Eduardo Lago
Malpaso Editorial
2016
412 páginas
Diez años después de su publicación por Destino, Malpaso ediciones reedita, Llámame Brooklyn, ganadora entre otros premios del Premio Nadal, con prólogo del autor, donde explica la génesis de la que fue su primera novela.
Puede uno hacer como la madre de Luis Landero, según nos refiere éste en su novela El balcón en invierno, y guardarse sus recuerdos en el corazón y no compartirlos o bien puede emplear la literatura como una forma de conocimiento. De uno mismo y un legado a su vez para quienes significaron algo en nuestras vidas.
El protagonista de la novela es Gal Ackerman, quien confía a Nestor, un amigo suyo los escritos que ha ido pergeñando durante décadas. Sabe que su final está cerca y quiere que cuando él no esté, su amigo pueda acabar esa obra inacabada que se trae entre manos y lleva por título Brooklyn.
Nestor, asume la encomienda, lo cual para él es un desafío, pues aunque hace años que escribe en periódicos, esta es la prueba definitiva que necesita para saberse escritor de verdad.
La novela está plagada de personajes más o menos significativos y la narración mediante múltiples saltos temporales, va atrás y hacia adelante en el tiempo, lo cual exige nuestra atención para no perdernos en ese dédalo temporal. Sabremos muchas cosas de Gal, su concepción, su adopción, la relación con su abuelo anarquista David (el cual no me ha parecido ver en la lista de personajes), con su padre Ben (que estuvo en España con las Brigadas internacionales), y el hecho más trascendental, aquel que dará sentido y también al traste con su existencia. A saber, el enamoramiento de una mujer. Nadia Orlov, a la que Gal conoce en un autobús y de quien se prenda al instante. Ese será el principio del fin.
El deseo de Gal no es tanto contar su historia, que Brooklyn vea la luz, como que llegue a la persona indicada. A Nadia. No para recuperarla, sino para que ésta sepa cuanto significó en su vida.
La novela está recorrida por un montón de historias de todo tipo, muchas con el tono periodístico que David, el abuelo de Gal, gastaba cuando escribía sus crónicas para el Brooklyn Eagle, con personajes como los marineros daneses varados en el Oakland, local que obra como aglutinante, mendigos descuartizadores, la cofradía de los Incoherentes, mister Tutle, brigadistas internacionales, o el mismísimo Thomas Pynchon (quien jura que no le va a volver a vislumbrar el careto nadie) y tantos otros. La novela cartografía a su vez el distrito de Brooklyn y los barrios que lo conforman con un grado de precisión que ríete tú del street view de Google Maps.
El as en la manga que se reserva el autor, para cerrar la novela, es la postrera figura de Brooklyn Gouvy, la hija de Nadia, quien como no podía ser de otro modo, se hará con el libro que Nestor dejara en una hornacina en el cementerio de Fenners Point, donde está enterrado Gal. De esta manera Brooklyn, sumando al libro escrito por Néstor, la lectura de los diarios de su madre, llegará a hacerse una composición de quién fue Gal y conocer algo mejor a su madre. O quizás no, porque todo papel, sea papel mojado.
Eduardo Lago en esta primera novela, no anduvo falto de ambición. Según cuenta en el prólogo esta novela la principia al menos mentalmente en 1985, así que la maduró durante más 20 años, antes de verla publicada en 2006. Eso se nota. La historia es simple. La puesta en escena es alambicada, embrollada, compleja. Esto hay quien lo identifica, con la maestría, con el talento del autor.
A mí, sin parecerme esta novela ninguna maravilla (la manera de narrar de Lago no me apasiona), sí que me ha resultado lo suficientemente interesante como para no abandonarla y trapiñármela en 48 horas.