Este cuento de 1991 titulado El secreto de Lena de Michael Ende, con traducción de Marinella Terzi, me recuerda a la película Cariño he encogido a los niños.
Lena es una cría a la cual le sienta bastante mal que sus padres no le obedezcan. Un buen día gracias a la hada Consolacion Interrogación se verá facultada para reducir el tamaño de sus progenitores -al ingerir estos es un mágico terrón de azúcar- cada vez que le lleven la contraria a la niña, a razón de un 50% de tamaño por cada desobediencia practicada. No tardarán apenas los padres en quedar reducidos al tamaño de una figurita, pasando, por ejemplo, las de Caín frente a un gato. Al principio a la niña todo esto le hace gracia, pero luego empieza a verle las orejas al lobo, pues se ve indefensa para hacer ella sola frente al día a día, y también a la noche si vienen truenos, sin el amparo y la protección de sus progenitores.
En este caso como lo que tenemos es una hada y no una bruja el desaguisado afortunadamente podrá revocarse, tornar todo a la situación inicial. Pero toda la magia conlleva un precio. ¿Estará Elena dispuesta a pagarlo?.
En este tipo de fábulas moralizantes todo acaba bien; los niños aprenden la lección y también los adultos. Algo que a fin de cuentas resulta tan sencillo como es acogerse al sentido común y ser flexible como el mimbre que se dobla antes que partirse, que partirse. Pues eso.