2014
Ediciones Malpaso
173 páginas
Después de haber leído Las Crudas (2009) y ahora Mamut (2014) puedo decir que Esther García Llovet tiene un estilo propio. Eso ya es decir mucho ante una literatura como la actual, clónica, que reduce el factor sorpresa a un enunciado sin contenido y la inteligencia del lector a un activo financiero convertido en un bono basura.
Llovet despoja su historia, Mamut, de cualquier floripondio, y su prosa resulta cortante, tajante, austera y contundente. La leo como si estuviera viendo Mad Max, La carretera u otra de tintes apocalípticos. Con muy poco, Llovet cimenta escenas muy visuales (algo tendrá que ver que Esther estudiara Dirección de Cine) y físicas que beben de lo fílmico, y el desafío es cómo hacer que esas imágenes que en el cine emocionan y se explican por sí mismas, lleguen a impactar al, en este caso lector, empleando palabras en lugar de imágenes.
Este tipo de literatura tan descarnada y a la vez críptica, donde los diálogos son apenas cuatro frases que se entrecruzan los personajes, donde tenemos muy pocas pistas para saber de qué va todo aquello que leemos, reducidos a ser seres pasivos que seguimos aquí las andanzas de Junot, a la búsqueda de su compañero de fatigas (alguien con el que dar un buen golpe) Toro, quien tras dos años entre rejas anda por ahí fuera, resulta tan interesante como puede serlo la contemplación de un edificio en llamas o del asfalto derritiéndose antes nuestros ojos.
Los personajes de Mamut parecen más robots que personas, habitando una realidad que es un papel arrugado e inflamable, y las señales que todos ven, quizás sean las que precederán al fin del mundo, un preludio de lo que se avecina o a lo mejor lo que hay después del final, a saber. Cada cual que ponga el mojón temporal donde le plazca.
Yuri Herrera en La transmigración de los cuerpos, jugaba también con lo sórdido, lo extraño, con un mundo que chorreaba entre los pliegues de la realidad, pero sus personajes sí que tenían carne y su historia si me resultó hipnótica y atractiva, sin embargo Mamut la leo por inercia, impelido por llegar a la última página como ese bisonte que busca la salida del desfiladero, sin convicción, sin que el deambular de Junot en particular, ni la novela en general, hayan logrado entusiasmarme lo más mínimo.