Nos encontramos en el año 1811, en la ciudad de Cádiz, sitiada por los franceses. Un asedio que duraría 30 meses y 20 días, Ciudad donde se reunirán las Cortes a fin de aprobar la Constitución, una ciudad donde un asesino anda suelto, despachando con ensañamiento a jóvenes mujeres.
Arturo Pérez-Reverte (APR), no sustenta la historia en uno o dos personajes, sino que la historia es coral, con media docena de historias que se presentan de forma simultánea. No son los personajes actores independientes dado que con mayor o menor relación todas sus existencias acabarán entrecuzándose en un determinado momento.
Tras la pista del asesino anda Rogelio Tizón, Comisario de Barrios, Vagos y Transeuntes, ayudado en sus pesquisas por el Profesor Barrull compañero de tablero de ajedrez, quien le dará cuerda para llevar a cabo una investigación muy poco ortodoxa. Al lado de Tizón su ayudante Cadalso que no da una a derechas.
A ese componente de intriga y persecución del asesino se suma la historia de amor, entre Lolita Palma, de tradición marinera quien sigue confiando su fortuna en el comercio, y el marinero Pepe Lobo, quien tendrá sus más y sus menos con el Capitán de Ingenieros Lorenzo Virués, acompañado este del salinero Felipe Mojarra, que le ayudará en su tarea de fijar las posiciones francesas en el mapa.
En la ciudad de Cádiz hay espías que trabajan para los franceses como el taxidermista Gregorio Fumagal encargado de hacer llegar las noticias a los franceses merced a sus palomas mensajeras, una información precisa y detallada del impacto que las bombas hacen sobre la ciudad, información que le permitirá al Capitán artillero Desfosseux, que desdeña toda clase de ascenso, ir afinando su puntería en pos de su objetivo que no es otro que alcanzar la ciudad desde la Cabezuela, pudiendo si es posible hacer llegar un buen pepinazo al edificio donde se reúnen las Cortes. Lo que mantiene en vilo nuestro interés por la historia es saber quien está detrás de las muertes, para lo cual APR pergeña una suerte de teoría que mezcla la ciencia con lo fantástico, la lecturas obsesivas de un libro, una determinación tal que consumirá a Tizón, pero además de esta historia mayor hay otras aventuras, de menor calado que hacen entretenido el libro como las andanzas de Mojarra y los suyos en pos de hacerse con una embarcación francesa, las batallas marítimas del corsario Pepe Lobo a bordo de su Culebra, las excursiones de Mojarra junto a Virués y el empeño de Desfosseux por seguir haciendo mayor la distancia, medidas en toesas, de sus impactos.
Sabemos que a APR le gusta el mar y todo lo que tenga que ven con él, como acreditó en Cabo Trafalgar o La Carta esférica y buena parte del libro se dedica a esta cuestión en detrimento de otras. Es ahí donde APR se siente cómodo y despega todo su fuego de metralla, en unas páginas donde uno se ve en el mismísimo mar encima de la Culebra, sintiendo el olor a pólvora, deslumbrado por los fogonazos. Para ello APR emplea un lenguaje naútico que a quien suscribe le ha hecho tirar de diccionario una y otra vez, al hallarme ante párrafos como estos,
«sonido de viento en la jarcia y crujir de mástiles y obenques..cuando esta machetea la mareta».»su foque flamea un momento sobre el largo bauprés…» «la entena larga de la vela mayor..bajo el botalón de popa»» sin otra maniobra útil que la trinqueta…cubierta llena de cabuyería enredada….intentan ayustar brazas…ayudando a tirar de los palanquines que trincan las cureñas..tirado contra el trancanil de babor, y un largo etcétera.
Del mismo modo APR, habiendo reconocido que este no es un libro de historia, pudiendo tomarse por tanto alguna licencia en cuenta a fechas, nombres y sucesos sí que el autor se faja en presentarnos ese año de 1811 y 1812 con todo lujo de detalles, plasmando las costumbres, la mentalidad de la época tanto de la clase pudiente como de la misérrima, explayándose con las vestimentas tanto femeninas como masculinas, radiografiando la clase comerciante gaditana de comienzos del siglo XIX, llevándonos de paseo por Cádiz recorriendo sus calles, de casas encaladas, engalandas de geranios, lamidas por vientos y aromas gastrónomicos que uno percibe como si estuviera allí mismo (sin necesidad de recurrir a google earth).
Nada menos que 725 páginas tiene el Asedio. Páginas que he devorado con avidez, con entusiasmo y deleite, con unos personajes y diálogos que no dejan margen para el aburrimiento, gracias a las continuas aventuras que les suceden, ya sean lances de amor o navales.Unos personajes bien definidos, de una pieza, de los que perduran (no puedo desprenderme de la imagen mental del colmillo de oro brillando en la noche de Tizón), donde APR no desaprovecha la ocasión para homenajear a los marinos, a los militares de menor grado, al aguerrido policía, a quienes aspiran a salir de su pobreza jugándose la vida como Mojarra.
2.
Hola:
me he tomado la libertad de enlazar vuestro comentario sobre el libro de Norwich en una entrada de mi blog en el que lo recomendaba por San Jordi.
Espero que no os importe.Muchas gracias y un saludo
Juanjo
http://jofz.blogspot.com/
(os he puesto el mismo mensaje en la entrada correspondiente)