978841751764

Casas vacías (Brenda Navarro)

Casas vacías de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) entronca con otras novelas como Las madres secretas de Mónica Crespo en las que la maternidad se convierte en un lastre, una condena. Brenda plantea la situación de dos mujeres unidas sin conocerse. A la primera le birlan a Daniel, su hijo de tres años, mientras éste juega en un arenero y la madre mira la pantalla de su móvil (adiós a la distancia de rescate). El hijo desaparece y ella no sabe si se ha ido o si lo han secuestrado.
El sacrificio que implica toda maternidad es para ella una condena, desearía no haber tenido a su hijo. No quería haber sido madre y entiende su maternidad como un error, agravado por el autismo de su hijo. El hijo sustraído va a parar a manos de otra mujer que ante la situación gravosa para ella de no poder ser madre decide apropiarse de un hijo ajeno. Así, Daniel, irá a caer en sus manos, mudando nominalmente en Lionel.

Los errores parecen sucederse de generación en generación de tal modo que la secuestradora cuando recuerde su pasado verá a su madre intentando ahogarla en la pila mientras la baña, a su madre confesándole que su hermano la violó (su padre es su tío) y de aquellos polvos estos lodos, que su actual pareja no quiere correrse en su interior ni
comparte su anhelo de traer una criatura más a este mundo, que su hermano era golpeado por su madre por cualquier menudencia y que éste moriría en un accidente a edad temprana.
Todo, como se ve, es un cúmulo de mazazos. Secuestrando a un niño piensa, en su locura, que logrará solucionar algo, enmendar sus horrores.

Por su parte, la madre sin hijo sufre ahora el dolor añadido de la pérdida, de no saber en dónde está su hijo, sin un cadáver que enterrar la incertidumbre la irá socavando como una termita insaciable. Su situación también es desdichada. Antes de que su hijo fuese secuestrado compartía su espacio con Nagore, la sobrina de su pareja, Fran, que se trasladó a vivir con ellos cuando su madre fue asesinada por su padre, Xavi, un independentista. Parte de la novela se desarrolla en Utrera, en donde viven los padres de Fran, sumidos en la tristeza tras el asesinato de su hija y la consecuente marcha de su nieta con sus tíos a Méjico. Sin venir a cuento, se nos habla del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, y se cuelan algunas frases en catalán, aunque lo que prima en la novela, narrada en primera persona por estas dos mujeres, son los mejicanismos, pero sin la garra que afloraba en otra novela mucho mejor que esta, Temporada de huracanes, de Fernando Melchor.

La prosa, constreñida a la primera persona, tan ceñida al aliento de la que narra, en su sintaxis abaratada, coge poco vuelo, y paradójicamente lo que ha de resultar desgarrador se me antoja mortecino, endeble.

Sexto Piso. 2020. 165 páginas

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