La editorial RBA vende estas semanas en quioscos una colección de clásicos de la novela negra. Roseanne es una de ellas. Está escrito hace más de cuarenta años por, Per Wahlöö (nacido en Escotolmo) y Maj Sjöwall ambos suecos. Novela escrita a cuatro manos, por esta pareja que lo fue también más allá de la escritura. Se casaron en 1962, crearon el personaje de Martin Beck y publicaron esta novela en 1965. Wahlöö murió en 1975. RBA tiene pensado publicar las 10 novelas que la pareja escribió al alimón, a razón de una por año.
Mientras aquí, en España, sufríamos todavía los rigores de la dictadura, países como Suecia gozaban de una libertad similar a la que gozamos hoy en día. Empieza la historia con la aparición de un cadáver de una mujer en un río. Se trata de desvelar su identidad. Cómo murió queda dilucidado pronto. Ahora falta poner cara al asesino. A lo largo de 270 páginas los investigadores se aplicarán para encontrar al responsable de tal brutal muerte. No les será nada fácil, y los meses se irán sucediendo, mientras sobre ellos sobrevuela la certeza de que el caso pueda quedar irresoluto.
Sabremos que la muerta se llamaba Roseanne y era estadounidense, de ahí que entre a colaborar en la investigación, aunque sea en la distancia el inspector americano Kafka. Las comunicaciones en esos años, sin que hubiera internet ni fax, se llevaban a cabo por correo ordinario, con su correspondiente demora en días.
El grupo de investigadores lo forman varios hombres, con Martin Beck como cabeza visible. El caso deviene en una obsesión para Martin y el resto de agentes, algo bueno para la resolución del mismo, pero no tan bueno cuando eso impide conciliar la vida laboral y la familiar, que tiende a difuminarse poco a poco, con las consecuentes tensiones que esto genera en el seno de la pareja, pues parece ser que ser un muy buen poli, implícitamente conlleva ser un mal marido (por estar ausente casi todo el rato).
Quedan algunos apuntes de la sociedad sueca de la década de los sesenta, donde había mujeres se acostaban con extraños en su primera cita, y que vivían el sexo con total libertad, donde la gente acababa de trabajar a las cinco de la tarde y tenía el resto de la tarde libre para sus menesteres, en ciudades como Estocolmo o Gotemburgo, donde hacía tanto frío que al hacer un seguimiento en la calle corrías el riesgo de quedarte tieso.
Novela la mar de entretenida, con un final formidable, donde no hace falta recurrir a efectismos tan de moda hoy en día, para explicitar como hay muchos lobos por ahí sueltos con piel de cordero, al acecho.