Rafael Reig
Editorial Tusquets
2015
306 páginas
El título de este libro de Rafael Reig (novelista, columnista y librero), ese árbol caído, hace mención a Adolfo Suárez, reducido a astillas por unos y por otros, pero que a su manera obró un milagro, el milagro de la Transición. Esto lo digo yo. Para más detalles leer la muy recomendable novela de Cercas, Anatomía de un instante.
En un momento de la novela todos descubren que Lou o Lourdes, es mongola. No, no lo descubren, todos y todas se lo imaginaban, lo barruntaban, o lo sabían, pero como a menudo sucede, a todos los que vivían en la Urba (los pijos son así) les dio por hacerse a su vez «los tontos«.
Pues bien, la novela de Reig me pareció mala desde su comienzo, mala porque me resultaba lenta, tediosa, plomiza, trabada, pretenciosa, enrocada en esos devaneos ajedrecísticos, que al tiempo que operaban como hilo conductor, eran una lastre muy pesado durante toda la novela.
Reig sitúa su novela en los años posteriores a la caída del régimen franquista y la llegada de la democracia, e irá alternando el relato pretérito con otro emplazado en el año 2003 (incluso creo que llega al 2008, pues habla de Lehman Brothers, el grupo de música no, el BANCO).
Nos ofrece Reig, o pretende al menos mostrarnos, sin concesiones, las existencias burguesas y aburridas de un grupo de matrimonios amigos y de sus hijos adolescentes, que viven todos ellos a las afueras de Madrid en una Urbanización llamada el Tomillar.
En alguna entrevista que le han hecho a Reig en relación con este libro se habla de Romanticismo de Manuel Longares. Lean ese libro, háganse ese favor (reseña). Salvando las distancias, el de Reig es como comparar el Ebro con el Amazonas, por lo que el libro de Longares tiene de majestuoso,extenso, fértil y apabullante.
El libro son cinco macguffin. Ya saben ese artefacto que sirve para capturar el interés del lector. Uno es la vuelta de Lamana, el Gordito Relleno (brillante pleonasmo), quien desaparece de la Urba, y donde cada uno tiene una opinión sobre él, como que puede ser un agente de la CIA. Otro misterio a dilucidar es saber qué le pasó a Javito. Luego sabemos que tomaba drogas y que murió joven y ahí Reig aprovecha para comentar que para los jóvenes de los 80 las drogas fueron su particular Vietnam. Otro reside en saber quién es el padre de Johnny, el narrador. Lamana tiene muchas papeletas y los dos últimos los dejo para más tarde, porque son tan hilarantes y absurdos que si me descojono, no puedo teclear al mismo tiempo.
Sin pena ni gloria Reig va dilapidando su narración, ahogándola con algunos arrebatos líricos que quiero compartir con vosotros:
«Teñida por la luz de las farolas, la niebla parecía la gasa amarillenta que se aparta de una herida, manchada con el pus de toda una noche en vela».
Reig recurre también al lirismo monumental-carnal-artístico:
«Estaba más rotunda, con una belleza solemne, propia de una catedral o de un monumento público. La obviedad de sus pechos se había ensanchado como una bóveda, y su empuje, a través de los arbotantes de las caderas, se transmitía al sólido contrafuerte de unas rotundas nalgas que al sentarse le arrancaron al sofá un crujido agónico».
Y también se despacha a gusto con los UCD, con Felipe González, y con el árbol caído (Suárez).
Respecto a los que viven en la Urba, decir que son un grupo de burgueses, de izquierdas, aunque son de derechas en realidad, pero no lo saben y un buen día alguien del Partido, les dice que tienen que permanecer latentes, confundidos entre la burguesía, esperando su momento. Ya saben. Hay que cambiar el sistema desde dentro. Y algunos van a la cárcel y mejoran así su currículo existencial antifranquista ante el advenimiento de la democracia.
Pero la crítica principal irá dirigida contra todas aquellas personas de izquierda que cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982, se subieron al carro y lucharon, no por cambiar el país, sino por conseguir un buen trozo del pastel y convertirse en la clase dominante. Vemos que aún hoy hay muchos de los nacidos en el 1942 viviendo de la política. Otros muchos del cuento. Y otros tantos y tantas del cuento de la política.
Como la novela no va hacia ninguna parte, el protagonista, Johnny, que curiosamente es escritor, recibe el encargo de la madre de Javito de conocer qué le paso realmente a su hijo y como Johnny es un escritor de novelas de suspense y espías, ella que cree que quizás pueda aportarla algo de luz.
