Alessandro Baricco se hizo famoso con su libro Seda. Sí, un libro sedoso, breve y molto carino. Pero Baricco además de libros sedosos, superó el efecto mimosin y se dedicó a otros géneros. Así por ejemplo practicó el ensayo con Next, hablando sobre la Globalización o Los Bárbaros, ensayo sobre la mutación, un muy buen libro, de obligada lectura, osaría a decir, a cuenta de los nativos digitales, de los bárbaros, esos que prefieren lo superficial, navegar en la red, conectarse y desconectarse, establecer relaciones, más que el conocimiento vertical a la antigua usanza.
A lo que vamos.
En este, su último libro, Mr Gwyn, Baricco se sigue reinventando. Al comienzo uno cree que quizá el protagonista, el escritor Mr Gwyn se trate de un sosias de Baricco, y que este también se esté planteando dejar de escribir.
En el mundo del cine esto se lleva mucho: se amenaza con dejarlo, y cuando pasado un tiempo te plantan unos cuantos millones de dólares sobre la mesa, entonces vuelves, y nadie se acuerda de cuales fueron tus palabras últimas. Kevin Smith, el de Clerks, dice que ahora sólo ahora televisión. Mejor para él.
En la literatura esto de amenazar con dejarlo se lleva menos, aunque Imre Kertész lo haya anunciado a bombo y platillo. Así al menos podremos recordarlo como el fulano ese que dijo que lo dejaba.
A menudo sucede lo contrario, que es la literatura la que abandona al escritor y este debe entonces abandonar los tinteros y buscar otras ubres en las que abrevar.
Centrándonos, Mr Gwyn quiere dejar de escribir. No, no es un personaje de Vila-Matas, pero podría serlo.
Quiere dejar de escribir y luego desaparecer. Casi nada.
Como un Olmos londinense Mr Gwyn ha escrito tres novelas con su nombre y dos más con pseudónimo. Las tres novelas son diferentes (de ahí la analogía con el Segoviano que cada vez alumbra una novela distinta a las anteriores, no porque escriba con pseudónimo que para eso ya tiene su blog), como si costara reconocer la mano del escritor mirando a sus vástagos literarios. Ahora ha decidido parar. Publica un artículo en un periódico diciendo 51 cosas que no hará más. Entre ellas ni publicar ni escribir más libros.
Lo que podría ser una locura, se convierte en un convencimiento profundo por parte del artista, empecinado en cambiar de aires, en reinventarse, en recuperar la ilusión, el rumbo.
Voilá. Mr Gwyn tendrá su momento de inspiración y encontrará su nueva vocación o profesión y a una secretaria diligente, Rebecca, que le secundará en sus planes. Y no digo más cosas del argumento, porque destriparía el libro y luego Baricco no podría forrarse, todavía más, por mi culpa.
Como si de un Haiku se tratara, Baricco, impregna su obra de –precisión, siempre en pos de lo exacto– de ahí, que sean tan importantes, los días, las horas, las bombillas; todo debe estar tasado y cifrado, como en un alejandrino (quien dice 14 dice 18).
La novela de Baricco va de menos a más y hay un poco de todo. Hasta cierto suspense al final, donde los párrafos, como piezas de tetris, van cayendo y el autor encajando, haciendo líneas, sumando puntos, batiendo records.
Insert Coin.
Me lo he pasado genial leyéndola. Palmas para Baricco. El italiano deja la novela en su tamaño justo, por eso resulta equilibrada y me encanta como juega con el lector, con esos retratos –brillante mcguffin (lamerones, no hablo de muffin)- que queremos leer a toda costa y que a duras penas logramos entrever al final del todo.
Se reconocían en las cosas que ocurrían, en los objetos, en los colores, en el tono, en determinada lentitud, en la luz,….somos un montón de cosas, y todas ellas juntas (pag. 176)
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