Tatami transcurre en un avión. Una chica de buen pecho ha de sufrir las aventuras que le contará su compañero de asiento. El vuelo dura unas cuantas horas, va desde España hasta Japón. La joven que dará clases de castellano en el país nipón, además de tetona es virgen, y aunque le cueste reconocerlo se deja seducir no por su acompañante, sino por la historia que éste le cuenta. Lo mismo que le puede suceder al lector, que se puede plantear qué diantres le pueden interesar los devaneos de un onanista, pajillero y dominador. La victoria de Olmos reside , si es tal, en lograr que acabemos su libro.
Cuando los ingredientes son una tetona, un onanista que es capaz de masturbarse frente a una japonesa adolescente parapetado en la oscuridad, seres humanos que quedan en las cunetas por culpa de esa guerra silenciosa que es el cáncer, truncando amores incipientes y todo eso se mezcla con sentido del humor, diálogos briosos y finales como estaciones de paso, el resultado es Tatami, un libro que si te lo coges para ir a Japón te lo puedes leer varias veces de atrás hacia adelante, pero que te lo puedes ventilar perfectamente yendo en autobús de Logroño a Frías.
Tatami: una comedia ligera con pespuntes de drama, con seres nada agraciados que iluminan sus días con la linterna de sus fracasos y miserias.
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