De este libro se hablan maravillas. Booklist comenta que es un magnífico trabajo. No comparto yo esta loa en absoluto. El autor, Carl Honoré, es periodista, no sé si bueno o malo, pero que como escritor deja mucho que desear. La esencia de este libro daría como mucho para un artículo en cualquier suplemento dominical. El caso es que Honoré, como Pablo cuando iba sobre su caballo, un buen día vio la luz mientras le leía un cuento a su hijo. Descubrió que su vida iba muy rápido, que esto le impedía dedicar el tiempo que su familia le requería y decidió ralentizar su existencia, desacelerar, y volcó sus pensamientos en este libro. Sus ideas al respecto se reducen a media docena de sentencias. El resto son anécdotas, comentarios que le han hecho otras personas que también han decidido desacelerar. El libro Tiene 10 capítulos y una conclusión. La esencia es lo que se conoce como el «hacerlo todo más lento». Lo cual es aplicable a la comida, las ciudades, el ejercicio, el sexo, el trabajo, el ocio y el trabajo. De esta manera la palabra lento y lentitud aparecen hasta en la sopa. Recuerda a esas canciones pegadizas que repiten el estribillo hasta la saciedad y que una vez memorizadas, las olvidas para no reparar en ellas nunca más.
Honoré nos brinda frases en su libro como estas:
«Incluso ese pasatiempo predilecto de los franceses, el adulterio, ha salido beneficiado» (página 163)
«Puesto que la mayoría de los españoles ya no tiene tiempo para volver a casa y dormir la siesta …(página 177)
«Con tanto amor y tan buenos orgasmos como le esperan en casa, no es sorprendente que se sienta inclinado a pasar menos horas encadenado a su mesa (página 154)
Esto es tan solo una pequeña muestra de la manera de explayarse del autor. Que para echarte unas risas pase, pero pretender a esto darle cierta forma de ensayo es ser muy generoso.
Además Honoré para desarrollar cada uno de sus capítulos planea una idea general, por ejemplo que el ejercicio lento es positivo y luego otras cuatro o cinco personas con los que se entrevista, que los conocen en sus respectivas casas, le confirman lo que el lector imagina, que el deporte lento por ejemplo el SuperSlow (hacer halterofilia a cámara lenta) es una maravilla, mucho mejor que hacer ejercicio alocado. Lo mismo vale para el sexo o para la comida. Así la gente con la que se entrevista, al igual que el autor, ve la luz de repente y confirma a Honoré que su vida, ahora que es más lenta, es mucho mejor, más plena, más intensa, lo cual nos recuerda a los anuncios de televisión en los que se anuncia un nuevo detergente, y varias mujeres sonriendo a la cámara afirman que su vida ahora es mucho más plena e inmaculada.
Sinceramente me esperaba otra cosa. Venía de leerme varios libros de Bauman y pensaba que este sería un ensayo sociológico que propugnaría los valores de una vida más tranquila, con unos argumentos de peso y un espectro más amplio.
En este libro, convertido en best-seller, lo que Honoré hace es dar mil vueltas o más sobre el mismo asunto, sin apenas variación. De las 230 páginas de libro sin contar las Notas y la bibliografía, se podrían quitar muchás más de la mitad y el resultado sería el mismo.
Habla Honoré de la gente que emplea técnicas de lectura rápida para así economizar el tiempo. De ser yo poseedor de dichas técnicas con este libro las hubiera puesto en práctica, porque ha habido muchos momentos que he estado a punto de tirar la toalla. Más que lento este libro se me ha hecho muy pesado.
Acabar diciendo que este libro está dedicado claro está a las naciones pudientes (decirle a un pobre de cualquier parte del mundo que hay desacelerar cuando muchos de ellos morirán de hambre y no estarán estresados porque o bien no tienen trabajo o de estarlo dependen de ellos un sinfín de personas, sería una broma macabra), y en estos países a ciertas clases acomodadas, porque no todos somos ejecutivos, ni vivimos en grandes ciudades, ni pasamos el tiempo en aeropuertos, ni nada parecido. En España todavía se vive muy bien, no sé si igual o mejor que en Italia, somos muchos todavía los que salimos por ahí de pinchos cuando podemos, a las terrazas a departir con nuestros amigos, a los parques con nuestros hijos o pasear los fines de semana bien por las zonas peatonales o paseando por rutas verdes. La cómida quizá no sea orgánica, pero es de mucha calidad. Tal vez porque vivo en Logroño y según cuentan es la mejor ciudad de España para vivir.
Salvo grandes urbes como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Zaragoza, muchos millones de españoles podemos ir a trabajar andando o en bici, e incluso echar la siesta antes de volver a trabajar por la tarde (en contra de lo que afirma el autor). Los macarrones aquí se comen cocidos o muy cocidos, pero todavía no se tirá de sobre. Aunque la tendencia podría ser esa. Si es cierta la estadística que afirma que en España los españoles vemos más de cuatro horas de televisión al día, dudo yo que luego puedan alegar que van justos de tiempo. Otra cosa es que prefieran ver Sálvame o cualquier otro bodrio similar a cocinar o a la ejecución de otras tarea doméstica.
No obstante es un tema este de la «lentitud» apasionante. Con las nuevas tecnologías que fomentan lo inmediato, el ardor consumista, la necesidad de sacar cada día productos nuevos que dejan obsoletos los anteriores en cuestión de días, propugnar una mayor lentitud es ir contracorriente. Si mandas un correo electrónico y no te contestan de inmediato, quien lo envía se ve en su derecho a mosquearse. La red nos tiene conectados y lo que parece un bendición deviene en obsesión y control enfermizo.
A mi modo de ver la planificación urbanística (crear ciudades menos ruidosas y luminosas, priorizando al peatón sobre el coche..), los horarios laborales, la conciliación laboral, los horarios escolares, es lo que al fin y a la postre determina que andemos más o menos atareados. Ahora la palabra stress se usa para todo. Hace unas cuantas décadas muchas familias españolas tenían más de media docena de hijos. Las madres y padres que los criaron hablan del esfuerzo y del trabajo que supuso sacarlos adelante a menudo con un solo sueldo y encima muy bajo, pero no de estress. Ahora las parejas con un hijo están todo el día con lengua fuera, resoplando, agobiadas, crispadas, hasta que muchas ya no pueden más y se acaban separando a los cuatro días de haber dado el sí quiero. Consecuencia inevitable del Amor líquido. Está claro que algo ha cambiado. Están también esas parejas donde ambos ganan buenos sueldos, pero siempre andan renegando de todo, diciendo que no llegan a fin de mes, porque tienen dos o tres hipótecas. Oyéndolos van de víctimas, pero si en lugar de aspirar a ser multipropietario se contentaran con tener una sola vivienda y dedicar su tiempo a otros menesteres otro pelo les correría. A esos sí que les vendría bien desacelerar un poco.
El slowfood o las cittaslow son pasos en una dirección que me parece adecuada. En muchos pueblos y ciudades de España, de momento, se practica el movimiento lento de una manera inconsciente de que lo están haciendo (si bien lo hacen porque es la forma de vida que quieren), aunque no hagan nada por obtener dicha acreditación.
A fin de cuentas como todo en esta vida se trata actuar con sentido común y buscar la armonía con todo cuanto nos rodea.