Quien haya leído El misterio de la cripta embrujada o El laberinto de las aceitunas, con este nuevo libro de Eduardo Mendoza se lo pasará en grande y se echará unas cuantas risotadas. A mí me ha pasado. El detective es el mismo que el de las anteriores entregas. Prima el surrealismo. !Secuestrar a nada menos que a Angela Merkel para que unos terroristas no la maten!. Mendoza en plena forma. El autor catalán hilvana las escenas con gracia, y si se mantiene la continua sonrisa de principio a fin hay momentos en los que uno no puede menos que descojonarse. Mendoza emplea un rico lenguaje, una prosa cuidada, que hace del libro además de un pasatiempo con el que reírse y divertirse, disfrutar al ver como se trabajan las palabras, mimando el lenguaje.
Tras Riña de gatos, donde Mendoza dejaba de lado el humor, con este, su último trabajo el humor brota a borbotones. Una miríada de personajes como Quesito, el Pollo Morgan, La Moski, el Juli, Rómulo el Guapo, la familia oriental. Además la historia bebe y se emborracha de presente, de ahí que la crisis lo inunde todo. No falta la presencia de la familia oriental, con un bazar al lado de la peluquería del protagonista. Unos chinos que hacen gala de una gran generosidad, y de su buen hacer en el mundo de los negocios, que vemos a diario, al tiempo que como el mejillón tigre van colonizándolo todo.