Todo es silencio, así se titula el último libro publicado de Manuel Rivas. Este silencio es el que impera en Brétema, en la costa gallega, donde ciertas personas se dan al contrabando de matute primero, y de cocaína después. El silencio es lo que permite vivir a las personas, ese mirar para otro lado, o sencillamente tomar parte de esas actividades y lucrarse, las cuales mueven cantidades ingentes de dinero. Al frente el cacique local, ese a quienes todos rinden pleitesía y depositan sus silencios y voluntades.
En poco más de doscientas páginas Rivas pergeña una historia apasionante, con personajes creíbles, bien definidos, que evolucionan con el paso del tiempo, de ahí que los que antes eran jóvenes, ahora ya tienen sus profesiones respectivas o bien están sumidos en las drogas o se han pasado al otro lado de la ley, y eso permite que uno de esos jóvenes que dejaron Brétema vuelva ahora al pueblo convertido en policía encargado de investigar esas redes de contrabando que allí imperan y que tan bien conoce, pues también él fue testigo mudo.
La historia sigue una trayectoria lineal hasta que un momento dado se fragmenta, dando pie a diversos saltos temporales. Rivas sabe de lo que habla, y más allá de la historia del narcotráfico que abunda en elementos propios del thriller, lo que prima son las mareas interiores, esas acciones que definen al ser humano, esa lucha interior entre el sentido del deber y la desobediencia civil, con momentos hermosos, evocadores, sugerentes, cargados de dramatismo, de sensualidad, es ahí donde Rivas esplandece.