A Delibes lo leíamos en el colegio. Así cayeron El camino, La hoja roja. Luego por mi cuenta leería La sombra del ciprés es alargada, Las ratas, Diario de un cazador, Diario de un emigrante, Mujer de rojo sobre fondo gris, 377a madera de héroe y su última novela, El hereje, novela histórica de calidad, obra de uno de los mejores escritores españoles del siglo XX.
Los santos inocentes será recordada por muchos gracias a la fantástica película que dirigió en 1984 Mario Camús con Paco Rabal en la piel de Azarías y de Alfredo Landa como Paco el bajo. Inolvidables ambos.
Delibes en poco más de cien páginas muestra a las claras esa España de señoritos latifundistas y de lacayos serviles. Señoritos cómodos en esa situación feudal en la que dan por hecho que siempre tiene que haber unos que manden y dirijan el cotarro y otros serviles, analfabetos, que obedezcan.
Pedro e Iván son los primeros, señoritos de vida regalada que se entretienen cazando, dilapidando su tiempo y su fortuna entre naderías, dando cera a los Ministros y otras personalidades. Azarías, Quirce, Paco el bajo, su mujer Régula y sus hijas Nieves y la niña chica son los humillados, donde la miseria y el retraso mental son el caldo de cultivo del que se alimentan, a su pesar.
El cortijo en el que viven en una fortaleza, un castillo, del que parece imposible escapar. Paco el Bajo y su mujer quieren para su hija Nieves una vida mejor, que le permita salir de allá, ver otro mundo, y en definitiva prosperar. Los personajes encarnados por los señoritos, son orgullosos, vanidosos, prepotentes, despóticos, donde su egoismo antecede cualquier otra consideración, para quienes sus sirvientes, son poco más que mascotas, obligadas a la adulación y a reirles las gracias, útiles en cuanto atienden a sus fines, y material de deshecho en cuanto dejan de servirles. Piezas de recambio fácilmente reemplazables.
Delibes es un maestro construyendo personajes describiendo la España rural de los primeros años sesenta. La figura que crea de Azarías es soberbia. Un personaje de los que te acompañarán ya para siempre. Él y también su cantilena, «ay milana bonita».
Dedicar tres horas a leer este libro, no es perder el tiempo, es ganarlo.