«Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su sueldo depende de que no lo entienda»
Upton Sinclair.
El cambio climático quieren equipararlo algunos a un acto de fe. Así, en función de los datos que emplean unos y otros las teorías van desde las más apocalípticas hasta las que nos vienen a decir que nunca hemos vivido tan bien como ahora y que en el futuro viviremos aún mejor. Lovelock en su libro La venganza de la tierra dice que hemos cruzado la línea de no retorno, Al Gore, en su libro una verdad incómoda, nos habla de la voluntad política para afrontar el cambio climático. Tecnología hay de sobra nos dice, para minimizar los efectos del cambio climático y es conveniente que los gobiernos se lo tomen en serio.
Otros como Bjorn Lomborg en su libro El ecologista escéptico, postula que ahora mueren menos niños que nunca, vivimos más años, hay más comida para todos, y vivimos en un estado de bienestar que lejos de empeorar aún permitirá a las nuevas generaciones vivir más y mejor, destinando más tiempo al ocio y que las disertaciones de Al Gore se basan en mitos. Lomborg es profesor de estadística, y en su libro en el que no faltan datos abundantes, echa mano de la estadística para poner en entredicho algunas cifras oficiales, que son las que manejan los científicos a la hora de exponer los perjuicios del cambio climático, al que Lomborg califica de leve (página 39)
Unos nos hablan de hechos y otros de teorías para que cada cual escoja la que le venga en gana (del mismo modo que a unos les gusta un equipo de fútbol X, otros se adherirán a la teoría de Gore, Lovelock o Lomborg). En el libro de Gore, Una verdad incómoda, se detalla como Bush contrató a Philip Cooney para dirigir la política ambiental de la Casa Blanca. Cooney había trabajado para el Instituto del Petróleo. Sin preparación científica cuando se destapó en el New York Times como Cooney había eliminado en unos escritos oficiales toda mencion de los peligros del calentamiento global para el pueblo Estadounidense, dejó la Casa Blanca y consiguió trabajo al día siguiente en Exxon Mobil (una petrolera). ¿En qué manos estamos?.
Los grupos de presión, emporios petroleros y financieros manipulan a su antojo los medios de comunicación y la ciudadanía mientras, hipotecada hasta las cejas, solo piensa en la manera de pagar las letras del piso y llegar como pueda a fin de mes, así que los dimes y diretes sobre si el planeta se convertirá en un lugar hostil y desapacible o si directamente estallára o desintegrará en unos siglos les interesa poco o nada o en todo caso le parecerá un buen argumento para un best-seller.
Al Gore postula que ante el problema que supone el cambio climático, al que califica de problema serio y grave hemos de tomar medidas. No sólo los gobiernos, también los ciudadanos. Esto supondrá un esfuerzo y la clave es si estamos dispuestos a sacrificarnos a renunciar a nuestro bienestar. En los países tecnificados y desarrollados ahora se les va a exigir que produzcan de otra manera, que hagan reajustes e inversiones, que aumentarán creo yo los costes a corto plazo, que repercutiran por tanto en los precios y en nuestros bolsillos. A largo plazo, las inversiones se amortizaran, y comenzarán a ser rentables pero para muchos, el largo plazo es el futuro y lo que interesa a muchos, es el presente inmediato.
Me pregunto que pasaría si Al Gore no se hubiera erigido como el salvador del planeta. De no ser por él, el tema del cambio climático, no aparecería en los medios de comunicación con tanta frecuencia, no habría tampoco un documental basado en su libro (que se regaló a todos los asistentes a la ceremonia de los Oscar la última edicción), de visionado obligatorio a mi parecer en los institutos.
Gore ha conseguido, pese a las críticas recibidas, al menos que se hable del «cambio climático«, generando debate en la sociedad. Me temo no obstante que será un debate estéril. La vida frenética y alocada en la que estamos inmersos nos hace ver el futuro por una mirilla, preocupándonos en todo caso la suerte que puedan correr nuestros hijos, nietos y biznietos. Más allá de esa previsión temporal, es aplicable el dicho. «El que venga detrás que arree«. Baste ver como actúan nuestros políticos o echar un vistazo a la portada del periódico El País de hoy, para entender que entienden por desarrollo sostenible, preservación del medio, políticas ecológicas…
Mientras que el cambio climático no tenga un efecto directo, inmediato y cuantificable, en la vida doméstica de los ciudadanos, plasmado en la subida de precios de los alimentos básicos, del precio de la vivienda, de los billetes de medios de transporte, suban las temperaturas hasta límites insoportables, las ciudades comiencen a ser sepultadas bajas las aguas o se conviertan en parajes hostiles, no le veremos las orejas al lobo y entonces ya será tarde para evitarlo.
Lomborg critica a Gore alegando que con el cambio climático, solo tratan de meter miedo a la ciudadanía, segun Lomborg se han hecho las cosas tan bien que quieren hacernos creer que nos merecemos el calentamiento global, lo que Gore escenifica no es más que una expresión de nuestro sentido calvinista de la culpabilidad. La incómoda luz de la verdad tiene un lado oscuro, por culpa de los mitos de la Letanía…(página 450, Un ecologista escéptico)
No es para tanto. Son paparruchadas. ¿cómo se va a acabar el planeta?. Ese tío (Gore) sólo busca hacerse famoso. Calor ha hecho siempre. El hombre no tiene nada que ver con el cambio climático, además será algo pasajero. Otro cuento más para meternos miedo, subirnos los precios y destrozar el paisaje con molinos de viento.
Es posible que si saca a colación el tema del cambio climático, obtenga respuestas como estas. Hay dos bandos en los que posicionarse. O bien sacar algo en claro de las dos posturas.
Lomborg enfoca solo en una dirección y todo aquello que Al Gore comenta en su libro, con fotografías donde es evidente el deterioro de muchas zonas del planeta, lo obvia. Leyendo a Lomborg tengo la sensación (engañosa) de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y no es nada con la felicidad y bienestar que nos deparará el futuro. Pese a las críticas The Economist consideró su libro El ecologista escéptico uno de los libros más valiosos sobre políticas públicas y La revista TIME le nombró como uno de las 100 personas más influyentes del 2004.
No es una sensación engañosa el pensar y creer que vivimos en el mejor de los mundos. ¡Es cierto!. No desmadremos los hechos, que forman parte del desarrollo de la vida, del ecosistema.
Lo que hpy preocupa como alarmista y catastrófico, se puede modifcar no sólo con un «plumazo», (por ejemplo: la vibración micromética del eje de la tierra; un Tsunami inexplicable e inevitable); pero sin culpar a la naturaleza -que es sabia- en pocos años cambiarán las fuentes de energía más habituales hoy día y las nuevas tecnologías harán desaparecer industrias contaminantes. Por otra parte, ¿no sería conveniente potenciar el desarrollo tecnológico y uso de los vehículos con energía solar? (No debería preocupar la disminución de velocidad, puesto que no necesitamos circular a velocidades tan excesivas, que necesariamente van a producir millares de muertos). Esta medida podría imponerse por los gobiernos, al menos en las ciudades.