Ya saben que un escritor (malherido) no parece tal si no arremete contra otros escritores, así Reig por boca de su Johnny, coge su fusil y arremete contra Pablo, amigo suyo y escritor de éxito que gana, un premio ¿cuál?. Sí, el Planeta (!malditos lugares comunes!). Y de paso reniega de escritores de éxito, bien considerados y que venden mucho como Javier Marías o Antonio Muñoz Molina. Estas rencillas entre escritores (este tener que sacársela a cada rato para determinar quién tiene el prefacio más largo, me da….), en una narración, me da sarpullido y repelús y sí, centrifuga mi atención.
Sigue Reig con sus molinetes ajedrecísticos (!que sí!, que sí aparece de matute un personaje episódico llamado Orejudo (del que aprovecho para decir que su novela Fabulosas narraciones por historias es una de las mejores novelas de los últimos 19 años)), sus puyitas, ecografiando el hastío burgués, nada comparado con el hastío lector, el mío, que sigo leyendo a partir de la página 200 porque me dejé casi 20 euros en esta novela y quiero rentabilizar la inversión. En este caso, gasto, a no ser que me den 8 euros por ella en cash-converter.
Esto es coña, por supuesto, puesto que guardo en mi mesilla de noche hasta los libros que me regalan de Bucay, Coelho y Andrés Pascual.
Todo cambia (ni a mejor ni a peor) cuando Lourdes, o Lou, la mongola, la mujer especial, la mujer de inteligencia límite, llega a la Urba del brazo de Lamana y todos ellos que están aburridos de no hacer nada, quedan prendados de ella. Ellos, de su voluptuosidad explícita, ellas de su inteligencia, de su saber estar, de lo bien que juega al ajedrez, de ser tan ella (si esto no se entiende muy bien hojeen El Mujer de Hoy), etc.
El momento de Lou haciendo de niñera, en su papel de amamantadora inversa (no es ella la que da mamar sino la que mama), no tiene precio.
Reig, leo que está satisfecho de haber metido a un personaje con síndrome de down en su novela. Ejem, ejem. Vi el otro día Olivia y Eugenio con Concha Velasco y aquello sí me pareció serio. Esto que hace Reig con Lou me parece una bufonada y es el cuarto macguffin de libro, pues nos pasamos medio libro con la duda de si Lou tiene el síndrome de down o no.
La quinta y última sorpresa, una vez que ya sepamos la identidad del padre de Johnny, pasa por sacar a la luz a Luquitas, hijo de Lamana y Lou, que cual insecto de Kafka muta (no muta, no, porque siempre ha sido así) en un chico de rasgos latinos (piel oscura, labios carnosos, pelo crespo), sin que nadie le haya prestado atención hasta entonces, haciéndose pasar por un pijo níveo más de la Urba.
Y qué más. Nada más.
Esta novela de Reig es un rosario de la Aurora, sin cuentas que saldar, porque las invectivas (muy manidas) de Reig, es como jugar a ser Mosquetero con una espada de juguete. Además, Reig tiene la suerte de tener una columna en el periódico Eldiario.es, donde puede si quiere dar cuenta de todo esto que nos endiña en el libro, a fin de dejar este medio, el libro, para contarnos una historia, al menos interesante y divertida. Tampoco es mucho pedir.
La trascendencia que busca Reig en esta novela es una Transición hacia la nadería. Al abordar ese momento histórico, en lugar de una radiografía, debemos hablar de una colonoscopia, pues a nada que hurgamos, enseguida nos hallamos en presencia de las heces. Todos los personajes están cubiertos de mierda, y están solos y desnortados.
Si Johnny, perdón, Reig, aspira a ser un escritor mediocre, un Johnny más, uno más del montón, con este libro ha hecho grandes progresos, pues está a años luz (o esa es mi impresión) de otras novelas suyas que he leído y disfrutado, como Todo está perdonado, Lo que no está escrito, Sangre a borbotones o Guapa de Cara.
Acabo.
Dice Reig en esta entrevista: Mis últimos años consisten en un entrenamiento hecho para ser capaz de escribir cosas que no pensaba se pudieran escribir.
Afortunadamente, y gracias a nuestras mentes, podemos escribir cualquier cosa, luego, el resultado, ya es otro cantar.
La vida no deja de asombrarme: para no haberme gustado el libro, qué larga me ha quedado la reseña.
La vida no deja de asombrarme II: la foto del libro de la derecha me sale erecta. La del encabezado de esta foto, torcida. No sé cómo enderezarla. La dejo así. Además si se titula este libro un árbol caído, todo me cuadra. Debe-Haber algo…