Bobin, al igual que otros autores galos como Echenoz, Michon o Modiano se desenvuelve (y envuelve al lector) a la perfección en las distancias cortas. Geai, las aventuras de una sonrisa, editada por Pre-Textos (publicada en Francia en 1998), con traducción de Alicia Martínez, es una fascinante novela de apenas 90 páginas, en la que el espíritu de su protagonista, el joven Albain, me recuerda al que animaba también a los personajes de las novelas de Walser, o al Zollinger de la novela de Pablo d´Ors.
Albain vive en un pequeño pueblo del interior de Francia, y tiene la particularidad de que ve y puede hablar con los muertos. En concreto, aquí, una muerta, Geai, guarecida bajo una fina capa de hielo, desde hace nada menos que dos mil trescientos cuarenta y dos días…cuando comenzó a sonreír, pero el suyo no es un ente maligno, un yo desdoblado como el de las ánimas de Curón.
Albain tiene pájaros en la cabeza, o eso le dicen todos, demasiados, tantos que su proceder “extraño” lo hermana con el tonto del pueblo que siempre hay uno (al menos en la literatura) en cada villorrio.
Albain no hace planes, no tiene expectativas, ni proyectos, todo cuanto lo circunda es para él objeto de misterio, sorpresa y fascinación. Esa mirada ingenua, desprejuiciada es la clave de la novela. Cuando Albain crece, y se abre a la vida adulta, su espíritu se mantiene intacto, incólume. Trabaja de comercial y se convierte en un excelente vendedor, sin buscarlo ni pretenderlo, sin forzar la situación, simplemente escuchando, ofreciéndose como un válido y solvente interlocutor; a fin de cuentas el cliente asume a Albain como un padre confesor, que le ofrece no la salvación pero sí un consuelo en su escucha, gratificada ésta con la compra de unas cacerolas.
La distancia que separa a Albain de Geai, su particular ángel de la guarda, es la misma que lo acerca a dos mujeres, madre e hija, en las que el joven encontrará la horma de su zapato. La sonrisa de Geai es la posibilidad de Albain de abrirse al mundo, no ya como testigo mudo sino como parte de él, no con ánimo de dejar huella alguna, él, que nada anhela ni necesita, pero sí bendecido y asperjado ahora por los dones que la vida ofrece a quien tiene los sentidos aguzados y el ánimo dispuesto, como aquí es su caso.
Geai deviene una sucinta y preciosa fábula moral situada en el linde entre el más aquí y el más allá, que nos habla al oído y (a)morosamente de la manera en la que Albain logra sustraerse a ese día a día en el que nos sumimos y consumimos, orgullosos y aturdidos en afanes varios.
Pre-Textos
Traducción de Alicia Martínez
Año de publicación: 2019
92 páginas