravilla y qué -en mi caso- cierto.
Hola El infierno de Barbusse, ando ahora leyendo La lógica o el arte de pensar de Antoine Arnauld y Pierre Nicole y aparecen por ahí unas cuantas citas de Horacio, Virgilio, Cicerón, San Agustín, y leerlas es un sumo placer, y sí creo que nos transportan a zonas más elevadas.
De Thoreau mucha gente creo que se ha hecho una idea equivocada, quizás tras leer Una vida sin principios (que me pareció un tanto simplón) o Walden. Thoreau tenía una ansia infinita de saber y por encima de todo fue un erudito, un lector voraz, un investigador, un científico, amante de los clásicos y traductor de los mismos, así tradujo al inglés Prometeo encadenado o Antígona, pues sabía latín, griego, y podía leer en francés, alemán e italiano. Casi nada.