«Cuando en un libro, de poesía o de prosa, una frase, una palabra, te traslada a otras imágenes, a otros recuerdos, provocando circuitos fantásticos, entonces, sólo entonces, resplandece el valor de un texto. Al igual que un cuadro, una escultura o un monumento, ese texto te enriquece no sólo en lo inmediato, sino que te transforma en la esencia”.
Adolfo García Ortega
Si nos paramos a pensar un momento en la familia, en su pasado, y vamos remontándonos generaciones atrás, ¿dónde nos situaremos?. Hay miles de años detrás de una familia, un sinfín de generaciones familiares que nos preceden. Es por tanto la familia –otra de las pocas certezas que se van descubriendo con el tiempo; un todo con matices, dice la voz narradora- una institución que aún hoy permanece, que va cambiando, que pierde y gana miembros en su filas con el transcurrir del tiempo. Unas familias se han extinguido, ya sin descendencia, otras perduran, y luchan contra su extinción, perpetuando los genes.
Jose González tenía en La visita, su anterior, y primera novela, a la familia, como personaje central. Ahora en su última novela, Ella siempre está, la familia vuelve a ser la protagonista absoluta. Una familia, la de la novela, convencional: un padre, una madre, un hijo pequeño, una hija mayor, un abuelo y una abuela.
Podía Jose haber optado por el ensayo, por volcar ahí sus reflexiones sobre la institución, pero no, prefiere al autor, eviscerar una familia normal, una familia reconocible, donde cuando falta una abuela, se le echa mucho de menos, porque deja un hueco que va más allá de lo físico. Otro tanto del abuelo. Son pérdidas que están ahí, esperables, nunca deseables. Donde el autor se explaya más, y es la sustancia de la novela, es en la relación entre el hermano pequeño y su hermana mayor -los separan siete años-, y arranca la novela con cierto misterio con una voz velada, confusa, que anticipa cosas, a descifrar, que luego el relato va evocando, mostrando y ocultando y que una vez finalizada la novela, conviene releer, porque el final, que explicita un hecho, permite releer y entender lo anterior con otros ojos.
Me gusta cuando la narración se pliega sobre la familia -sobre los hermanos y sus padres-, cuando el ambiente se enrarece y se envicia, cuando la hermana, rebaña el suelo del Infierno, con su comportamiento, con su conducta errática, con su necesidad de sentir el dolor; un dolor que alimenta su tentativa de suicidio, que empaña su porvenir, que la enajena y desplaza de la familia uterina. Cuando hay dos hermanos, siempre está la diferencia, el contraste, la predilección, el favorito, la oveja negra; una tensión dialéctica, que se asoma sin quererlo en boca de los padres, que siempre verán primero con asombro y luego con estupor, cómo los hijos se crían igual, se les quiere igual, pero crecen distintos, cómo se pierden cada cual a su manera; un irse airado, turbulento, violento, dramático, en el caso de la hermana. Presentes están las comparaciones que laceran, que marcan, y estigmatizan. Cuando la hermana deja la familia de lado, se aboca a lo funesto, a lo trágico, cuando la compañía son prendas violentos, que le permite al autor abordar el asunto con un discurso romo.
No me gusta cuando la voz que narra se pierde y se dispersa en un discurso panóptico que en tono mesiánico pontifica. Cuando habla de ellos y de nosotros. Creo que la voz del autor sí gana, y se impone, en la distancia corta, en el detalle, en el matiz, no en la bruma que empaña un discurso etéreo; gana en el ambiente de una habitación caldeada, en el aliento en la nuca, en los dedos viscosos, en la náusea, en ese llorar sin lágrimas, en la necesidad de huir y de quedarte, en ese anhelar matar o querer morir paranoico y apremiante, en las ganas de inmolarte, sin querer saber por qué, en los lazos familiares que devienen sogas.
A ratos, Jose, consigue lo que dice Adolfo en la cita de arriba, llevarnos a los recuerdos de la infancia, de la adolescencia, del enamoramiento, de la adultez, de la paternidad, del duelo: playas, en las que naufragaremos casi todos, antes o después.
Muy cuidada la edición de papelesmínimos.
papelesmínimos ediciones. 2016. 124 páginas
Lecturas periféricas | entre culebras y extraños, Naturaleza infiel, Dos hermanos.