Cada siete olas es la continuación de «Contra el viento del norte«. Los personajes, huelga decir, son los mismos, Emmi y Leo. Él vuelve de Boston y de nuevo retoman su contacto virtual. Pero a fin de que la cosa no caiga en el vacío, deciden finalmente verse lo cual supone una novedad.
Estos encuentros son la clave que determinará su próxima relación. Una vez que Leo y Emmi tomen forma corpórea, ya no serán solo las palabras su alimento, sino también las sensaciones experimentandas, esos roces sobre la piel que dejan una huella indeleble, un rostro que no se olvida. Para poner algo de picante en la salsa, aparecerá en escena Pam, una novia de Leo con la que está dispuesto incluso a casarse o a irse con ella a los Estados Unidos, lo cual claro está supondrá un mazazo para Emmi, al tiempo que obligará a Leo a deshojar la margarita y definir claramente qué es lo que quiere, cuales son sus deseos y objetivos, para luego obrar y actuar hacia eso dirección. «Si quieres algo, cógelo», «Si algo te gusta, lucha por ello».
Me ha resultado menos emocionante y vibrante que el anterior libro de Glattauer. Menos contundente y sorprendente. La historia es una continuación del primer libro, el cual sí me supuso una sorpresa, habida cuenta de cómo está pergeñado, a través de esa relación epistolar virtual que deviene en una obsesión para ambos, cuya lectura se devora. Este también lo he leído del tirón, no hay otra manera de hacerlo, si se quiere disfrutar en su plenitud, aunque le den a uno las tantas de la madrugada.
Me alegro por su final, y les deseo a ambos mucha suerte.